Por: Luis Carlos Heredia Ordoñez/ Sí, esa que nos pone en el mapa mundial, que genera empleo para más de 200 mil personas y que, cada 14 de febrero, llena de color y aroma los hogares de millones de enamorados en Estados Unidos. Pero, ¿qué hace nuestro presidente? En vez de fortalecer este negocio, decide jugar al revolucionario y meterse en peleas que nadie le pidió.
San Valentín no es solo una fecha romántica; es una máquina de hacer billete. Los estadounidenses gastan más de 26 mil millones de dólares en esta celebración, y Colombia tiene un asiento privilegiado en esa máquina. Según Augusto Solano, presidente de Asocolflores, entre el 15% y el 20% de las exportaciones anuales de flores colombianas se dan en torno a esta fecha. Es decir, estamos hablando de un negocio que no solo deja plata, sino que genera empleo para miles de familias, muchas de ellas encabezadas por mujeres.
Pero no se trata solo de cortar una rosa y mandarla en avión. Detrás de cada flor hay un proceso complejo: producción, exportación, certificaciones sanitarias, estándares de inocuidad y un esquema de gestión ambiental que garantiza que nuestro producto sea de los mejores del mundo. En 2024, Colombia exportó más de 54.000 toneladas de flores cortadas, con un valor aproximado de $1.500 millones de dólares. El 90% de esas flores fueron rosas, y la mayoría terminó en manos de enamorados estadounidenses.
Mientras el mundo avanza, nuestro presidente parece empeñado en retroceder. Gustavo Petro es, sin duda, un hombre de discursos. Discursos largos, discursos inflamados, discursos que suenan bien en un mitin pero que, a la hora de la verdad, no sirven para nada.
Porque aquí no se trata de izquierda o derecha, se trata de sentido común. Y el sentido común dice que, si tienes un sector que genera empleo, que dinamiza la economía y que te pone en el mapa mundial, lo apoyas. No lo saboteas.
Pero Petro, que nunca ha tenido una empresa y que vive de los impuestos, parece no entender cómo funciona el mundo real. Para él, el sector privado es el enemigo, el capital es el mal y cualquier cosa que huela a mercado es sospechosa. Y así nos va. Mientras en Estados Unidos celebran el amor con flores colombianas, aquí nos estamos quedando sin trabajo, sin inversión y sin oportunidades porque al presidente le molesta que la economía funcione si no la maneja él.
No se trata solo de exportar rosas; se trata de hacerlo con calidad, responsabilidad ambiental y un impacto social que transforma vidas. La floricultura colombiana es un ejemplo mundial de sostenibilidad. Aquí no se trata solo de producir flores bonitas, sino de hacerlo de manera responsable. Reducción del uso de pesticidas, ahorro de agua, protección de suelos, programas de compensación ambiental. Todo eso hace parte del negocio.
Conocí un caso de una mujer de la Sabana de Bogotá, María, una madre soltera de Facatativá, lleva 10 años trabajando en un cultivo de rosas. Para ella, este empleo no es solo un sustento, sino la posibilidad de darle educación a sus hijos y soñar con un futuro mejor. Pero hoy, como muchos otros trabajadores, teme que los discursos políticos pongan en riesgo su estabilidad.
Según Asocolflores, cada empleo en el sector floricultor beneficia indirectamente a tres personas más, lo que significa que más de 600.000 colombianos dependen de esta industria.
Mientras Colombia exporta rosas, Petro exporta problemas. Es como si un jardinero, en vez de regar sus plantas, les echara sal para que se marchiten. Sus decisiones no solo afectan a los empresarios, sino a miles de familias que dependen de este sector. Y no es solo un tema económico; es también un tema ambiental.
En política, como en el amor, hay que tener cabeza fría. Hay que pensar en el otro, hay que buscar soluciones, hay que trabajar en equipo. Pero parece que aquí nos gobiernan con el hígado. Con rabia, con resentimiento, con ganas de demostrar que son diferentes, aunque eso implique destruir todo lo que funciona.
Así que, señor presidente, menos discurso y más acción. Deje de pelearse con Estados Unidos, deje de meterle zancadilla a la economía y póngase a trabajar de verdad. Porque aquí no se trata de izquierda o derecha, se trata de sentido común. Y si no lo tiene, pues mejor déjese asesorar por alguien que sí lo tenga.
El desarrollo no se logra simplemente imponiendo aranceles bajo discursos proteccionistas. El mundo avanza dentro de un marco de libre mercado y libertad económica, factores esenciales para el crecimiento y el progreso nacional. No es con discursos populistas ni con publicaciones en redes sociales como se genera un verdadero avance en el país, sino con acciones concretas que impulsen la economía y la competitividad.
El amor, dicen, mueve montañas. Pero en Colombia, parece que el ego político mueve más que el amor. Y mientras el mundo sigue comprando nuestras flores, nosotros seguimos exportando problemas. ¿Hasta cuándo? Porque, al final, no se trata de izquierda o derecha, sino de sentido común. Y si no lo tenemos, mejor nos dedicamos a vender espinas.
Usted qué prefiere, ¿un país que exporta flores y genera empleo, o uno que exporta discursos y genera incertidumbre? La respuesta, querido lector, debería ser obvia.
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*Tecnólogo ambiental, ingeniero ambiental.
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