Por: Pablo Arteaga/ Los retos para el presidente Gustavo Petro al igual que para su gabinete no son fáciles, reciben un país con una deuda bruta a mayo del 2022 que supera el 57% del PIB colombiano, un déficit fiscal del 5.6% del PIB, el cual deberá enfrentar con reducción de burocracia o gasto administrativo, una población en condición de pobreza monetaria alrededor del 40% y con una inflación del 10% interanual, la más alta en las últimas dos décadas.
Además de haber tenido un proceso electoral de ataques poco argumentativos y con una reñida elección en el marco de una segunda vuelta, frente a los dueños del poder por más de 30 años desde la Constitución de 1991, encontró a unos ciudadanos de pensamientos divididos, desorientados y mal informados, por la fuerte campaña de desinformación desarrolladas en el ámbito de las elecciones a la presidencia, financiadas en gran parte por grupos económicos tradicionales.
En su programa de gobierno, al igual que en campaña, el actual mandatario hizo hincapié en varios temas que tocaron el raciocinio y sentimiento de cambio de gran parte de la población colombiana, entre ellos, al segmento poblacional entre los 18 y 45 años, que con su apoyo le permitieron lograr la presidencia.
Dentro de las propuestas más polémicas para algunos sectores planteadas, está llevar al país de una economía extractivista hacia una economía productiva, reforma tributaria enfocada en los ingresos no constitutivos de renta, en las rentas exentas, en los descuentos tributarios, dividendos y las ganancias ocasionales, eliminando la posibilidad de que las personas más ricas y de mayores ingresos tributen a tarifas preferenciales.
El desmonte de beneficios tributarios y las políticas contra la evasión y la elusión de la reforma tributaria integral planteada, de igual manera el desmonte gradual de la tercerización de las funciones del Estado, a través de reformas en sectores como la del sistema de salud, el sistema pensional, los servicios públicos entre otros, que hoy pertenecen a unas pocas familias o su defecto a grupos económicos, que desde la construcción de la Constitución de 1991, permitió la implementación de una política neoliberal que a través de la apertura económica planteada por César Gaviria como una promesa que llevaría a “la prosperidad y mejor calidad de vida para todos los colombianos” (Presidente de la época y padre del desastre que ha generado la política neoliberal en Colombia).
Hoy las élites del país y los grupos empresariales nacionales y extranjeros, que a través de su presencia en todos los sectores neurálgicos de decisión del país, como lo son, el sector financiero, bebidas azucaradas, medios de comunicación, sector de las comunicaciones, sector salud (EPS), fondos de pensiones, entre otros; están en estado de conmoción interior, muchos de ellos que a través de los años habían manejado el país a su conveniencia, definen como “macabros” los anuncios hechos por el presidente Gustavo Petro, al evidenciar que las decisiones adoptadas del nuevo gobierno desmontan el andamiaje con el cual se han enriquecido durante décadas, beneficiándose de exenciones tributarias, devolución de impuestos, manipulación de precios en el mercado nacional, etc.
No ha pasado un mes de estrenarse el nuevo gobierno en el país, cuando ya las propuestas económicas del presidente Petro, que en su defecto no es más que la ratificación de las propuestas hechas a los colombianos a través de su programa de gobierno, además de generar malestar y profundo rechazo; agudizaron la incertidumbre entre los industriales, al evidenciar que no solo eran propuestas populistas de campaña.
Las medidas a implementar hoy día anunciadas, la reorientación de políticas en temas energéticos, tributarios y monetarios, que tocan fibras sumamente sensibles de los bolsillos de los grupos financieros que se ha usufructuado y aumentado sus riquezas a costas de un pueblo colombiano que gobierno tras gobierno aumenta su franja de miseria e inequidad y por lo contrario, los macabros planes del actual gobierno, como lo han satanizado algunos grupos empresariales, se enfocan en redireccionar los recursos económicos hacia la productividad, recuperación del sector agrario y la creación de un sector productivo industrializado que le genere valor agregado a esas maneras primas que se dejaron de producir, activando así una soberanía alimentaria, las economías campesinas y populares que instalarán como bases para una política alimentaria nutricional humana y sostenible propia.
Es claro que la historia del país cambiará de manera sustancial en materia de sistema de salud preventiva, en la educación universitaria, técnica y tecnológica para el impulso de la innovación y la capacitación de la fuerza laboral y el aumento de la productividad con base en las necesidades del proceso de industrialización nacional.
El giro que pretende dar el gobierno frente a los procesos productivos e industrializados en Colombia será uno de los mayores retos que hoy tiene el actual mandatario, sobre todo, con un precedente de más de tres décadas en las que estas mismas familias o grupos empresariales marcaron la ruta que llevó a Colombia a ser un país dependiente, insostenible y sometido a los mercados internacionales, la desaparición en la década de los 90s de Ferrocarriles Nacionales, dando paso al sistema de transporte más costoso y obsoleto en términos logísticos (costo beneficio – tiempo y dinero) “transporte terrestre”, así mismo esos mismos intereses de orden nacional, amangualados con la clase política corrupta de este país, llevaron a la decadencia y desaparición de Fertilizantes Colombianos (Ferticol S.A.), y como un efecto dominó, la desaparición de la producción nacional masiva de algodón, arroz, cebada, maíz, etc., solo por mencionar algunos productos.
Hoy, sin embargo, algunos amigos lectores, comienzan a entender con un breve brochazo el significado de los satanizados macabros planes de Gustavo Petro para Colombia.
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*Profesional en Comercio Internacional, Especialista en Derecho Constitucional
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