Por: Juvenal Bolívar Vega/ En Santander, la política ha tomado un giro desconcertante. El Gobernador Juvenal Díaz Mateus, quien llegó al poder con la promesa de devolverle la seguridad y el protagonismo al departamento, hoy parece más enfocado en librar una batalla personal contra el presidente Gustavo Petro que en gobernar con eficacia.
Su discurso se mueve entre la súplica y la confrontación, entre el lamento por la falta de recursos y la crítica incendiaria al Gobierno Nacional. Esta ambivalencia no solo lo deja mal parado políticamente, sino que también perjudica gravemente a los santandereanos, quienes ven cómo se esfuman las oportunidades de desarrollo por cuenta de una relación institucional rota.
En distintos escenarios, el Gobernador Díaz Mateus ha denunciado públicamente que el Gobierno Nacional le ha cerrado la llave de los recursos. Ha hablado de abandono, de castigo político, de una supuesta retaliación por no alinearse con la ideología del presidente Petro. En foros como el de la Ruta de las Regiones, ha reclamado que se les asignan más competencias a los entes territoriales sin el respaldo presupuestal necesario. Y aunque este reclamo puede tener fundamentos estructurales, pierde legitimidad cuando se contrasta con su actitud beligerante y provocadora frente al Ejecutivo. Porque, mientras por un lado exige recursos, por el otro lanza acusaciones graves.
En respuesta a declaraciones del presidente Petro sobre un supuesto golpe de Estado gestado desde las regiones, Díaz Mateus no solo se defendió con vehemencia, sino que acusó al mandatario nacional de calumniarlo y de utilizar los recursos del Estado como arma política.
En sus redes sociales y apariciones públicas, ha reiterado que el Presidente “quiere castigar a los santandereanos” y ha rechazado con dureza la participación de exjefes criminales en actos del Gobierno Nacional. Su tono ha sido más el de un opositor en campaña que el de un gobernador en ejercicio.
Esta postura ambigua —pedir con una mano y golpear con la otra— ha tenido consecuencias concretas. Santander ha quedado al margen de muchas de las inversiones estratégicas del Gobierno Nacional. Mientras otros departamentos avanzan en proyectos de infraestructura, salud y educación con respaldo del Ejecutivo, en Santander las obras se estancan o se ejecutan sin articulación con la administración departamental: Un ejemplo claro es la construcción de la sede urbana del Instituto Universitario de la Paz (Unipaz), una inversión significativa que se ha gestionado directamente desde Bogotá, sin protagonismo del Gobernador.
El resultado es un gobernador convertido en espectador. Juvenal Díaz Mateus ha perdido capacidad de interlocución con el Gobierno Nacional, y con ello, la posibilidad de incidir en la priorización de proyectos clave para el departamento. Su apuesta estrella, la Seguridad Ciudadana, tampoco ha mostrado avances contundentes. A pesar de haber promovido la creación de una Tasa de Seguridad para financiar acciones en esta materia (y que está al borde de caerse), los resultados siguen siendo difusos y la percepción de inseguridad persiste en varias zonas del territorio santandereano.
Es necesario recordarle al Gobernador que su rol no es el de un agitador político, sino el de un gestor público. Gobernar implica dialogar, construir puentes, negociar con altura. No se trata de renunciar a las convicciones ni de someterse a los designios del poder central, pero sí de entender que la confrontación permanente es una estrategia estéril cuando lo que está en juego es el bienestar de millones de ciudadanos.
Los gobernadores que lo precedieron —como Didier Tavera, Horacio Serpa (QEPD), Richard Aguilar o Mauricio Aguilar— lograron avanzar en sus planes de desarrollo gracias a una relación fluida con el Gobierno Nacional, independientemente de las diferencias ideológicas.
La política no puede convertirse en un obstáculo para la inversión pública. Las diferencias entre el Gobernador Díaz y el presidente Petro no deberían traducirse en parálisis institucional. Es legítimo que existan posturas distintas, pero es irresponsable que esas diferencias se conviertan en un muro que impida el flujo de recursos y la ejecución de proyectos. En este pulso político, los únicos que pierden son los santandereanos.
El Gobernador aún está a tiempo de rectificar. Puede optar por un liderazgo más pragmático, centrado en resultados y no en polémicas. Puede tender puentes con el Gobierno Nacional, buscar consensos, priorizar las necesidades del departamento por encima de las disputas ideológicas. Gobernar no es gritar más fuerte, sino saber escuchar, negociar y actuar con inteligencia.
Santander necesita un Gobernador que gestione, no que se victimice. Que construya, no que confronte. Que entienda que el poder no se ejerce desde la tribuna, sino desde la capacidad de transformar la realidad con hechos. Juvenal Díaz Mateus tiene la oportunidad de cambiar el rumbo. La pregunta es si está dispuesto a hacerlo.
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*Comunicador Social, Candidato MBA con concentración en Marketing Digital, Diplomado en Marketing Político y docente universitario.
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