Por: Javier Orlando Acevedo Beltrán/ He estado un poco confundido este fin de semana, mis sentimientos han pasado “de la risa al llanto” como dice alguna canción y todo por cuenta de unas cifras dadas por el Dane (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), datos comunicados por el Dr. Juan Daniel Oviedo, un economista de la Universidad del Rosario quien en el argot mediático es conocido como “el gomelo” por su pinta cachaca y su hablado “estrato veinte” y es que según este personaje si usted gana más de $258.000 no es considerado pobre ¡Sí, así como lo acaba de leer!, si usted apreciado lector gana más de $8.600 diarios ya no es pobre, me imagino yo en medio de mi ignorancia económica que si usted no es pobre, pues entonces debe ser rico.
Y por lo menos a mí, estas cifras no solo me producen escalofrío, desánimo y una profunda tristeza, sino que pienso en “Yesica”, una joven madre de familia de 25 años que trabaja de empleada de servicio doméstico, tiene dos hijos, un niño de 2 años y otro de 7 añitos. Relata Yésica que ella se casó muy joven, a los 18 años, bastante enamorada y que su esposo también era muy joven como ella y que el siempre trabajó en construcción y producto de esta labor les iba relativamente bien, es decir, durante todos los años en promedio el ganaba de dos a tres salarios mínimos y con ese dinero y ahorrando bastante en unos años pudieron comprar sus enseres y los materiales para la casita construida mitad madera, mitad concreto, en un lote de una invasión, pero las cosas cambiaron o más bien empeoraron desde hace un año, la construcción está detenida -afirma ella- y su esposo se ha quedado sin trabajo, entonces el hombre del hogar decidió sacar un préstamo y compró una moto de segunda para poder “piratear”, pero cómo hay tanto “motopirata” -como ella cariñosamente los llama- pues sólo puede conseguir en el mejor de los días 10 mil pesos libres de gasolina y de lo que deja para la cuota diaria para el préstamo de la moto, ella por su parte gana $650.000, pero debe pagarle a una prima $300.000 por cuidarle sus dos hijos, es decir, esta familia vive en promedio con $500.000 libres y de ahí deben pagar los gastos de dos niños, la alimentación, servicios y los útiles de aseo.
En resumen, cuenta Yésica -con lágrimas en los ojos y una profunda tristeza)- que a veces ella no come para que sus hijos puedan hacerlo, dice que por ser pobre el servicio de salud es pésimo, su bebé ha tenido problemas de salud y lleva meses tratando de lograr una cita con el pediatra pero ha sido imposible, cuenta que su esposo está hundido en la frustración porque lo de él es la construcción y ella sale de sus 8 horas de jornada laboral a lidiar con los niños con hambre, con el esposo deprimido y rogando a que no la roben porque el barrio es muy peligroso.
Y entonces me pregunto, si Yésica y su marido reciben más de tres o cuatro veces la cifra anunciada por el gomelo, ¿por qué siguen viviendo en la total pobreza?
Intuyo que al Dr. Oviedo y su grupo de asesores les falta vivir unos días cómo viven millones de colombianos en este país, donde muchos pasan un día completo a punta de lentejas, huevo y agua de panela, donde los niños mueren de hambre y donde el paquidérmico sistema de salud que tenemos solo atiende bien a los millonarios, ¿será que algún día los delincuentes de cuello blanco se dejarán de robar la plata de los pobres y así podremos tener millones de Yesicas que puedan dormir con la barriga llena y el corazón contento?
¡Ah pero se me olvidaba! Acá es más importante seguir hablando de Venezuela que ellos si están bastante mal y en cambio nosotros estamos demasiado bien.
¡Te amo «Locombia»!