Por: Jhon F Mieles Rueda/ No se trata de una noticia menor ni de una simple renovación técnica. Estamos hablando de una decisión que marca un antes y un después en la historia de nuestra defensa aérea. Por su magnitud, alcance y simbolismo, algunos ya la llaman, con justa razón, la compra de la década.
La confirmación del anuncio vino acompañada por un mensaje diplomático de alto nivel. Helena Storm, embajadora de Suecia en Colombia, destacó que esta adquisición fortalece los más de 150 años de relaciones bilaterales entre ambas naciones y responde directamente a las necesidades estratégicas del país.
Detrás del gesto protocolario, hay un mensaje claro: esta no es una compra aislada, sino un paso en firme hacia una cooperación tecnológica y geopolítica más sólida. Si bien el anuncio por parte del presidente Petro causo diversas reacciones políticas debido a que algunos de sus detractores, recordaron que tanto él como personalidades cercanas a su círculo criticaron, en su momento, una medida similar en el gobierno de Iván Duque.
Pero analicemos lo esencial: ¿qué tiene el Saab 39 Gripen que lo convierte en una jugada tan importante?
Según los medios de comunicación y expertos, este caza es considerado uno de los más avanzados de su clase. Es un avión de combate multipropósito, diseñado para misiones tanto defensivas como ofensivas, con una particularidad que lo hace ideal para Colombia: puede operar en múltiples entornos geográficos, desde montañas hasta costas remotas, lo cual es clave en un país tan diverso como el nuestro.
Además, incorpora un radar de última generación (AESA), sistemas de guerra electrónica, capacidad de combate en red (network-centric warfare) y una eficiencia operativa que reduce considerablemente los costos de mantenimiento. En términos simples: el Gripen ve más lejos, reacciona más rápido y puede adaptarse mejor a nuestras condiciones operacionales. No es solo más moderno que nuestra actual flota, es mucho más inteligente.
Y es que no podemos hablar del Gripen sin mencionar al protagonista silencioso de esta historia: el Kfir. Estos aviones israelíes, que llegaron al país en la década de 1980, cumplieron su labor durante muchos años. Pero lo cierto es que su ciclo útil ya terminó. Hoy, operarlos implica un gasto enorme en repuestos, mantenimiento y adaptación a sistemas que ya no son compatibles con las amenazas del siglo XXI. Con todo respeto por su legado, seguir apostando por ellos es como tratar de correr una el Tour de Francia con una bicicleta vieja: simplemente no da.
Por eso, esta renovación no es un lujo, es una necesidad. Colombia no está comprando estos aviones para iniciar una carrera armamentista, sino para garantizar su soberanía aérea, proteger sus fronteras y tener capacidad de respuesta frente a amenazas complejas que van desde vuelos ilegales hasta el crimen organizado transnacional. Y sí, también para tener una mayor capacidad de disuasión, porque en materia de seguridad, a veces lo más importante es que los demás países sepan que estás preparado.
Otro punto clave es que esta adquisición abre la puerta a nuevas formas de cooperación internacional. Saab, la empresa fabricante, ha mostrado en otros países una disposición a compartir tecnología, capacitar talento local y generar alianzas industriales. Si Colombia logra negociar con inteligencia, esta compra podría traducirse en transferencia tecnológica, generación de empleo especializado y fortalecimiento de capacidades nacionales. En otras palabras: no solo compramos aviones, sino también una oportunidad de modernizarnos como país.
Claro, no faltan las voces críticas. Algunas preocupaciones son legítimas: el costo del contrato, la necesidad de garantizar total transparencia en el proceso, y el debate de siempre sobre las prioridades del gasto público. Pero es importante dejar claro que seguridad y desarrollo no se excluyen, se complementan. Un país que quiere avanzar necesita garantizar su estabilidad, y eso incluye invertir en defensa, especialmente cuando se hace con visión de largo plazo.
Además, el Gripen no es solo una herramienta militar. También puede usarse en operaciones humanitarias, patrullaje aéreo, vigilancia ambiental e incluso como plataforma para entrenamiento avanzado. Es una aeronave que representa versatilidad, tecnología y eficiencia. No estamos hablando de un “juguete caro”, sino de una herramienta estratégica para el futuro.
En resumen, la adquisición de los Saab 39 Gripen representa una apuesta seria por la modernización de la Fuerza Aeroespacial Colombiana, la soberanía y la proyección internacional de Colombia. Marca el cierre de un ciclo y el inicio de uno nuevo, con más capacidad, más visión y más posibilidades.
No es una compra cualquiera. Es una decisión con sentido estratégico, una señal clara de que Colombia quiere recuperar su influencia militar en la región. Por todo eso, por su impacto, su simbolismo y su proyección esta no es solo una buena compra. Es, sin duda, la compra de la década.
Así se va a las alturas.
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*Profesional Agroforestal, escritor y político local.
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