Tratar a un inocente animal herbívoro, poseedor de una gran impronta humana, amable, querido, tierno con todos los niños y adultos del gigantesco predio donde se encontraba viviendo apaciblemente, como si fuera un animal peligroso, denota claramente esa falta de aplicación de la bioética.
Por: Orlando Beltrán Quesada/ “Sin embargo, por considerable que sea la diferencia entre el espíritu del hombre y el de los animales más elevados, redúcese tan sólo a una diferencia de grado y no de especie. Hemos visto que ciertos sentimientos e intuiciones, diversas emociones y facultades tales como la amistad, la memoria, la atención, la curiosidad, la imitación, el raciocinio, etc., de que el hombre se enorgullece, pueden observarse en un estado naciente, y aun algunas veces bastante desarrollado, en los animales inferiores”: Charles Darwin en “El origen del hombre”.
Los animales no humanos tienen tanto como los humanos el pleno derecho a la existencia y a tener y mantener unas condiciones de libertad y pleno bienestar. Sin embargo, nuestra especie Homo sapiens, siempre en la cúspide de la cadena de vida del planeta, ha buscado siempre, de manera egocéntrica y caprichosa, su propio bienestar, y demostrado a lo largo de la historia, que como especie a cargo del cuidado del planeta y todo su contenido, está fallándole a la vida misma, desconociendo y pisoteando los mínimos derechos de las demás criaturas, que no por no tener voz humana, gritan, claman, por justicia y consideración de sus derechos (antropocentrismo puro, especismo).
Lo ocurrido en el área metropolitana de Bucaramanga el pasado 29 de diciembre con ocasión del pésimo operativo de captura y consiguiente muerte por ahogamiento del inocente chigüiro conocido como “Toñito”, es un ejemplo certero sobre la falta de formación en bioética de tantos y tantos funcionarios técnicos y profesionales que fungen como funcionarios de las entidades que tienen a su cargo la administración de los recursos naturales, en este caso la fauna silvestre a cargo de la Corporación Autónoma para la Defensa de la Meseta, CDMB .
Tratar a un inocente animal herbívoro, poseedor de una gran impronta humana, amable, querido, tierno con todos los niños y adultos del gigantesco predio donde se encontraba viviendo apaciblemente, como si fuera un animal peligroso, denota claramente esa falta de aplicación de la bioética, así como de una mínima sensibilidad y debida consideración hacia una criatura que está en condiciones de inferioridad y con muy alta dosis de vulnerabilidad.
Toñito, un chigüiro presuntamente perteneciente a la especie Hydrochoerus hidrochaeris (hay otra, la H. isthminus) apareció hace más de un año y medio en uno de los numerosos lagos existentes en el condominio Ruitoque Golf Country Club de Floridablanca, posiblemente escapado de quien lo mantenía retenido, o llevado allí por alguien. Lo cierto es que Güichis o Chïguis como también lo llamaban cariñosamente muchos residentes se había convertido en parte importante de la comunidad residente.
A raíz del insuceso se dieron a conocer numerosos testimonios personales, así como abundantes fotografías y videos que dan cuenta del gran cariño y aceptación de muchísimas personas. Hay varios donde madres y padres sensibles inyectan valores de cariño y ternura a sus pequeños niños, acercándose con ellos a Toñito y hablándoles sobre lo pacífico y amistoso que resultaba ser el noble animal, a la vez que lo acariciaban o le daban comida.
Los chigüiros pertenecen a la fauna silvestre propiedad de la nación. En zonas como los llanos orientales son muy perseguidos por su carne. Hay una cacería despiadada y en Casanare se ven casos de conductores de vehículos que los atropellan adrede para luego vender los cadáveres a restaurantes de carretera.
Los chigüiros o capibaras, son considerados enemigos por parte de los campesinos y ganaderos de Suramérica, y consideran su exterminio como única salida, ya que compiten con el ganado por los forrajes y por deteriorar el agua de los abrevaderos, según mencionan los investigadores Forero Montaña, Betancur y Cavelier en estudio hecho sobre la dieta del capibara en Caño Limón, publicado en la Revista de Biología Tropical en 2003. La pregunta que siempre hacemos desde la defensa de los derechos de todos los animales es: ¿Quién estuvo primero? ¿Quién invade los territorios de quién?
Toñito, al vivir en este condominio era un privilegiado que estaba lejos de ser blanco de una muy fácil cacería y muerte segura, si es que la CDMB hubiese tomado la absurda decisión de liberarlo, después de un supuesto proceso de rehabilitación, en uno de los sitios que hay en zonas pantanosas, esteros o cerca de cuerpos de aguas apropiadas apropiadas, con otros especímenes como él. Su apego a los humanos era demasiado grande y esa impronta es prácticamente imposible de borrar.
La CDMB no cuenta con espacios apropiados en su Centro de Atención y Valorización de Faun, CAV. Solo jaulas y más jaulas. Toñito merecía la oportunidad de vivir en donde estaba, debidamente manejado en su aspecto sanitario y también con uno o dos compañeros (o compañeras) esterilizados todos para evitar su reproducción, y siendo entonces animales de fauna legalizadas del conjunto. El artículo 249 del Decreto- Ley 2811/74 o Código de Los Recursos Naturales de Colombia dice: “Entiéndase por fauna silvestre el conjunto de animales que no han sido objeto de domesticación, mejoramiento genético o cría y levante regular…” Ese no era el caso de Toñito entonces.
La CDMB, al igual que las CAR de Colombia pueden y han concedido licencias de tenencia de especímenes de fauna silvestre a personas naturales y jurídicas. Hay numerosos casos de monos o guacamayas, para ejemplos, que, dado ese acoplamiento a la sociedad humana, son imposibles de rehabilitar. Entonces, analizando que las condiciones sean las apropiadas, se dejan en manos de la gente.
¿Qué pensaban hacer con Toñito? ¿Adónde lo iban a llevar entonces?
¿Pensaron, para un ejemplo, en el Cabildo Verde de Sabana de Torres, toda una autoridad en protección de fauna silvestre, en donde entre muchísimas especies en libertad o semilibertad en sus 650 hectáreas, tienen una familia de chigüiros muy mansos y muy bien tenidos?
Bien es cierto que los chigüiros pueden transmitir enfermedades zoonóticas, como una variedad de Leptospirosis, producida por una bacteria, y que es transmitida por la orina o por estar presente en aguas estancadas. Pero solo si están infectados los animales… Los perros también pueden ser portadores y transmisores de otra variedad de Leptospira, pero solo si están infectados, igual que los gatos pueden transmitir la toxoplasmosis, pero también en el caso de estar infectados.
Al caso de Toñito bien podría habérsele hecho una previa evaluación detallada considerando todos los detalles técnicos, ecológicos y humanitarios del caso, buscando entonces su permanencia en ese lago del conjunto residencial. Si los funcionarios de la CDMB hubiesen sido más inteligentes y proactivos, y menos apresurados y acuciosos al estúpido llamado de la residente Claudia Lozano (miembro de la Junta Directiva de la Cámara de Comercio de Bucaramanga), el tierno Chígüis estaría vivo. El procedimiento de ellos fue totalmente inapropiado y el haber decidido dispararle los dardos tranquilizantes a sabiendas de que estaba al borde del agua y que la conducta del animalito, normal y previsible, era haberse lanzado al lago, convierte esta conducta en gravemente irresponsable y criminosa. La Procuraduría Ambiental y Agraria de Colombia, en cabeza del sensible y acucioso Gustavo Adolfo Guerrero, tiene ahora la palabra en la investigación que ya va comenzó.
Seremos veedores directos de todo este proceso que debe dar lugar a sanciones ejemplarizantes. #JusticiaParaToñito.
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*Administrador de Empresas UNAB, Especialista en Derecho del Medio Ambiente U. Externado, Fundador de ADAN en 1988.
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