Son más de 200 años de independencia, más de dos siglos en “democracia”. A pesar de ello, parece que, durante dos siglos, el poder se ha concentrado en unos pocos y esa supuesta libertad que nos prometieron los próceres fue dada solo a algunos apellidos, a algunos pocos que se han perpetuado y que hoy se ven reflejados en los clanes que funcionan en cada una de las regiones y que hoy putean las encuestas.
Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ La democracia contemporánea tiene como uno de sus elementos más importantes el derecho de elegir y ser elegido; si bien existen diferentes formas, modelos, de realizar dicha elección, la misma se puede comprimir en la idea del voto de la ciudadanía para elegir sus gobernantes. Se trata del reconocimiento de la soberanía en cabeza del pueblo, una idea profundamente arraigada y, a su vez, poco comprendida en todo Occidente.
En Colombia, por regla general, basta con tener 18 años para ejercer el derecho al voto. No se necesita saber cómo funciona el Estado, ni se requiere conocer las funciones que ejercerá quien gane las elecciones, tampoco se pide que se conozca el candidato o partido que elige quien se acerca a depositar el voto. Solo se necesita cumplir lo que la Ley denomina “mayoría de edad”, pobre Kant.
En este punto, es apenas obvio que no sabemos votar. Sin embargo, la problemática es aún más profunda. No solo tenemos problemas para comprender lo que implica elegir y ser elegido, no tenemos idea de lo que realmente es la democracia. Incluso quienes saben votar pueden reducir la democracia a elegir un gobierno y desentenderse del mismo una vez empiecen a gobernar.
Esta ausencia de educación en la democracia, esta ignorancia heredada, nos ha condenado por años a repetir ciclos de malas prácticas electorales y gubernativas. Los mismos apellidos, las mismas promesas, los mismos engaños a la población. Nos mantienen en la ignorancia para poder dominarnos; sospecho que la falta de cultura electoral es programada por aquellos que se benefician de ella.
Ahora, en medio de la campaña electoral, basta con levantar una piedra y encontraremos un folleto o una foto de un candidato o candidata cuyos rasgos se parecen a los de un gobernante anterior, a su padre o tío. Ni siquiera la presencia de las mujeres en la política ha resultado un cambio en sus formas; por el contrario, tenemos la réplica de los mismos modelos y apellidos prolongados ahora en ellas.
Todo está mal y puede estar peor, esa sería una conclusión rápida a todo lo que he venido relacionando en estos párrafos. Sin embargo, me resisto a caer en la tentación del pesimismo y abandonar la esperanza. Quiero pensar en la posibilidad de la redención, de que juntos podamos construir un nuevo camino, un camino donde la democracia sea mejor llevada, sea más lo que debe ser.
No pretendo presentar aquí las soluciones al problema ya planteado, no habría espacio suficiente en esta columna y seguramente tampoco tenga la experticia necesaria para desarrollar tal tema. A pesar de ello, lo que sí quiero lograr es hacer un llamado a la conciencia de quien la lea hoy, o cuando corresponda, porque la democracia real requiere un constante discernimiento. Es urgente que empecemos desde la reflexión y que lleguemos a repensar las formas en que la escuela asume su papel de formación de ciudadanos; nos hace falta una política pública seria de formación en democracia, una formación para el dialogo en medio de la diferencia.
La implementación de ese modelo de formación debe darse en la escuela, pero no exclusivamente en ella, debe también trascender a los hogares, a las familias; la discusión sobre los temas centrales del país debe hacerse en los comedores sin que terminen en divisiones, que lleguen a consensos sobre lo fundamental. Solamente así podremos mañana ver un panorama que supere el horizonte trágico en el que nos hemos venido moviendo los últimos dos siglos.
Apuntaciones
- Aplaudo el discurso del presidente Gustavo Petro en la Asamblea General de las Naciones Unidas. No podemos seguir aplaudiendo en silencio la cultura de la muerte que parece ponerse de moda de forma cíclica en el planeta. Es tiempo de dar un giro de 180 grados en favor de los intereses del sur global y de la paz.
- El planeta nos sigue reclamando cesar en nuestro empeño de pensar una economía con recursos ilimitados. No, el planeta es finito, y eso que llamamos recursos es parte de nosotros mismos.
- Cuidado con los populismos regionales. Estuve en el debate de candidatos a la alcaldía de Bogotá en la Universidad de Los Andes y mi conclusión es que TODOS los candidatos están pintando muchos pajaritos en el aire. Al parecer, una vez más, la capital elegirá, o al menos intentará elegir, al “menos peor”.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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