Por: Óscar Prada/
– En esta esquina se encuentra: ¡la salud pública!
– Y en esta otra: ¡la salud individual!
– ¡Enfrentando un round a muerte!
Dos criterios reguladores de la vida misma; un dueto de almas gemelas librando un inédito cara a cara. ¿Cuál es la causa?, un carnet de vacunación que las pretende identificar.
La nueva implementación del carnet de vacunación para ingresar a ciertos sitios, vislumbra un camino espinoso. Para unos, una noqueada a la libertad individual; para otros, el “pase libre” de la nueva normalidad. ¿Un obstáculo?; ¿una nueva oportunidad? Todo depende.
El duro confinamiento, la batalla de la salud pública, las restricciones físicas y el no saber qué hacer; son por nombrar, algunos ingredientes que sazonan la pandemia cocinada en el mundo.
Una receta depende de sus ingredientes, y de la preparación del chef de turno. En el caso colombiano, ¿qué platillo podrá salir, si el chef inexperto prepara a fuego lento la mezcla del desempleo, la enfermedad y el pesimismo?; el resultado final: ¡Una vomitiva crisis social!
Alemania, la economía más robusta de Europa, líder del Euro, vanguardista; y como dicen por ahí, ¡una nación bendecida, y prosperada en victorias!; no ha obtenido la receta perfecta a pesar de tan cuidadosa preparación anti pandemia, registrando nuevos casos por Covid-19.
La realidad alemana no es lo que aparenta; y si bien los diarios informan el disparo de contagios por Covid-19; la prensa pasa por alto la sustancial disminución del porcentaje de muertes, en comparación a los tiempos en que se suplicaba una vacuna.
En las naciones donde los vacunados son casi la totalidad, los rebrotes por Covid-19, se presentan lógicamente en personas inoculadas; simplemente porque aquellas integran casi por completo el censo.
Consecuentemente, al descartar el confinamiento y vacunar marginalmente a los más jóvenes, siendo estos, el sector poblacional propagador por excelencia del virus; es de inferir por inercia, que los casos de Covid no desaparecerán por completo en cuyas naciones con altas tasas de vacunación, continúen en el mismo actuar.[1]
Así mismo, el gobierno prepara su buñuelada a manera de aguinaldo anticipado. De regalito del niño Dios, obsequia la exigencia del carnet de vacunación envuelto en papel navideño, acompañado de una satírica dedicatoria que dice: “Vacunarte no es una obligación. Por un feliz 2022 lleno de salud”.
Como resultado de lo narrado, una gran crisis de identidad se cocina en las profundidades de la sociedad; estando tan invisibilizada, que incluso es imposible percibir su aroma. Tan desapercibida es, como las fotos del Piolín de los buenos días en los grupos del chat familiar.
En casi dos años de pandemia, se pasó de la normalidad de ingresar a un sitio siguiendo de largo; a una tortuosa antesala de gel antibacterial, toma de temperatura, y preguntas sucesivas tales como: ¿ha tenido síntomas?, ¿ha viajado?, ¿sus familiares han tenido Covid?, ¿puede caminar y masticar chicle al mismo tiempo?… entre otras.
¿Incómoda cotidianidad?; La habitualidad de la pandemia, adormeció la normalidad anterior a un punto de no retorno, y por ello el carnet de vacunación, evita quizás aquellas preguntas tan personales, con simplemente enseñarlo.
Sin embargo y de forma contraria; las redes sociales y los sistemas informáticos, durante más de una década, bombardean incansablemente a la sociedad con preguntas tan íntimas como: ¿Qué posición prefieres?, sin que ello presuponga una incomodidad que prospere más allá del malestar individual.
Paradójicamente con respecto a las redes sociales; el carnet de vacunación causa escozor muy a pesar de propender la salud pública; convirtiéndose el susodicho, en el nuevo drama de la sociedad de cristal.
La famosa avalancha de tutelas propiciada por los aficionados al boxeo mediático, denominada “tutelatón”, atiborrará muy posiblemente a los juzgados, más de lo que están.
El dichoso aluvión tutelar pretende reivindicar a puñetazos los derechos individuales de los agraviados. Robusteciendo con ello su pequeño paraíso de juguete, en cuyos rincones se podrá soñar estornudando a los “otros” con tranquilidad absoluta, y bailando libertinamente al son de las fiestas antivacuna.
“¡Pedir ese carnet viola los derechos fundamentales!”; “¡la exigencia de ese papel, es lo mejor para que se vacunen!”; “¡tocaba así!, porque no quisieron ir a vacunarse”; “¿con que autoridad me obligan?”.
Exclamaciones como las de arriba, ensordecen estos días; son el devenir que cambiará a medida que la sociedad deguste la nueva forma de identificación preparada por el novato chef de turno.
Mientras tanto las gentes asustadas con la nueva receta a la colombiana; cucharean a regañadientes del nuevo platillo denominado: crisis de identidad. Aquella prueba amarga las transporta a una nueva adolescencia irritante que les muestra de sopetón el reflejo de su propia inmadurez.
Sea cual sea el desenlace, el tema de la identidad en pandemia estará masticándose en boca de todo el mundo por un buen rato. Mientras tanto, ¿ya probaron la receta?, ¿les sabe rico? o por el contrario ¿les sabe feo?; opinen, ¿a qué les sabe?
…
*Ingeniero Civil, estudiante de Derecho.
Twitter: @OscarPrada12
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor)
…
[1] Ahí les va. Ola de contagios y vacunados en la UCI: ¿qué pasa en varios países y por qué no es lo que parece?