Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Uno de los principales problemas actitudinales de nuestra sociedad es la indiferencia, nos hemos acostumbrado a ver el dolor en los demás sin perturbarnos, un buen caso para demostrar la indiferencia en que vivimos es la profunda asimetría de la que somos vergonzosos testigos en relación con el hambre, de millones de seres humanos, con la violencia existente que ocasionan miles de muertes, caminamos por calles llenas de mendicidad, de robos, estos hechos demuestran el funcionamiento de la indiferencia.
Sumado a lo anterior los medios nos bombardean con imágenes de tragedias que ocurren en el mundo y como es el pan de cada día ya nos acostumbramos a ellas, entonces construimos una muralla de indiferencia, la cual también hemos trasladado a nuestras vidas personales, no hay tiempo para escuchar al otro, no tenemos espacio en el corazón para escuchar y mucho menos para caminar con ellos y acompañarlos.
Nos volvimos expertos en dar solución, sin participación, dado que cuando estos problemas se convierten en noticia, inmediatamente opinamos, instalamos el tema en nuestro entorno, nos quejamos del rol del estado, reclamamos, manifestamos, protestamos, nos solidarizamos, y pasamos por diversos estadios, y solo llegamos al lamento, al reclamo y a la espera que otro resuelva por nosotros un problema de todos, y continuamos en ese abandono consciente, en el trascurrir de la desidia, haciéndonos indiferentes, y así sigue el ciclo, recordemos a Martin Luther King “No me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos”.
Suelo remitirme a tiempos pasados de una infancia rodeado de gente buena, cuya mayor riqueza era la solidaridad, el respeto, y en este sentido vienen a mi mente recuerdos de mi madre enferma, ver como las vecinas traían a la casa, (caldos, sopas, aguas, comida, etc.), vecinas que llegaban a hacer la visita como muestra de solidaridad, de preocupación y así el ciclo se repetía cuando la enfermedad visitaba otra casa, se que me van a decir pero como se le ocurre con el Covid eso no se puede, ¿pero antes del Covid como actuábamos?, o ante problemas que aquejan al país, como la inseguridad, las muertes, la corrupción, etc. pregunto: ¿cómo estamos actuando?
Revisemos nuestra actitud frente a los problemas políticos que aquejan a Colombia, en este campo también somos indiferentes, no debería ser así, toda vez que es un compromiso nuestro para que las próximas generaciones vivan otro país, un país más civilizado, más progresista, sin miedos justificados, para ello se hace necesario que jóvenes, adultos, la ciudadanía en general salgamos de esta indiferencia, y la mejor forma es hacernos presentes, participando del ejercicio democrático, votando, alzando nuestra voz, presentando nuestras ideas, hacer que nuestro voto sea decisivo, el solo hecho de participar en el debate público, independiente de las ideas que cada uno profesemos; nos salva de toda responsabilidad, el no hacerlo, no solo es ingenuo, sino totalmente irresponsable, debemos expresar nuestras ideas, el expresarlas con vehemencia dentro de las normas legales existentes, obliga al estado y al resto del país a actuar, a velar por el cumplimiento de las leyes, si no lo hacemos cargamos con el pecado de dejar pasar la oportunidad de aportar para lograr el cambio que requiere el país, más cuando observamos una sociedad que a veces parece haber perdido su norte, por eso en este campo también debemos dejar atrás la indiferencia.
Si trasladamos la indiferencia al campo personal observamos que quienes se obsesionan demasiado por su ego, los ególatras, se vuelven indiferente a lo demás y a los demás, al fijar toda su atención en su propio yo, si bien es cierto que en ocasiones la indiferencia sólo es autodefensa, a menudo es también una actitud neurótica, autodefensiva, que atrinchera el yo de la persona ya sea por miedo a ser menospreciado, desconsiderado, herido, puesto en tela de juicio o ignorado, incluso se ejerce bajo una actitud de prepotencia o arrogancia, en otras ocasiones se esconde en una actitud de modestia y humildad, y es allí donde debemos ver que no hay nada más desconcertante y dañino que sentir un vacío emocional, sobre todo si este proviene de personas que nos resultan significativas, es que la indiferencia emocional esté catalogada como una de las formas de violencia encubiertas sobre todo en la educación de los niños.
Es claro que la indiferencia endurece a las personas, es más, es lo que recomiendan ante un tema de desamor o incluso de conquista se oye decir “sea indiferente”, “no demuestre tanto”, “no sea bobo (a)” será porque la indiferencia impide la identificación con los demás, frustra las potencialidades de afecto y acoraza el yo e invita al aislacionismo interior
No ignoremos a las personas, el vacío que siente una persona cuando alguien la pasa por alto es muy grande, todo ser humano esta ávido de retroalimentación, de afecto, recordemos que las relaciones interpersonales son como un refinado baile de movimientos en el cual nos vamos ajustando en dependencia de las respuestas del otro, si nos devolvemos a la infancia podemos recordar que mirábamos la imagen de nuestros padres o de alguna figura pública e íbamos conformando nuestra autoimagen, de manera que si solo obtenemos como respuesta la indiferencia, es probable que nos sintamos muy inseguros.
Si bien es cierto que estamos en un mundo donde existe diversidad de comportamientos y no podemos obligar a las personas a que nos traten de una manera diversa y abandonen su actitud indiferente, esta actitud no debe afectarnos significativamente, ahora cuando se trate de alguien realmente importante y significativo para nosotros, podemos esforzarnos por conocerle mejor y poner en práctica comportamientos que hagan resonancia con su sistema emocional.
Al revisar que es la indiferencia encontramos que este actuar está enmarcado como un mecanismo de defensa que afecta el comportamiento humano porque significa cerrar nuestro campo emocional y así no sentir alegría, compasión o expresar alguna emoción al respecto de alguien o algo, lo que significa no querer involucrarnos y poner una barrera de protección, regularmente la indiferencia se da porque tenemos, rabia, miedo o tristeza.
Somos indiferentes al indigente de la calle, a la contaminación, a la situación de los animales, a los robos callejeros, a la violencia contra la mujer, a la corrupción, etc.
Lo repito sé que hoy en día suceden a diario muchas cosas terribles en el mundo, hechos a los cuales no queremos abrirles la puerta para no tener que lidiar con esas emociones, porque ya tenemos demasiados asuntos que resolver en nuestras ocupadas vidas, quizá exista razón en ello, pero no se entiende como pedimos y queremos solidaridad para nuestras causas, pero paradójicamente exigimos el respeto y el derecho a involucrarnos o no en otras causas.
Cierro con una frase de Teresa de Calcuta que decía: “El mayor mal en la actualidad, es la falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, corrupción, pobreza y enfermedad”.
La indiferencia es el antivalor de la solidaridad, quien es indiferente no siente, no actúa.
*Profesional en Mercadeo
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