Por: Ruby Stella Morales Sierra/ Estas tres últimas semanas del paro nacional han sido de las más violentas, dolorosas y perturbadoras que hemos vivido los colombianos en los últimos años. Tanto en la participación de multitudes de ciudadanos y numerosas poblaciones afectadas, como en la duración del paro y las fuertes confrontaciones con las autoridades y la represión violenta. Con el antecedente de vivir el pleno del tercer pico de la pandemia que no impidió que la gente saliera en masa a protestar en las calles.
Tanto dramatismo ha tenido este conflicto que el mundo y los principales gobiernos demócratas y organismos internacionales de derechos humanos han alertado que el mundo nos mira. Las múltiples evidencias de violación de derechos humanos hablan por sí solas. La ONU y la Cruz Roja Internacional activadas en las ciudades más complicadas por la escala del conflicto.
Días aterradores como los de horror vividos por muchos ya mayorcitos, en aquel fatídico 1985, con las tragedias anunciadas de la toma del Palacio de Justicia los días 4, 5 y 6 de noviembre y estremecidos a ese mismo 13 de noviembre con la devastación del municipio de Armero, a causa del deshielo del Nevado del Ruíz donde fallecieron alrededor de 25.000 colombianos. Ese año del gobierno de Belisario Betancourt era ministro de minas, y por demás, el padre del actual presidente Iván Duque, quienes ignoraron los múltiples llamados de alerta y auxilio de la población desaparecida.
Casi 20 días llevamos de paro que se reproducen y alimentan en los fatídicos resultados de las jornadas anteriores, en expresiones de rechazo día a día, de lado y lado, y no cesan las convocatorias por doquier en una ola de protestas con múltiples reclamos y reivindicaciones contenidas y no resueltas desde octubre de 2019.
No podemos olvidar que la inmensa mayoría de los participantes en el paro son ciudadanía pacífica y respetuosa, muchos hombres y mujeres mayores, al igual que sindicalizados y pensionados de lánguidas mesadas. La inmensa mayoría que ha sostenido el paro lo conforman hoy jóvenes, algunos estudiantes, otros sin ocupación ni oficio, muchos desamparados.
También están las minorías de los provocadores violentos que la mayoría rechazamos (con abundantes evidencias fílmicas de uniformados y de particulares), que pretenden deslegitimar la protesta con actos criminales y vandálicos y daños a la infraestructura pública y privada. Y muy cerca de ellos, la delincuencia oportunista o la organizada, pescando en río revuelto.
Durante este interminable paro se ha arrebatado de forma violenta la vida de más de 50 jóvenes, miles de protestantes y docenas de policías heridos. Muchos ojos perdidos de estudiantes. Varias mujeres denunciaron violación sexual por parte de uniformados, y una de ellas, hija de un policía, se habría suicidado al no resistir el dolor físico y moral de la agresión. Las ONG de derechos humanos cuentan centenares de desaparecidos y torturados. Y buscando una luz al final del túnel.
Entre el volumen de noticias, se supo que hay un uniformado judicializado por la Fiscalía tras la evidencia en video de la respuesta a una patada con cuatro balazos por la espalda a un menor de edad de Cali. Cuatro policías en Popayán habrían sido apartados de sus cargos pues estarían vinculados a la supuesta violación de la joven abusada que se suicidó.
Demasiadas situaciones dolorosas, pérdidas e incertidumbre en desarrollo del paro y demasiada intransigencia e incapacidad de negociación del gobierno. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuántas víctimas?
El dilema de Schelling
Según los expertos, este dilema significa que ‘si el Estado reprime demasiado la gente se levanta, y si no la reprime lo desbordan las exigencias crecientes de la gente’.
Sin duda millones de personas salieron de forma pacífica a las marchas de apoyo al paro además del rechazo al incremento de impuestos, por múltiples causas que se expresan en pobreza, desigualdad e inequidad.
Los protagonistas del paro continuado han sido los cientos de miles de jóvenes en ciudades como Cali, Popayán, Pereira, Tunja, Bogotá, Bucaramanga, Floridablanca, Piedecuesta, Girón, Barranca y no menos de 600 poblaciones colombianas.
Empezamos a conocer nuevos términos bélicos que antes no usábamos. Muchos jóvenes de ‘la primera línea’, dicen que lo único que tienen es su propia vida que fatalmente exponen en barricadas barriales, algunos acompañados de sus madres y vecinas que les suministran alimentos, como en los barrios populares de Cali. Allí, unos dudosos habitantes emergentes que dicen ser ‘gente bien armada’ atacó a bala a la Minga indígena del Cauca, dejando a varios de ellos heridos y los estigmatizó sin misericordia, azuzados por prejuicios y señalamientos racistas y clasistas criminales.
Aún persiste la incertidumbre de carreteras bloqueadas que impiden el suministro de alimentos en varias ciudades y pueblos; productos y cosechas dañadas, calles trancadas de cualquier ciudad a cualquier hora del día y algunas terribles noches.
El nivel de violencia que pocas veces se vivió en las ciudades en épocas de la confrontación contra la guerrilla, ahora se vive en las calles y barrios populares de algunas ciudades que enfrenta a la fuerza pública contra jóvenes y vecinos de comunidades marginadas.
Medicinas y oxígeno no han podido llegar a algunos hospitales para atender el tope de enfermos por Covid-19 en las UCI de casi todo el país, pues no pudieron superar los corredores humanitarios tardíos, que hasta la ONU ha intervenido para que se respeten.
Días y noches interminables de angustia, de lágrimas y de rabia, por los resultados fatales de vidas truncadas por la muerte temprana, por balas anónimas asesinas y como resultado inaceptable de las confrontaciones de ciudadanos, especialmente de jóvenes, repelidos por la Policía y el Esmad, que iniciaron en las vías principales de las ciudades y luego se trasladaron a los alrededores de nuestras casas.
Sabemos que el 99 por ciento de quienes apoyan el paro es población pacífica en ejercicio del derecho constitucional de la protesta, como una expresión y ejercicio político contra medidas adversas hacia la mayoría de la población y que requiere la atención y negociación del gobierno.
Plantones, marchas y velatones que empezamos a ver en vivo y en directo y que de un momento a otro dejaron el registro histórico de cientos de excesos de fuerza y el llamado masivo S.O.S., que por primera vez motivó a miles de colombianos a exhibir la bandera al revés como señal de alerta ante el mundo.
La gente se queja de que los medios de comunicación evidencian los actos vandálicos mientras minimizan las multitudes legítimas que han estado en las calles. Llegaron los corresponsales de prensa en un país que ven en plena guerra, y los ojos del mundo miran y se espantan por esta lucha fratricida entre colombianos pobres que ahora se libra en las calles, parques o en los barrios populares de cualquier ciudad.
El juez español Baltazar Garzón calificó esta nueva confrontación desigual como la guerra de ‘piedras contra balas’, gases lacrimógenos y tanques de guerra.
Las diversas fuerzas sociales y sindicales contra la reforma tributaria del gobierno nacional que pretendía cobrar el 19% del IVA sobre la canasta familiar y los alimentos de los pobres, para luego repartir entre los mismos pobres.
El gobierno retiró el proyecto de la contundencia apoteósica del paro y la masiva presencia pacífica de las calles de las principales ciudades y poblaciones de Colombia y la arremetida feroz de la fuerza pública contra la población civil ha sido evidente a los ojos de los colombianos y del mundo. Renuncia del ministro Alberto Carrasquilla, reforma a la salud en cuidados intensivos y en veremos.
En Floridablanca, el concejal Germán Durán Useda, al parecer desdobló su verdadero ego en una llamada que habría sido grabada y en la que insulta a la también concejala de este municipio, Milady Tovar, con la intención de exponerla a atropellos y violencia por el hecho de acompañar a integrantes de la comunidad en algunos plantones del paro y en defensa de los cerros orientales. Una mirada troglodita de alguien que no representa a las mujeres decentes, libres e inteligentes. Varios grupos de mujeres realizaron este domingo un plantón de protesta con el lema: “Si tocan a una, se meten con todas”.
Avanza el dilema de Schelling en lo nacional y en lo local.
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