Por: Roberto Aponte/ Querer tocar el sol con sus hojas, el anhelo de la mayoría de plantas, brotar y crecer ante las adversidades demuestra el esfuerzo de estos seres. En los ecosistemas más difíciles las plantas adaptan sus hojas a las condiciones ambientales todo con tal de contribuir a su función de aportar oxígeno al lugar donde crecen. Enroscadas rosetas acompañadas de flores amarillas se alzan en ese mar de niebla que muchas de sus hermanas no han logrado conquistar.
El páramo es un ecosistema único debido a las condiciones creadas por la altitud y su ubicación en los trópicos por eso su principal muestra de vegetación se ve solo en las altas montañas de Colombia, Venezuela y Ecuador convirtiéndose en orgullo nacional. Muchos de estos lugares en nuestro país son muy húmedos por lo que usualmente están cubiertos de densa niebla convirtiéndose en un frío paisaje mágico que a pesar de sus condiciones está lleno de vida.
Los frailejones (Espeletia spp) son los campeones del frío, han conquistado un hábitat tan extremo como son los páramos, donde las bajas temperatura no son la única adversidad, también se han adaptado a la alta irradiación UV y la escasez fisiológica de agua.
Además de darle estabilidad a esos gélidos suelos, su aporte consiste en tomar el agua de las neblinas y conservarla para en tiempos de sequía liberarla al suelo con sus raíces. Sus hojas son su principal mecanismo de defensa, estas son gruesas y peludas para conservar el calor y disipar la radiación, las que mueren no caen, sino que permanecen como si fueran un escudo que protege a esta planta del frío. Incluso las flores parecen que estuvieran arropadas para abrigarse. Ofrecen alimentos a tenaces avecillas que prosperan en este entorno sumado a que sus hojas y flores tienen propiedades medicinales.
El gran frailejón (Espeletia grandiflora) se convierte en la memoria andina, cada frailejón crece un centímetro por año, no obstante, esta especie ha alcanzado hasta dos o tres metros que equivalen a doscientos o trescientos años de existencia. Se han vuelto confidentes del terreno gélido, su tamaño es evidencia de su paciencia y tenacidad. Por esto son el gran sobreviviente de los páramos, pero su labor se enfoca en ese lugar único que lo ha convertido en la bella especie que es, desafortunadamente es frágil ante la acción humana.
El tiempo que le ha tomado al gran frailejón realizar su lucha por alcanzar su notable altura es una muestra de lo delicado que es el páramo en sí, frágil belleza que denota este ambiente, la colonización y presencia de ganadería en estos lugares presenta alteraciones al ecosistema sumado a que los impactos son mayores ante actividades como la minería. Hay varias especies de frailejón que se encuentran amenazadas y su ausencia en el ecosistema acarrea la disminución de agua proveniente de las altas montañas.
Los seres humanos poco a poco se han vuelto conscientes de la necesidad de proteger estas fábricas de agua, los suministros hídricos de todo un país. Esta noble labor forma parte de la belleza interna de estas plantas, porque ya notamos como su belleza exterior resulta fascinante.
La presencia de los frailejones es una muestra del cobijo cálido que la biodiversidad demuestra en nuestro país, un ejemplo de como las especies que se adaptan a estos entornos merecen un gran reconocimiento por ser los constructores de ese enternecedor paisaje.
La conservación del páramo no solo otorga tranquilidad para aquellos que lo visitan, es una fuente de estudio de la vida en sí misma, de cómo cada criatura ejerce su lucha y entre todos crean un ecosistema, uno que recibe la consigna de estratégico ya que su bienestar afecta a los territorios que se encuentran en las partes bajas de la montaña.
Los páramos son lugares maravillosos, la experiencia única que otorgan es algo que debe preservarse, sobre todo por aquellas criaturas que siempre lo han habitado, aquel que por cada año ha tenido la paciencia para sobrevivir y dar cobijo directo e indirecto a otros seres vivos, el gran frailejón.
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*Ingeniero Ambiental y escritor
Twitter: @robustories