Por: Diego Ruiz Thorrens/ En días pasados la diputada cristiana por Santander Ángela Hernández reapareció por medio de un tweet que logró acaparar el interés de los medios de comunicación tanto locales como nacionales, encendiendo de paso (casi todas) las redes sociales.
En su mensaje vía Twitter, la diputada expresó “La pornografía es una pandemia, que intoxica la mente, divide las familias y destruye la sociedad”, (9:41 – 20 sept. 2018). Al mismo tiempo, en distintos medios de comunicación acentuó que “el porno corrompe el cerebro de los jóvenes”, “el porno aumenta la violencia contra la Mujer” entre otras declaraciones más de éste mismo calibre. La respuesta mediática no se hizo esperar.
En contraposición a los argumentos de la señora Hernández, la actriz porno oriunda de la ciudad de Cúcuta, conocida en la industria para adultos como “Amaranta Hank” (cuyo verdadero nombre es Alejandra Omaña) expresó lo siguiente vía Twitter: “O usted ha visto tanta pornografía y tuvo malas experiencias con ella para adoptar esa postura, o habla de algo que no conoce y esa es solo característica del torpe. Manfred Max Neef habló de la diferencia de entender y comprender. ¿Usted comprende o entiende qué es el porno?” (12:07 – 20 sept. 2018).
Dejando de lado los antagonismos existentes entre ambas figuras públicas, la discusión plantea varios aspectos que son sumamente relevantes y que socialmente siguen siendo tabú, principalmente en un departamento como Santander: ¿Cómo entendemos el cuerpo humano, el placer, las libertades, la violencia de género y/o la violencia contra la mujer?
Iré por partes. En sus declaraciones, la diputada Hernández precisó: “Me llega una imagen, de una foto muy linda de un paisaje que dice muy buenos días y es como un gif. Cuando intento verlo, vaya sorpresa que la imagen del paisaje se corre y aparece una mujer con sus senos al aire libre. Entonces yo analizo y digo, yo no estoy buscando pornografía, pero está ahí, porque se introduce de manera deliberada en la vida de las personas, porque aunque usted no quiere, le toca, le llega, lo busca”, (Periódico El Tiempo, versión digital, publicado el 21 de Septiembre 2018).
Ese mismo día en el canal TVC de la ciudad de Bucaramanga, la diputada Hernández aumentó el calibre de sus declaraciones expresando la existencia de datos, estudios e investigaciones del FBI dónde se manifiesta la directa “relación” entre asesinos, homicidas y otros criminales con el uso de la pornografía (sin aclarar en ningún momento que la relación porno_violencia a la que ella hacía referencia va estrechamente de la mano a imágenes de mujeres que han sido torturadas) poniendo de relieve el aberrante feminicidio de la pequeña Yuliana Samboní, y haciendo al mismo tiempo un arriesgado análisis psicológico forense del perfil de su asesino, Uribe Noguera.
Expresó que “no podemos exigirles a los menores que no observen pornografía si son sus padres son los primeros consumidores”. Aclarando que esta afirmación es sumamente relevante.
En su entrevista televisiva, la diputada Hernández realizó distintos tipos de afirmaciones que a mi parecer son supremamente peligrosos, y la razón es que están exclusivamente basados en su postura personal frente al rechazo contra uno u otro sector poblacional. Un ejemplo de ello fue la afirmación en la que sostiene que “no necesito ser experta en drogadicción para saber que la droga es mala, sino miren a todos esos “indigentes y consumidores en calles”. (Canal TVC Bucaramanga, 21 de Septiembre de 2018).
Aquí, el uso del lenguaje esgrimido en sus intervenciones y su apabullante seguridad frente a los temas que busca exponer (encubiertos en su afirmación de “no necesito saber/conocer/experimentar sobre X o Y situación para hablar sobre algún tema”) contrasta con su total desconocimiento de la génesis de las problemáticas que está denunciando, potenciando así el uso términos peyorativos que sólo sirven para crear estigmas sociales o miedos frente la otredad; ejemplo, en su entrevista para el Canal TVC de Bucaramanga, su deliberado uso del término “indigentes” fue reiterativo, cuando el término correcto es “habitante de calle”. Hablar de indigencia generaliza una situación de abandono y falta absoluta de medios que es no fácil de verificar en la mayoría de las ocasiones.
Al igual que hizo la actriz para adultos Amaranta Hank, busco cuestionar a la diputada Hernández sobre su comprensión y visión del porno: ¿podría decir que una mujer que enseña los senos en una imagen, un cuadro, un mural o un gif podría ser catalogada automáticamente como pornográfica? ¿Podría afirmar y validar la censura del cuerpo desnudo de una mujer, en todos y cada uno de los escenarios? Y frente a la educación a los menores, ¿No sería mejor conversar, dialogar y preparar a los menores sobre sexo, la salud sexual y el placer de forma responsable, mucho antes que puedan llegar a éstos el tabú y la censura? ¿Sabía usted de la existencia del porno cristiano?
Por otra parte, este artículo nunca será una apología a la violencia que presentan las mujeres dentro o fuera de la industria pornográfica. No obstante, frente a éste hecho, la transformación de los imaginarios como son sexo y el placer femenino, sería abrumadoramente hipócrita de mi parte negar y desconocer que en los últimos años han nacido movimientos de mujeres que son productoras, publicistas, creadoras ejecutivas y actrices que innovan precisamente esa visión del porno naturalmente machista por una feminista y sin violencia, dónde son ellas quienes controlan todos los aspectos de éstas producciones, derrumbando los cimientos del machismo y a su vez destruyendo los roles de jerarquización y sumisión del cuerpo de la Mujer dentro de la industrial del porno.
Es el elemento de morbo, tabú y prohibición que adquiere el sexo, el placer y la sexualidad, mayoritariamente en los hombres, el motor primario que hace del porno algo tan exitoso, y que por más chocante que sea para muchos este mercado multibillonario, sino educamos a los menores y reeducamos a los adultos frente al sexo, el placer, la corporalidad y la sexualidad, el porno seguirá siendo el primero y único “referente a seguir”.
Sí, diputada Ángela Hernández: podemos estar de acuerdo al decir que la pornografía puede fritarles el cerebro a los menores de edad creándoles imaginarios sobre el sexo, la sexualidad y las relaciones sexuales totalmente erradas.
Pero, mientras sigan existiendo los grandes canales de comunicación, aquellos que sólo conocen de ratings y que naturalizan en formato de “última noticia” historias sobre violencia contra la mujer, dónde la víctima en la vida real puede ser una actriz brutalmente golpeada por su novio extranjero, porque las mujeres locales no existen, no venden, no dan rating; o mientras sigan en claro ascenso económico aquellas empresas privadas que cosifican el cuerpo de la mujer para propulsar sus ventas (sean éstas de cervezas, automóviles o incluso de telenovelas) responsables muchas veces del oxígeno financiero de diversos sectores políticos (incluyendo algunos conservadores), los niños, las niñas y los adolescentes nunca estarán a salvo, las mujeres seguirán siendo instrumentalizadas y usted nunca logrará escapar de eso que tanto repudia.
Twitter: @Diego10T
