Por: Jhonathan Méndez/ Entendí que, así como yo lucho por mis sueños día a día, ellos también pelean por los suyos. Están dispuestos a ir hasta el final por aquello que aman. En el arte tenemos una herramienta de transformación social profunda, y depende de nosotros el impacto que esta pueda llegar a tener. Con esta convicción en mente, decidí actuar y proponer cambios significativos para fortalecer el ecosistema cultural de Santander.
Comenzamos con un festival autóctono en el que diferentes ramas del arte se unieron con el fin de captar el interés de la población. Esta idea, diferente y arriesgada, contó con el apoyo de la academia de modelaje Miror y marcas como Jacky Durán y Uncolor. La Casa del Libro estuvo a reventar aquella noche, mientras el Parque García Rovira cobraba vida con el talento de los artistas locales. Fue un desfile que marcó un antes y un después, demostrando que la unión entre las disciplinas artísticas puede crear experiencias inolvidables.
Más adelante, por esas oportunidades que da la vida, pude asistir al BIME, un mercado cultural donde los artistas muestran su talento frente a empresarios de todo el mundo interesados en comprar dichas presentaciones. Además de establecer contactos interesantes, llevé los portafolios de artistas santandereanos para que fueran escuchados por personas del ámbito musical. Fue sorprendente ver cómo muchos se maravillaban al descubrir la amplia variedad de música que hay en Santander, desde los sonidos tradicionales hasta las propuestas urbanas más vanguardistas.
Sin embargo, una pregunta se repitió constantemente: “¿Por qué no hay más artistas santandereanos en este mercado?” La respuesta era evidente: la falta de oportunidades ha sido el mayor obstáculo para el crecimiento de los artistas locales. Este pensamiento me motivó a gestionar, junto con otros actores culturales, nuevos espacios que sirvieran como vitrinas para que nuestros artistas pudieran mostrarse.
Gracias a estas gestiones, logramos abrir escenarios donde los talentos locales brillaron con luz propia. Más de uno destacó por su forma de interpretar música popular, urbana y cumbia, estilos que conectan profundamente con nuestra identidad regional. Cada presentación reforzaba mi convicción de que el arte santandereano tiene el potencial de competir a nivel nacional e internacional si se le brinda el apoyo necesario.
No obstante, aún queda mucho por hacer. La construcción de un público fiel y comprometido sigue siendo un desafío. Aunque eventos gratuitos atrajeron grandes audiencias, es crucial fomentar una cultura de valoración hacia el trabajo de nuestros artistas. Esto incluye educar a la comunidad sobre la importancia de asistir, apoyar y, sobre todo, pagar por el arte local.
El 2024 fue un año de aprendizajes y logros. Pero también fue un llamado a la acción para seguir consolidando una región que celebre su riqueza cultural. Mi compromiso sigue firme: abrir más puertas, derribar barreras y continuar luchando por el reconocimiento que nuestros artistas merecen. Estoy convencido de que juntos podemos construir un ecosistema cultural más fuerte y resiliente, donde el talento santandereano brille con toda su fuerza.
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*Artista y consejero cultural santandereano.
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