Por: Diego Ruiz Thorrens/ Tres niños fueron noticia en la última semana en nuestro país: Uno, secuestrado (y afortunadamente liberado) y dos menores asesinados. Sus nombres: Génesis Rúa, Sebastián Moreno y Cristo José.
Génesis Rúa, con tal sólo nueve años de edad, fue asesinada, asfixiada y quemada por su agresor Adolfo Enrique Arrieta. Sebastián Moreno, fue un niño de tan sólo 10 años que resultó herido por una explosión en Caucasia, Antioquia. Al parecer, la detonación hizo que una pipeta de gas que se encontraba en su casa también estallara. Él y otras dos personas más fueron llevados a un hospital en Montería. A Sebastián debían amputarle sus piernas, pero las heridas fueron tan graves que falleció.
Cristo José, un niño de tan sólo 5 años, fue secuestrado en el Carmen, municipio del Catatumbo. Su papá es el Alcalde del pueblo. Aunque no se sabe quién lo retuvo, o las razones de su secuestro, el menor afortunadamente fue liberado.
Esta violencia puso sobre relieve interminables discusiones frente a penas y castigos de los cuales no existe una única postura: la pena de muerte, la castración química a violadores o las condenas carcelarias vitalicias para todos aquellos que maltraten a los Niños, las Niñas y los Adolescentes.
Incluso, desde los más altos sectores políticos Colombianos manifestaron que ante el dolor que generan estos viles actos de profunda violencia sobre los Niños, las Niñas y los Adolescentes en nuestra sociedad, se hace aún más urgente la materialización de condenas ejemplares para éstos delitos.
Por ello, nadie cuestionará que algo sucede frente la respuesta de los mecanismos con los cuales debe actuar para éstos casos la Justicia Colombiana, y que quizá por ello, por nuestra total incomprensión, una posible “reforma” (si se le puede designar de alguna manera éste nombre) debe darse lo más pronto posible.
Pero esto no cambia ni diluye la sensación del constante y permanente peligro en que se encuentran los Niños, las Niñas y Adolescentes de nuestro país. De eso no queda duda alguna.
En medio del mar de información de las redes sociales y de mensajes llenos de indignación, y como respuesta por parte de varios sectores sociales que exigen a nuestros políticos realizar acciones dónde efectivamente se contrarreste la violencia contra los Niños de nuestros país, dejando de lado el discurso retórico, manipulador y discursivo que sólo busca arrastra consigo la humanidad y el dolor de los niños y sus familias, y que en realidad están pensadas en las elecciones próximas de 2019, un hashtag de Twittter comenzó hacerse viral: #NoMásPopulismoPunitivo.
¿Qué significa? En dialogo con el Abogado, Magister en DD.HH Derechos Humanos y DIH para Litigio ante Tribunales y Cortes Internacionales, e Investigador en Asuntos de Género e Identidades Diversas, Marco Antonio Ruiz, explica que “éstas medidas (la pena de muerte, la castración química a violadores o las condenas carcelarias vitalicias) se han utilizado en instancias políticas para expresar lo que el país quiere escuchar a pesar de la inviabilidad legal de los castigos anteriormente mencionados en razón de las adhesiones, compromisos y pactos internacionales en DDHH Derechos Humanos y Derechos Internacional Humanitario a los que el país se ha inscrito. Éstas son medidas ilógicas, más cuando las cárceles están llenas de gente y los verdaderos pillos están en las calles.”
Éste argumento nos ayuda a la comprensión del hashtag de Twitter y de los posibles “porqués” del malestar social. Al mismo tiempo, nos ayuda a identificar quiénes son aquellos sectores políticos que usan el dolor como una medida de ganancia traducida en votos, y a su vez, nos brinda razones por las que debemos identificar y/o construir mecanismos de prevención frente los posibles casos de violencia contra los Niños, las Niñas y Adolescentes, despertando de una vez como País.
Primero, el clamor frente a la protección de los Niños, las Niñas y los Adolescentes en los últimos tiempos ha estado guiado por un amplio sector de representantes del ala conservador, dónde sus partidos han conseguido distintos escaños a partir del reconocimiento del discurso emocional y la trascripción del malestar social. Esto, también ha servido al mismo tiempo en la renovación de los intereses propios a sus sectores políticos. Sin embargo, ello no significa una necesaria materialización de la transformación social a favor de ese clamor de justicia que ellos tanto pregonan.
Segundo, frente a los discursos emotivos (provengan éstos de la cultura del meme entre otros astutos mecanismos visuales en redes sociales, o de la descalificación de los sectores acordes a la Paz, por ejemplo), los Santandereanos y los ciudadanos de a pie no tenemos presentes la información necesaria sobre cuáles son las rutas y los mecanismos existentes que pueden brindar protección real a los Niños, las Niñas y los Adolescentes. Esto, se debe en parte a la desconfianza que nos generan las instituciones públicas de nuestro país.
No debemos ignorar que otros sectores políticos tampoco han tenido una firme participación en la incidencia y transformación de ésta realidad, pero quienes más han exigido estos cambios han sido precisamente aquellos quienes menos acciones han ejecutado y que aun no logran aterrizar éstas necesidades a la realidad de todos los Niños, Niñas y los Adolescentes.
Una muestra de ello es la construcción de políticas de protección que parecieran no tener presente los ecosistemas de todos los menores de edad, en especial, aquellos pertenecientes a las áreas rurales.
Santander no escapa de tampoco a ésta desidia. Una muestra de ello es la naturalización y normalización de la violencia hacia los menores de edad que han sido asesinados en el último año en nuestro departamento: Sólo éste año, y por mencionar algunos de éstos casos, dos llamaron la atención de los medios de comunicación departamental y nacional, pero de la misma manera que fueron expuestos, también dejaron de ser visibles: el padre que asesinó a su hijo menor de tan solo 3 añitos de edad por querer vengarse de la madre del menor en una Iglesia de Barbosa, Santander, y el triste asesinato de dos menores de edad a manos de su propia madre en un hotel de la ciudad de Bucaramanga.
En 2016, la supuesta amenaza denunciada por miles de padres de familia y algunos representantes de la asamblea de Santander frente a la llamada “ideología de género” nunca se materializó puesto que sencillamente dicha ideología es una falacia. Pero sí, aumentaron los cruentos asesinatos de Niños, Niñas y Adolescente, la agresión y la violencia sexual, precisamente en manos de aquellos que deberían protegerlos.
Pareciera que Colombia fuese un país que no quisiera a sus niños. Pareciera que buscamos respuestas en la Justicia, los partidos políticos y demás cuando ésta demostrado que es en la prevención de todas estas atrocidades y que debe partir del interés de cada miembro de ésta sociedad al no permitir la violencia contra los menores y al levantarnos en contra de cualquier arbitrariedad que ellos, nuestros Niños, Niñas y Adolescentes puedan verse expuestos, dónde realmente comenzará la transformación de un mejor futuro para todos.
¡No al silencio!
Twitter: @Diego10T