Para avanzar en la reducción de nuevos casos por infección de VIH en Santander debemos trabajar en muchos aspectos, superando las barreras que enfrentan muchas personas en otros territorios del departamento que temen el señalamiento social.
Por: Diego Ruiz Thorrens/ El pasado 27 de enero un medio de comunicación regional informó cuál es el actual escenario de VIH/Sida en el departamento de Santander. El artículo titulado “Reportes sobre VIH aumentaron un 51% en Santander” expone que, entre los años 2021 – 2022, las cifras de personas viviendo con VIH crecieron más del doble, además que profundiza en aspectos como son las acciones que vienen ejecutando algunos de los entes territoriales para identificar nuevos casos de (es decir, la incidencia en) VIH en algunos municipios del departamento de Santander (San Gil, Floridablanca, Barrancabermeja, Socorro y Bucaramanga) y cuáles han sido los impactos de la ejecución de proyectos internacionales (principalmente en Bucaramanga) como son el proyecto internacional de AHF Colombia (AIDS Healthcare Foundation) y el Proyecto VIH de Fondo Mundial.
Es un artículo sumamente interesante, aunque curiosamente, se queda corto en dos aspectos cruciales: (1) no menciona cuáles son las cifras actuales de personas viviendo con VIH/Sida en Santander y (2) no interioriza qué hay detrás del aumento de los casos de VIH más allá de la movilización de las pruebas voluntarias para VIH y del despliegue de las campañas de asistencia en VIH.
Me explico: cuando hablamos sobre “aumento” de casos de VIH/Sida en un departamento como el nuestro, partimos de distintas lecturas, pero principalmente, dos: la primera, tiene que ver con el “esfuerzo” (así, entre comillas, porque no es un ‘querer’ sino un ‘deber ser’) que hacen las secretarias de salud (obviamente, de la mano y recurso de estos proyectos internacionales) y que (nuevamente) se enmarcan en una lectura del ‘debe ser’ institucional (es decir, de la aplicación y el cumplimiento de las normas y otras que garantizan toda la ruta de atención en VIH y prevención de ITS – VIH/Sida); y segundo, de una lectura no tan rígida como la anterior, pero sí con una alta connotación social sumamente estigmatizante, que valida el señalamiento hacia unos grupos sociales, desviando los esfuerzos institucionales dirigidos a la prevención y al abordaje educativo dirigido a todos los grupos claves.
Pues bien. Al interior de esas otras ‘distintas lecturas’, existen dos que en ningún artículo (que yo sepa o haya encontrado) se discuten, y son (1) las barreras en la movilización de campañas a gran escala que permitan prevenir la infección por VIH más allá de la ciudad de Bucaramanga y (2), la lectura de las organizaciones de base comunitaria (o de la sociedad civil) que trabajan como soporte/ apoyo a una vasto número de población que solicita información y acceso a las rutas para la atención en VIH, organizaciones que cuentan con un grueso informativo de denuncias, seguimientos y reclamos, muchos de ellos provenientes de ciudadanos que deben enfrentar, desde una barrera para acceder a la prueba voluntaria que deben brindar las IPS, hasta la entrega de medicamentos dirigidas a personas que viven con VIH/Sida y cuya calidad de vida se puede encontrar en peligro.
Estas organizaciones, que se sumergen en las acciones de prevención y reducción del estigma y la discriminación del VIH y en las campañas educativas dirigidas a sus comunidades, muchas veces, no cuentan con el apoyo financiero estatal y/o privado.
¿Por qué es necesaria una lectura más objetiva, complementaria, que permita la comprensión de las cifras y el aumento de VIH en el departamento de Santander?
Razón #1: Porque decir que el aumento de casos en VIH se traduce al mejoramiento del acceso a la prueba voluntaria para VIH, es un argumento incompleto y que carece de núcleo. Sí, a mayor número de pruebas podemos encontrar mayores casos de personas viviendo con VIH (lo cual es algo sumamente relevante). Pero un aumento de casos también es resultado de los vacíos que persisten en las acciones de prevención que deben ser abordadas desde la educación (en escuelas, colegios, universidades y en la sociedad general). Esto es algo que, al menos en nuestro departamento, ha perdurado durante muchísimos años.
Razón #2: Porque persisten las barreras para acceder a la información epidemiológica (nuevos casos – casos actuales, grupos claves afectados), que impiden la ejecución de acciones de prevención más contundentes y, por extensión, la disminución de nuevos casos en las comunidades.
Razón #3: Porque desconocer otros canales de información social, que permitan conocer mejor la problemática, repercuten en todo el ejercicio orientado con las metas 95 – 95 – 95, es decir, a 2030, que el 95% de las personas que viven con VIH conozcan su estado serológico, que, de ellas, el 95% ingresen a tratamiento antirretroviral, y que el 95% logren supresión viral, alcanzando un estado de indetectabilidad (indetectable = intransmisible).
Para avanzar en la reducción de nuevos casos por infección de VIH en Santander debemos trabajar en muchos aspectos, superando las barreras que enfrentan muchas personas en otros territorios del departamento que temen el señalamiento social. Sobre todo, debemos hablar de todos, todos los escenarios, no solo aquellos que refuerzan la idea institucional de que “todo se está haciendo bien”, porque no es la realidad. La voz de la sociedad civil debe ser tenida en cuenta, más aun, cuando existen actores que, desde hace años, vienen luchando y exigiendo mayores acciones, acciones reales, que reduzcan una situación que tiene un fuerte impacto en la salud pública.
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*Estudiante en Maestría en Derechos Humanos y Gestión de la Transición del Posconflicto de la escuela Superior de administración pública ESAP – Seccional Santander
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