Por: María Isabel Ballesteros/ Un día como hoy, en el año 270 A.C., fue decapitado, por orden del emperador Claudio II, un sacerdote cristiano que desafió la prohibición de casar soldados romanos, a quienes el gobernante consideraba más sobresalientes si permanecían solteros. Dicho personaje se llamaba Valentín y mientras esperaba el día de su ejecución, se enamoró de la hija del carcelero a quien en un acto de fe le entregó una nota de despedida, sabiendo que sería lo primero que la joven ciega lograría ver, desde que nació, y donde confesaba su amor con estas sencillas palabras: “De tu Valentín”.
224 años después del milagro y durante el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica incluyó en el calendario litúrgico el 14 de febrero para rendir homenaje a este mártir, que prefirió “obedecer a Dios, antes que a los hombres” y quien literalmente murió por causa de los enamorados.
Es cierto que San Valentín siempre ha tenido mayor resonancia en el extranjero, pero en Colombia se festeja en septiembre como el Día del Amor y la Amistad. El cambio se dio cuando los comerciantes, en 1969, pidieron al gobierno trasladar esta celebración al noveno mes, dado que febrero coincidía con la temporada escolar e implicaba uno de los mayores gastos para las familias colombianas. Además, el fenómeno de la globalización ha venido popularizando gradualmente esta fiesta en el país desde hace más de una década.
En términos económicos esta es una gran oportunidad para convertir el segundo mes del 2021 en un pico de ventas y para impulsar el comercio, después de las promociones del mes de enero o antes de la temporada del Día de la Madre. Además, esta fecha es clave para los floricultores del país, pues en San Valentín se exporta a los Estados Unidos, en promedio, el 15% del producto anual y este año, Asocolflores indica que esperan vender más de 700 millones de tallos, lo cual también beneficiaría a las aerolíneas de carga.
Las mediciones de la Cámara Colombiana de Comercio Electrónico (CCCE) demuestran que el e-commerce se incrementó con la pandemia en los diferentes sectores, y otros estudios indican que el mayor número de transacciones se realizan en Cali, Medellín, Bogotá y Bucaramanga. De igual manera Picodi, una plataforma de descuentos en internet, posiciona a Santander, Casanare y Norte de Santander como los departamentos donde más crecieron las búsquedas en Google, relacionadas con San Valentín, lo que demuestra un aumento del interés hacia esta festividad.
Sin embargo, al observar las redes sociales, se percibe que en el país todavía hay escépticos con respecto a esta fiesta, pues nos encontramos con diversos comentarios que la consideran irrelevante para nuestra cultura, hasta múltiples memes que incluso la ridiculizan. La verdad creo que esta polémica se da sencillamente por falta de información, pues en resumidas cuentas todos los días son propicios para manifestar el amor y ya sea en febrero o en septiembre, conmemoramos al mismo personaje y sus admirables acciones.
Aunque el siglo XXI nos propone como ciudadanos del mundo, también las diferencias culturales nos enriquecen y son una maravillosa oportunidad para unirnos en torno a los valores humanos comunes. Por ello, creo que superando las críticas a San Valentín o a cualquier otra celebración, que en consecuencia con nuestro sistema económico siempre tendrán una connotación comercial, de lo que se trata en realidad es entender la esencia o el valor de las festividades.
Estos acontecimientos sociales y culturales permiten preservar nuestra memoria y logros humanos, crear identidad, sentido de pertenencia, romper con la rutina y darle un significado especial a ciertas fechas del calendario. El problema es que a veces juzgamos con simpleza cuando incluso podemos aterrizar una fecha como ésta a lo más autóctono de nuestra cultura. En mi caso, opto por endulzar a mis amigos y familiares con bocadillos de Mogotes o veleños, regalo chocolates de San Vicente o aprovecho esta ocasión para dejarme seducir por la maravillosa naturaleza de mi departamento.
Estoy casi segura que pocos despreciarían un viaje en globo aerostático por Charalá, conducir una moto acuática en Hidrosogamoso, caminar por un parque de ceibas y gallineros en San Gil, saborear las hormigas culonas o cualquier plato de nuestra gastronomía local, y en el más sencillo y romántico de los casos ir de la mano por las calles en piedra de los pueblitos lindos de Santander.
En fin, todo depende de cómo se mire, pero si se trata del amor o la amistad no deberíamos contenernos, pues una buena actitud desarma los corazones y si algo hemos aprendido, en especial este último año, es sobre nuestra fragilidad y quienes hoy están cerca, mañana podrían no estarlo. Razón tuvieron en el País de las Maravillas al responder este interrogante: “—¿Cuánto tiempo es para siempre? — A veces solo un segundo”.
Por todo esto, en un acto de gratitud porque cualquier pretexto para celebrar el amor es perfecto y maravilloso, hoy dedico esta columna con una nota muy personal: ¡Bienvenido San Valentín!, de María Isabel, para ti.
*Asesora en Sistemas Integrados de Calidad.
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