Por: Diego Ruiz Thorrens/ Alguna vez escuché que en la política los extremos eran peligrosos. Demasiado peligrosos. También, que quien no conoce su historia está condenado a repetirla.
Que la política actual representaba (tristemente) unos ideales e intereses no necesariamente nobles, a pesar que algunos de estos sectores (llámense como se llamen) busquen decir o vender la idea de lo contrario.
Recuerdo escuchar que el más grande los de los peligros que podía arrojar la política actual era la creación y consolidación de nuevos partidos y/o movimientos negacionistas de los Derechos Humanos. La razón del peligro es tan macabra como sencilla: estos partidos y/o movimientos son claves para la transición y transformación de la actual Democracia hacia la creación del monstruo comúnmente identificado como tiranía. Latinoamérica tiene un triste y oscuro pasado que involucra éste tipo de movimientos y Gobiernos, y que al parecer hemos olvidado.
Batista, Pinochet, Videla, Stroessner, Banzer, Somoza, Duvalier. La historia de la tiranía en Latinoamérica nos enseña que (en parte) su consolidación obedeció a la aprobación, la capacidad de abrazar el apoyo de una mayoría ciudadana desesperada por un “cambio” (de cualquier índole) para posteriormente, una vez posicionados en el poder, ir borrando paulatinamente (otra veces, de tajo) tanto las huellas sociales como culturales que pudiesen representar resistencia a sus ideales políticos y/o fundamentalistas bajo el argumento del “bien mayor”.
Estos gobiernos nunca bridaron posibilidad de presenciar o incluso cimentar los llamados Derechos Humanos, entre ellos, la protección a los desfavorecidos, a los más vulnerables, lanzando a éstos sectores a la condena social y al llamado olvido histórico/colectivo.
Nuestro país, envestido por un actual Gobierno de corte conservador y aun sumergido en un conflicto social e interno que ha logrado mutar a lo largo de más de 60 años, es de alguna manera la excepción a la regla frente aquellos Gobiernos dónde la tiranía empuñó con mayor fuerza su lanza golpeando de muerte la Democracia y consiguiendo a su vez emerger lo peor del Alma y del Espíritu Humano. Nuestra violencia tiene otros orígenes, otras génesis, las cuales no discutiré en éste momento.
Latinoamérica atraviesa por peligrosa transición que presagia retrocesos en cuanto a logros adquiridos en materia de Derechos. Retrocesos que parecen ser acogidos por más y más gobiernos y que tendrán resultados nefastos sobre los derechos de las Mujeres, los LGBTI, las poblaciones afrodescendientes y las comunidades indígenas. También sobre el ambiente y las riquezas naturales.
¿Cómo llegamos aquí? Podríamos entender ésta transición desde múltiples ángulos, pero sólo mencionaré dos: por un lado, algunos movimientos identificados o pertenecientes a las vertientes de izquierda, cada vez más fragmentados, han logrado despertar el más férreo odio por sonados escándalos de corrupción y enriquecimiento desmedido de algunos de sus líderes políticos, tirando al traste todo la razón de sus principios y fundamentos.
Por otro lado y en contraparte, la derecha latinoamericana, siempre compacta y uniforme, ha sabido crear enemigos sociales que realmente no existen pero que fueron incrustados en el imaginario social, logrando ser posicionados con argucia, transformados en figuras con cuerpo propio tan poderosos y tan potentes que no necesitan ser cuestionados.
Resaltaré dos de éstas mentiras: Una de ellas fue la denominada (por parte de algunos sectores cristianos y conservadores) como “la ideología de género”, cuyo cimiento manifiesta que ésta busca “invertir” y “homosexualizar” a nuestros niños.
La segunda mentira, fue la llamada campaña “contra el aborto y a favor de la vida” que logró despertar con voracidad los movimiento políticos más recalcitrantes en países como Argentina, Brasil y México, y que afirmaban el absurdo imaginario del aborto (promovido por algunos sectores pro derechos de la Mujer) como un método más de planificación familiar, llegando estos sectores incluso a la afirmación sobre la existencia de cónclaves o “asambleas de brujas”, entre las asociaciones proabortistas con grandes casas farmacéuticas, unidas para la creación de perfumes y otros productos a partir de los fetos abortados.
“Legalizar el aborto haría de las Mujeres personas más promiscuas e irresponsables”, escuché expresar en los medios televisivos argentinos a una concejal cristiana.
Lo preocupante de ambas mentiras es que ocultan una realidad todavía mucho más violenta y que al parecer no queremos ni deseamos ver: cada día cientos de miles de niños siguen siendo agredidos, violados y asesinados sin que al parecer nadie se inmute o se escandalice.
De la misma forma, miles de mujeres mueren en camillas improvisadas de centros hospitalarios de garaje que no cumplen con los mínimos parámetros sanitarios para efectuar una interrupción voluntaria del embarazo, pero que tristemente son los únicos que existen si una mujer desea abortar.
Hablar que las mujeres “abortan” para planificar, es impulsar e imponer una violencia innecesaria sobre aquellas mujeres que luchan por la autonomía de decidir sobre sus cuerpos, de tener o no tener hijos, presentando a su vez la práctica del aborto como un procedimiento de lo más fácil y placentero, cuando el mismo es todo lo contrario.
La “ideología de género” y la búsqueda de la “protección del feto por encima de la vida de la mujer” han sido dos de las más grandes y brutales campañas de manipulación y posicionamiento político, fuente de alimento y de fortalecimiento de algunos sectores de derecha, y del cual se seguirán nutriendo para mantenerse en el poder.
Nuestro más grande vecino estrena nuevo presidente, y con él, se avecina la llegada de tiempos que pensamos alguna vez ya habían quedado superados.
No hay nada que celebrar. El discurso de Bolsonaro así lo demostró, y aún más, las palabras de su nueva ministra para la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos: “Modelo ideal de sociedade é com mulheres apenas em casa”.
Traducción: “El modelo ideal de sociedad es con las mujeres en casa”.
Twitter: @Diego10T