Por: Ruth Stella Catalina Muñoz Serrano/ Aunque Colombia sea pionera en esta iniciativa de promover la participación juvenil, su impacto es cuestionable por que la baja participación en las urnas no se relaciona con la cantidad de jóvenes votantes con capacidad de votar, es decir desde los 14 años hasta los 28 años, tal como se reconoce en el Estatuto de Ciudadanía Juvenil, ¿lo anterior será producto del desinterés, la perdida de confianza frente a los procesos institucionales o la falta de continuidad en los programas?
En ese sentido, ¿el Estado debe ponerse los pantalones para crear una pedagogía que integre una instancia de juventudes real, no que pase de mano con diferentes ministerios o viceministerios, donde cada uno desintegre lo que el anterior hizo? O, ¿realmente lo jóvenes no se encuentran interesados?
Porque los liderazgos juveniles siguen creciendo y justamente, aunque los Consejos de Juventud nacieron para que autónomamente los jóvenes incidieran en el desarrollo de las políticas publicas y las diferentes agendas juveniles de cada territorio, esto a la luz de la verdad, se quedó solo en el papel, muchos jóvenes aun no saben que existe el CMJ o para que sirve y como pueden hacer parte de las decisiones publicas sobre los programas, actividades, eventos o servicios que se construyen para esta población, si bien es cierto, muchos lo hacen solo desde la crítica, poco se integran para conocer la institucionalidad.
En ese sentido, es necesario que no se siga representando como un fracaso la inversión que se hace a nivel de logística electoral sin una campaña pedagógica solida que se fundamente desde la educación social y política, no desde un concepto frío que no se conecte con las realidades de los jóvenes, sino desde una democracia que se ha venido reconstruyendo y que hoy es una colcha de retazos, tal como se observa la casa de una persona hecha de madera y lata, apenas pudiendo sostenerse, así tal cual esta nuestra democracia, tratándose de sostenerse después de cada gobierno.
Ni es fracaso participativo o falta de pedagogía, sino es la desarticulación que hay entre la institucionalidad y los nuevos modelos juveniles, que desconocen al joven fuera de acciones básicas como estudiar y elegir una profesión; permitirle al joven que sea reconocido sin que su opinión sea infantilizada y se reconozcan como ciudadanos reales o como reales agentes de cambio; no son un fracaso las elecciones al CMJ, son la oportunidad para proponer pedagogías políticas desde la infancia, espacio de escucha significativos para los jóvenes y una conexión profunda con respecto al presente y lo que cada joven puede aportar, es decir, la infraestructura de los lugares les pertenece, las decisiones de esta población les pertenece, pero muchos no se han visto identificados, porque ni el mismo Estado sabe como manejarlo, mucho se ha denunciado el poco apoyo institucional.
¿Cómo va a florecer una iniciativa si ni siquiera se le riega?
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*Docente, Psicóloga (UNAD), Especialista en Gerencia de Proyectos (Uniminuto), Magister en Psicología comunitaria (UNAD).
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