Por: José Federico Pelayo Rueda/ El caso, es que, si bien no sucede con todos, vemos día a día no solo en el poder político sino también en el religioso y el empresarial, personas que cambian de manera negativa y arrogante con aquellos de su mismo entorno.
De cierta manera, al llegar a un cargo que se ostente poder, la persona debe asumir esos retos con más responsabilidad y mucho carácter para saber tomar decisiones, y en algunas circunstancias tener una actitud más seria, más madura, de tal manera que quienes están bajo su mando vean una figura de autoridad que deben obedecer. En estos casos no debe existir ningún cuestionamiento.
Desde lo político, el cargo más alto del poder en el ejecutivo en el país lo ostenta el Presidente, seguidamente en las regiones el cargo más poderoso es el de Gobernador, y finalmente en las ciudades y pueblos es el Alcalde. Y es precisamente en los pueblos pequeños o de sexta categoría que la gente puede tener una cercanía con su autoridad política principal, ya sea por su poca población o por ser una región reducida en su límite territorial, tanto así que la mayoría de mandatarios son conocidos desde niños por gran parte de la población.
En cuanto a lo anterior sobra decir, que, dentro de los concejos municipales y sus funciones, el poder que ostentan es muy poco, por eso me parecería increíble que algún concejal de pueblo se le subiera el mínimo poder que ostenta a la cabeza, de tal forma nos centraremos más en quienes tienen el lapicero, en quienes, si manejan el poder, los alcaldes.
Hay dicho popular que reza “si los alcaldes fueran tan buenos administrando un municipio como fueron en la campaña viviríamos en el paraíso”. Y es preciso añadir que la mayoría de mandatarios que llegan al poder, es porque lograron convencer, persuadir a sus electores con excelentes propuestas y un carisma arrollador.
Es claro, que por más bueno que sea un mandatario siempre va a tener detractores, pero lo que más se le cuestiona a un alcalde es su terrible transformación del antes al después de ocupar el cargo. Y no me estoy enfocando en un personaje en específico, pero si en la experiencia que algunos municipios han tenido anteriormente.
Un primer factor de cambio en un mandatario puede ser la poca receptibilidad a las críticas, y esto debe tenerlo en cuenta cualquiera que busque a futuro un cargo por elección popular, siempre existirán las críticas, los que ostentamos un cargo público siempre estaremos en el ojo del huracán, y más los alcaldes. Y ante esto se puede decir, que si la persona no soporta con paciencia y madurez las críticas es mejor que se dedique a otra cosa, que se yo, a sembrar árboles, a trabajar con alguna ONG etc. Pero en la política las críticas tanto destructivas como constructivas serán el pan de cada día. Y esto es un factor determinante en el cambio de actitud de un mandatario, empieza a desesperarse por las críticas, cree que como ostenta el cargo más alto de su municipio, no se les puede decir nada y empiezan a ver a sus mismos electores como sus enemigos. Si bien hay que responder desde lo legal a supuestas injurias y calumnias, un mandatario no se puede quedar la mitad del tiempo en redes sociales viendo quien habla bien o mal de él.
Otro factor de cambio negativo en un mandatario es el encerramiento en su oficina. Lo lógico es que los mandatarios se centren en la gente, en el ser humano, por ende, su mandato debería ser más en las calles, en las veredas y desde su despacho, pero con las puertas abiertas a recibir a cualquier ciudadano, desde el empresario más rico del pueblo hasta el adulto mayor que tiene lo estrictamente necesario para vivir. Y si bien muchos lo hacen así, es una de los grandes fracasos en muchos mandatarios.
En campaña y en su vida común antes de ser elegidos, se mostraban con mucha disponibilidad de servir y trabajar por la comunidad, y elegidos se vuelven toscos, muy totalitarios y sin ninguna receptibilidad a cualquier sugerencia o petición, les empieza a desesperar la gente y solo atienden a aquellos que como decimos popularmente les están sobando chaqueta todo el tiempo, creen que no necesitan de presidentes de juntas, de organizaciones sociales y ambientales y consideran al Concejo Municipal como un cero a la izquierda, que solo quieren torpedear el trabajo del Alcalde, por el solo hecho de hacer control político. Esto suele suceder cuando el elegido no tiene la capacidad intelectual, formativa y sobre todo humanista para asumir un cargo, diría yo, quien se comporta así con su mismo pueblo, no solo se le debe considerar un mal mandatario, sino también una mala persona.
Dentro de lo dicho anteriormente, hay otro factor que no necesariamente puede ser un cambio de actitud cuando se llega al poder, y es el perfecto camuflaje. Personajes que aparecen de un momento a otro en el escenario político de algún territorio, hacen campaña y se presentan como la mejor opción, después que son elegidos les aparece su verdadera faceta, sencillamente el poder no los transformó, ya eran así, solo que muy astutos para conseguir adeptos y engañar a sus electores, acá cabría la frase de un pensador muy famoso del renacimiento, Nicolas Maquiavelo que dice “el fin justifica los medios”.
Finalmente, hay algo que no podemos dejar pasar por alto, y es que han existido y aún existen, muy buenos mandatarios, enamorados del servicio, alcaldes que dejan huella y que siempre pusieron el bien común primero que el bien particular, pero que también en un porcentaje grande, a veces se cuelan mandatarios que terminan haciéndole mucho daño a sus poblaciones y eso en parte se da por su prepotencia y arrogancia y porque no entendieron que el poder es efímero y se debe usar para servir y no para pisotear.
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*Caficultor, estudiante de Licenciatura en Filosofía de la UNAD y concejal del Municipio de Zapatoca.