Por: Óscar Prada/ ¡Reactivar la economía! ¡Preservar el erario público! ¡Cumplir a cabalidad los planes de desarrollo! ¡Atender la pandemia! Si bien en el año corriente se cumple la tercera década de la promulgación de la Constitución de 1991, donde se dejó atrás el largo pasado decimonónico de su antecesora; y se erigía en ese entonces una nueva era mucho más incluyente y moderna, enmarcada en el ser de la nación como un Estado social de Derecho; pero ustedes se preguntarán, ¿qué relación tiene la Carta Magna con respecto a las primeras diecisiete palabras que principian esta columna? La respuesta es: Unificar las elecciones.
Para el director de la Federación de Municipios, las acciones enunciadas al comienzo del anterior parágrafo, serían las bondadosas consecuencias de unificar las elecciones presidenciales, legislativas y locales; ya que el mismo directivo aduce el inmenso costo que representa celebrar los comicios en fechas distintas; al igual fortalece su tesis de la unificación electoral exponiendo la “perdida” del año anterior en la realización de los planes de gobierno departamentales y nacionales, para ello concibió la idea de alargar el actual periodo presidencial a modo de empatar las elecciones a grosso modo.
Analizando el anterior acápite, valdría replantear el dogma de cumplir los planes de desarrollo planteados, veámoslo al acontecer este punto de inflexión histórico, llamado Covid-19; por ello se puede inferir que muy seguramente los futuros planes de desarrollo de las posteriores administraciones no abordaran la situación como antes; más bien habría de entenderse el cambio drástico de la sociedad en el desafío del presente y evitar la negación de volver al antes, para aceptar que la verdadera naturaleza de la política y la administración pública es la lectura correcta de los cambios que acontecen en la sociedad; y siendo claros…¡el cambio salta a la vista!
¿Será conveniente ingresar al quirófano a nuestra cuasi treintañera Constitución, luego de tres décadas de cirugías invasivas, diagnósticos incorrectos, tratamientos con efectos adversos, y enfermedades crónicas? Quizás mejor la respuesta a esa intervención la pueden plantear nuestros eminentes cuerpos de cirujanos de las leyes, el cual muy posiblemente insertaran un acto legislativo a nuestra sufrida Carta Magna; sin embargo, sin la respectiva asepsia en el quirófano, muy seguramente nuestra Constitución también sería víctima del temido Covid-19.
El unificar las elecciones, daría paso a una sintomatología típica de la pandemia… ¡Perder el sentido del gusto! Las elecciones regionales perderían su sabor, su identidad y se verían adheridos los perfiles de los candidatos locales al candidato presidencial de su colectividad; además el unificar las elecciones, sería prácticamente someter al electorado de padecer asfixia crónica, al intentar escoger a un sinnúmero de candidatos distribuidos en un dosier de tarjetones; luego de una agitada campaña de súper-elecciones, donde nos desplomaremos al momento de votar, por falta de aire, y sin respiradores a la vista.
¿Es prudente realizar una reforma de magnitudes colosales como la planteada, en los actuales tiempos de múltiples avatares? La respuesta a ese interrogante está en el manual de Instrucciones del Estado; en este caso nuestra Constitución; esta fue tan cuidadosa que inclusive estuvo preparada para una apoca adversa como la que transcurre, y esta previamente consignado en su artículo 215.
La actual administración recurrió a tan excepcional artículo, y tomó todas las atribuciones conferidas en derecho para apalear la adversa y atípica situación; para ello promulgo un vasto número de decretos, lo cuales la administración en su albedrio, los concateno con las actuales leyes para contener el impacto de la tormenta; no obstante un paquete de reformas para contener el inmenso leviatán socioeconómico, de tan desproporcionadas magnitudes; desafortunadamente no fue suficiente, y como todos sabemos, el enumerar el gran número de aristas situacionales, producto de la adversidad que acaece, no es posible de manera practica en este escrito debido a su extensa complejidad.
Por último, desde un punto de vista presuntivo, de materializarse tan colosal reforma, ¿tendríamos la robustez institucional para verificar a cabalidad un único super-comicio? ¿El Estado tiene los recursos logísticos para llevar al instante y de manera oportuna los múltiples conteos, de una manera responsable?
Ahora bien, la sociedad es la finalidad del Estado, seria ventajoso detenernos y pensar, ¿cuál sería el costo social de tan colosal reforma?, o mejor, ¿vale lo que cuesta?, son al parecer muchos cuestionamientos que solo el pasar de la historia y los acontecimientos responderán con claridad. A hoy los colombianos intentamos ver las cosas que más nos une, en vez de aquellas que nos dividen; intentamos construir una sociedad y superar nuestras diferencias, vencer los odios y ver al futuro aprendiendo del pasado, de manos de nuestras aletargadas instituciones; sin embargo, cuestionémonos ¿unificar, nos une?
*Ingeniero Civil, estudiante de Derecho.
Twitter: @OscarPrada12