Por: Javier Antonio Rojas Quitian/ “Maldito el soldado que apunta su arma contra su pueblo”: Simón Bolívar.
Colombia es uno de los países en América Latina en donde los ciudadanos menos confiamos en nuestras Instituciones, en donde más desaprobamos la gestión de entidades y gobernantes. Problemas como la corrupción, la burocracia, la “dedocracia” y la falta de efectividad y de resultados hacen que pensemos mal de nuestras Instituciones y de quienes las dirigen.
No obstante, hasta hace unos días las Fuerzas Militares y en especial el Ejército presentaban las cifras más altas de aprobación y favorabilidad con más del 80%, los colombianos creíamos en el Ejercito, lo veíamos como una institución honorable y heroica, nos sentíamos protegidos por tan histórica y gloriosa institución.
Pero algo cambió, en la última encuesta publicada por Invamer Gallup las fuerzas militares contaron con una aprobación tan solo del 48%, la más baja en las últimas décadas y esto es el resultado de las agresiones sexuales a menores de edad y mujeres por cuenta de soldados activos del Ejercito y al manejo que dentro de la Institución se les da a los casos reportados. ¡A los colombianos se nos llenó la copa!
Cómo es posible que un grupo de militares cual si fueran una bandola de delincuentes y hampones, una caterva de sinvergüenzas, secuestren una niña indígena para abusarla salvaje y repudiablemente y luego en medio de lo que hacen parecer una efectiva investigación que más parecía una actuación histriónica por parte del Ente investigador, los confesos violadores fueron misteriosamente enviados, no a la cárcel sino a una guarnición militar, mientras que los mandos que dieron a conocer el hecho, como chivos expiatorios fueron expulsados del Ejército con pocas explicaciones.
Y es que estas violaciones no parecen aisladas, parecen ser sistemáticas, pues luego de conocer estos hechos a través de los medios de comunicación, el mismo ejercito tuvo que reconocer que al menos 118 soldados están inmersos en investigaciones internas por agresiones sexuales a civiles, claro, sin que ninguna pesquisa muestre hasta la fecha resultados concretos y de las que la opinión pública no conocía, pues pareciera que el mismo Ejercito intentara que esos procesos quedaran ocultos, que durmieran el sueño de los justos, sin importar el daño hecho a las víctimas y la posible repetición de los hechos.
Estas agresiones sexuales conocidas, se suman a otros malos manejos de miembros activos del Ejército y de sus equipos, pues en los últimos años especialmente en gobiernos de extrema derecha, la imagen de tan prestigiosa institución ha tenido que cargar la cruz pesada de actuaciones clandestinas e ilegales como los falsos positivos, desapariciones forzadas, violaciones de derechos humanos, ascensos cuestionados de oficiales, corrupción, perfilamientos y chuzadas ilegales a periodistas y líderes políticos de la oposición al Gobierno, entre otros.
Pero estos escandalosos hechos no son más que el resultado de las malas decisiones tomadas por parte de quienes nos gobiernan y dirigen la tropa, quienes han puesto la fuerza y la inteligencia militar al servicio de los deseos anárquicos y dictatoriales de personajes que desean mantenerse en el poder a toda costa, olvidando el Estado de Derecho, el respeto por la vida, la dignidad humana y la pluralidad de ideas.
Señores gobernantes, Colombia no puede permitir que le roben su Ejército, “amárrense los pantalones”, investiguen y castiguen ejemplarmente a los autores materiales e intelectuales de todos los actos ilegales cometidos al interior de tan gloriosa fuerza militar, no le roben la honorabilidad a esas casi 4.000 familias de soldados muertos en combate en los últimos 15 años, que les consuela que sus hijos, hermanos o padres murieron como héroes sirviendo a su buen Ejército y hoy guardan sus insignias y la bandera de Colombia como su mayor tesoro.
No le roben la esperanza a esos 230.000 efectivos, quienes comen y duermen en la selva y batallones, lejos de sus familias y que con orgullo y ahínco arriesgan sus vidas por la defensa y la soberanía de nuestra patria, no le roben el orgullo a esos 500.000 reservistas que un día vistieron de verde oliva para defender su patria y sus familias y hoy cuentan con orgullo sus anécdotas, no le roben su Ejército a Colombia, necesitamos sentirnos seguros y confiados al llegar de la tropa, necesitamos creer en algo y lo hemos hecho en nuestras fuerzas militares.
Esta situación la podemos remediar y debemos empezar por ejercer justicia, que caiga quien tenga que caer, pero no podemos seguir tolerando que se cometan actos ilegales y atropellos por parte de miembros de las fuerzas militares y se quieran esconder sin ser castigados. Además es hora cambiar la política de incorporación, en la cual hasta el momento ha sido obligatorio prestar el servicio militar, buscando siempre tener muchos soldados, tal vez es hora de empezar a seleccionar más rigurosamente nuestros militares, buscar calidad y no cantidad, que estos sean sometidos a pruebas psicológicas y comportamentales más estrictas, para identificar psicológicamente el tipo de persona que va a empuñar un arma y que ejercerá autoridad y en cierta forma poder sobre los más vulnerables.
Añoramos el buen nombre de nuestro Ejército, ese que se ha construido a lo largo de 210 años de historia, defendiendo la patria, su soberanía, acompañando a sus comunidades, llevando seguridad, pero también salud y vías a los lugares más alejados, añoramos el buen nombre de nuestro Ejército, ese que pregona “Patria, Honor y Lealtad”, ese que da incluso su vida por la defensa del país y sus habitantes, añoramos el buen nombre de nuestro ejército ese que cuida y protege y no hace daño, añoramos el buen nombre de nuestro ejército porque aún tenemos “Fe en la causa”.
*Exalcalde de Sucre (Santander), Administrador de Empresas, Especialista en Gestión Pública y Magister en Políticas Públicas y Desarrollo.
Twitter: @Javierrojasqui
