Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ La verdad es que hoy reina la agresividad y la vocación de exterminar a quien no piensa igual; y la historia ha demostrado que se trata de temas integrados al ADN de la humanidad, a lo largo de la historia se ha demostrado que la combinación religión y política contribuyen a estos comportamientos, no olvidemos la obsesión pontificia desplegada entre los años 1096 y 1291 de nuestra era, por luchar a muerte contra “los herejes”, a través de nueve grandes cruzadas, barbaries a la que se dio el pomposo nombre de “guerras santas”.
Es paradójico que el balance histórico se haya inclinado a favor de Saladino, el gran sultán de Siria y Egipto que, no solo los derrotó, sino que su erudición, sabiduría y humanismo, le generó incluso la admiración y el respeto de sus agresores y adversarios.
En los últimos dos mil años de la historia de la civilización occidental, Políticos, Religiosos se han dedicado a enseñarnos que “los herejes” son los otros, los que no son como yo, los que piensan distinto, los que actúan distinto, los que no representan mi verdad y como herejes deben ser exterminados o ignorados y excluidos.
En esta perspectiva, “los herejes” que no se arrepienten, que no cambian, que no adoptan mis creencias, ya sean estas políticas o religiosas, deben ser eliminados, y están convencidos que pueden desaparecerlos sin cometer pecado alguno, ya en la hoguera, ya atravesados por mis flechas sagradas, ya fusilados con mis rifles bendecidos, ya ahorcados, vestirlos como sus enemigos, o lapidados. el método no es lo importante, lo importante es el castigo por su herejía, su rebeldía, su pensar diferente y en Colombia sí que han “eliminado” inocentes por pensar diferente.
La Inquisición, esa otra máquina de terror concebida para defender la fe cristiana, abundó de igual manera en desafueros, torturas y asesinatos sin fin, a lo largo de siglos. Todo está documentado.
Es de público conocimiento el afecto y apoyo de su Santidad Pio XII al régimen nazi, el mismo que persiguió con sevicia a los judíos a los que consideraba diferentes, a los homosexuales, de hecho, aplicando el párrafo 175 del código penal alemán, Hitler detuvo, torturó, encarceló y envió a los campos de concentración a más de 15.000 hombres gay que, para variar, eran marcados con un triángulo de color rosa muy visible en su uniforme del campo.
El periodista Frédéric Martel escribió un libro: “Sodoma, poder y escándalo en El Vaticano” (Editorial Roca 2019. Madrid) en donde afirma que el 80% de los miembros del clero católico romano que trabaja en la “Santa Sede”, son homosexuales. No olvidemos que las bacanales del Cardenal colombiano Alfonso López Trujillo en Roma, con seminaristas y jóvenes sacerdotes, fueron festines inocultables.
A no dudarlo, la incoherencia ha sido una práctica enseñada por la Iglesia Católica a lo largo de centenares y centenares de años. Una enseñanza incontrovertible practicada de manera sistemática, con el lenguaje del ejemplo.
Cuanta falta le harán a la iglesia católica, los Papas: Juan Pablo II y el Papa Francisco, dos grandes impulsadores del cambio; de igual forma reconocer el arrepentimiento, y posterior renuncia del papa Benedicto XVI, para la llegada del Papa francisco quien busco una mayor transparencia, e inicio una lucha contra la corrupción y los abusos sexuales, busco una mayor participación de laicos y mujeres en cargos de responsabilidad. También promovió una Iglesia más inclusiva y cercana a los más necesitados, especialmente a través de su énfasis en la «periferia existencial”, ojalá la iglesia católica siga por estos senderos y nombre un buen sucesor del Papa Francisco de quien me declaro su admirador.
Es increíble como personas por tener una condición diferente como: la homosexualidad masculina, el lesbianismo femenino, el drogadicto enfermo, quien ejerce la prostitución, quienes tienen una afectación en su salud que deriva una condición diferente, incluso quienes su cara y su figura no es la más esbelta, o por su color de piel, o por su origen, sufren estigmatizaciones globales, y una persecución institucional, en 67 países y dos territorios del planeta, es legal tanto proscribirlos como sancionarlos, con castigos “que van desde unos pocos meses de prisión hasta la pena de muerte”.
Seguramente por lo acostumbrados a la violencia, la barbarie, ya olvidamos el crimen atroz del que fue víctima Sara Millerey González Borja; los suplicios a que fue sometida; la sevicia de la tortura infligida; la difusión desalmada de su agonía por las redes sociales; la indiferencia de los espectadores y los internautas; constituyen una muestra vergonzosa de la manera como se nos ha enseñado que debemos actuar con “el hereje”, con el que es diferente a nosotros.
Sara Millerey es una víctima que ha tenido gran resonancia mediática, pero la crueldad ejercida sobre ella no es una novedad, ni es la única que ha ocurrido, en términos estadísticos, este año han asesinado cada tres días a una mujer trans en Colombia, No debe extrañar a nadie que el más alto porcentaje haya ocurrido en Antioquia, la cuna de la “famosa gente de bien”, el territorio en donde “los buenos somos más”.
Hoy, ya simplemente se acepta y se da un nombre para disimular la aversión y rechazo a esas personas “es que soy transfobico, misógino, feofobico, racista, xenofóbico, y así se justifican esas actuaciones en contra de quien es diferente, ocurre que las fobias son trastornos de ansiedad, son miedos y son disfunciones psicológicas, definir la aversión a las personas diferentes como una fobia, no es precisamente correcto. Ha surgido la palabra “transmisia” que adopta la acepción griega “misia” cuya traducción es odio; y eso es… Es un odio hacia las personas diferentes, en la misma lógica del odio al hereje, odio al otro, odio al diferente.
He hecho referencia a la Iglesia católica por el innegable poder que ostentó durante milenios, pero es evidente que ella heredó a su vez de otras culturas, la aversión al otro.
Esa distinción milenaria entre lo que somos “nosotros”, la manera como pensamos “nosotros” y lo que son “ellos” y lo que piensan “ellos, es más antigua que la cristiandad, los esclavos y las mujeres en la Grecia antigua y en la Roma antigua, por ejemplo, eran “otros”, aunque hicieran parte de la misma cultura, así que establecer rangos, crear posiciones de inferioridad, regodearse con el ejercicio de la dominación, constituye un sello de la sociedad clasista y humillante, es bien sabido que las guerras se asumían siempre como una confrontación entre nosotros y los otros… Los otros eran siempre, unos “bárbaros”.
Hegel lo explicó de manera brillante, es célebre su frase “cada conciencia persigue la muerte del otro”. Una frase que es explicada en la perspectiva de lo que él denomina el desarrollo de la conciencia, luego entonces pareciera normal que el individuo en su búsqueda de reconocimiento y autoconciencia, vea en el otro una amenaza para su existencia y por ello debe “eliminarlo”
El proceso de desarrollo de la conciencia permite, según Hegel, descubrir una cosa extraordinaria: que la autoconciencia, el saber quién soy yo, solo es posible a través del reconocimiento mutuo entre el yo y el otro; y esto solo puede ser posible en la relación con el otro.
La destrucción del otro se ha exacerbado en la actualidad, en todos los campos, en lo político, en el trabajo, en las relaciones personales, en el lugar de residencia con los vecinos, en las calles, solo por el hecho de ser diferente, de pensar diferente, y no ser como las hojas secas que van donde el viento las lleve, quieren gente sin personalidad, sin pensamiento crítico, sin capacidad de debate, de análisis y propuestas, la insensibilidad hacia el otro es el común denominador.
La abrumadora descarga de noticias, segundo a segundo, sobre las tragedias diarias de esta humanidad perdida; las masacres, la barbarie, el hambre, la violencia; rebasan todos los límites, y entonces, superados los umbrales que permitirían una mirada crítica, o que generarían cualquier tipo de análisis; ha desencadenado, por el contrario, una “desensibilización” colectiva, la desaparición de la empatía, un desconocimiento total sobre el sufrimiento de los otros, se ha normalizado y aceptado las tragedias, las masacres, los insultos y agresiones a los vecinos, a los compañeros de trabajo etc.
Se está construyendo una sociedad bajo la idea y el comportamiento absurdo del yo y solo yo, donde solo yo tengo derecho a todo y la hegemonía del poder no puede ser cuestionada, donde unos pocos son los dueños de la razón, no aceptan razones o cuestionamientos, este actuar es el claro ejemplo de la intransigencia, de la egolatría y el dogmatismo.
Son personas que no están dispuestas a ceder o negociar, ni siquiera a cambiar de opinión, incluso ante razones válidas o pruebas convincentes, «el dogmático» es alguien que se aferra a una opinión o creencia sin estar dispuesto a considerar otros puntos de vista o evidencia contraria, de allí la generalización de la intolerancia absoluta.
La conclusión dolorosa de los comportamientos generalizados escritos en esta columna que se están dando en el mundo contemporáneo, son la evidencia de una erosión total de la civilidad, la verdad, la decencia, la tolerancia, el respeto y la compasión.
El humanismo, que es una condición esencial de nuestra naturaleza, se ha marchitado y amenaza con desaparecer.
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*Profesional en Mercadeo
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Todo se resume en *Amarás a tu prójimo como a ti mismo*. Gracias Bendiciones 🙏🙏🙏