Por: Yaneth Mojica Arango/ Las personas que me conocen, saben que nací en Barrancabermeja, no sólo nací a la vida, sino que fue esa ciudad la que me permitió nacer a la vida política y profesional, fue la escuela que forjó mi fuerza de trabajo, mi fortaleza para enfrentar tantas batallas, la misma que me permitió ser profeta en mi propia tierra y al mismo tiempo la que me ha negado en dos ocasiones la oportunidad de gobernar.
La verdad no la culpo y no soy quien para juzgarla, finalmente Barrancabermeja es una ciudad adolescente, que con tan sólo 96 años de vida, tiene mucho por aprender, son más los golpes que ha recibido, que los amores que la han acariciado. La comparo con una joven, talentosa y hermosa mujer, cuya inmadurez la lleva a desgastarse en manos de quien no vale la pena, entregando no sólo lo que tiene sino también lo que vale, así con el tiempo, su confianza quebrantada, es incapaz de decidir sabiamente, equivocando sus decisiones una y otra vez.
Cuando me preguntan, por qué no me dedico a hacer oposición una vez comienza un nuevo gobierno, mi respuesta es sencilla: Cuando postulo mi nombre en un proceso electoral, lo he hecho pensando en darle la oportunidad a mi pueblo de elegir entre muchas opciones que siempre aparecen en época de campaña, una opción diferente y auténtica, lo hago para ser alcaldesa y no para ganar como opositora. Dejo en claro, que mi mejor forma de hacer oposición ha sido el mismo hecho de ofrecer mi nombre en el pedregoso y complicado camino hacia la alcaldía, plagado de dificultades y misoginia.
Cuando termina una contienda electoral, ha de respetarse el resultado, ese es mi criterio, pues mal o bien usada, la democracia brinda la oportunidad cada tanto, para que un pueblo se aproxime al desarrollo o siga en el estancamiento.
No creo en las promesas mesiánicas y tengo muy claro que el rumbo de una ciudad no está en unas solas manos, sino en aquellas que tengan la capacidad de llamar a la unidad y al consenso, en donde se opine con respeto y se presten oídos para escuchar las necesidades de un pueblo que al mismo tiempo usa su voz para sugerir soluciones, que van a ser puestas en práctica por quien tiene la responsabilidad de hacerlo.
De este 2018 rescato las experiencias que ha tenido que atravesar mi ciudad (me refiero a su gente, quienes son la verdadera Barrancabermeja), aprendiendo que no es la polarización política ni la pelea entre hermanos y hermanas que compartimos un territorio bendecido por Dios, en donde vamos a encontrar abono para crecer, sino en los aprendizajes a partir de la unión, de la generosidad y el optimismo.
En esta Navidad, quiero desearte mi querida Barrancabermeja, muchas cosas buenas, entre otras que no nos dividamos más como pueblo, que no sea la política la trinchera para herirnos sino para encontrar un punto de partida hacia donde queramos llegar y esa meta no tiene límite.
En esta Navidad también te deseo que tengas muchas luces, pero no me refiero a las del alumbrado público navideño, sino a las luces de quienes iluminan de verdad, la que sale de los corazones de tantas mujeres y hombres, ancianos, jóvenes y niños que desde el anonimato hacen patria chica, cuyas sonrisas no se apagan frente a la escasez, sino que logran contagiar con la magia del amor, la esperanza en los corazones de los demás.
Te deseo una muy feliz Navidad mi querida Barrancabermeja, esa misma ciudad que me enseñó a comer pescado en el desayuno dominical, que el caldo de bagre es medicinal, que los tamales de arroz tienen forma de regalo grande y que se comen en Nochebuena, que el suero y los patacones nos alegran una tarde frente a la Ciénaga San Silvestre y que no hay atardeceres que se vean como los que se dibujan en tu cielo junto al Magdalena.
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