Por: Alfonso Baeza Acuña/ En Colombia se han expedidos varios Actos Legislativos y Leyes, para frenar las costumbres que atentan contra la ética publica.
Me es grato recordar a Montesquieu: “Sí quieres que tu país progrese, debes pensar más en cómo mejorar el talante moral de la gente y menos en cómo mejorar sus leyes”. Soy un convencido que el problema entre las Leyes y las costumbres es del Estado. No podemos estar predicando que es cambiando o modificando las Leyes para lograr que esas costumbres transforme nuestra sociedad. Es la educación como único camino fundamental en la formación del individuo para que la sociedad transforme esas costumbres.
Es aquí donde el Estado viene fallando en la formación de nuestros compatriotas con la pésima educación que nos brinda. Hay que mejorar el Sistema Educativo Colombiano y brindar un mayor acceso de todas las clases sociales en la que está integrada nuestra sociedad.
En Colombia se ha creído que el tema ético, debe quedar y estar guiado por los sectores moralistas y los que desde los pulpitos de las iglesias, pastores o sacerdotes predican, sin que hoy, ellos tengan la autoridad moral para expresarlo. Desde luego no son todos. Hay unos que de verdad le sirve a un solo Dios, mientras otros le sirven primero a la política y después a Dios, resultando como Judas traicionando a nuestro creador.
Es doloroso escuchar hoy, como esos que predican la palabra de Dios por ejemplo, se meten en el mundo de la política para hacer de ella un ejercicio oscuro, enriqueciéndose sobre la base de pedir un diezmo político que no ingresa a la iglesia, sí no al bolsillo del pastor. Además de las aberraciones sexuales que comenten, con algunas niñas de las iglesias y muestra de ello, son las innumerables denuncias que reposan en la fiscalía, en que se han denunciado a estos falsos predicadores de la fe cristiana.
Qué decir de los sacerdotes que son Pederastas, que son abusadores sexuales y se ocultan detrás de una sotana; repito desde luego no son todos los curas o sacerdotes. Hoy estamos sorprendidos con las revelaciones que se están haciendo en los Estados Unidos de Norte América y en otros países del mundo sobre ellos.
Hay quienes hablan de la corrupción como un símbolo moral y la predican en voz en cuello; pero cuando están administrando los recursos públicos, son más corruptos y se les olvida el discurso que utilizaron en campaña para llegar al poder. En mi ciudad hay muchos de ellos y en todo el territorio colombiano. Antes decían que los corruptos eran los políticos, a quienes les pusieron el INRI en la frente, mientras en el sector privado y otros sectores e incluso los periodistas y el ciudadano de a pie, pedían la coima y se cubren con el manto blanco de lo impoluto.
Observamos hoy que la Ética pública o privada, o como usted la llame, a pesar de que es una sola, que tiene en jaque al territorio nacional, llamado Colombia.
El talante moral de cada uno de nosotros los colombianos se encuentra en duda; tal vez por los altos niveles de desconfianza que nos tenemos entre sí y que nos ha llevado a ser indiferentes en las cosas fundamentales del país.
Se requiere una calidad de educación para trasformar a nuestra sociedad; un maestro que nos enseñe con amor y principios; una sociedad que interprete los valores éticos y morales; un Estado que sea doliente de sus conciudadanos y unos líderes que seamos capaces de deponer los intereses personales, por los colectivos y estar muy lejos de la corrupción que no debe existir en nuestra madre patria.
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