Por: Luis Carlos Heredia Ordoñez/ Como ingeniero ambiental, recorro calles, escucho comunidades y me enfrento cada día a la triste constatación de que la gestión ambiental en esta región no está en crisis… está abandonada.
En pleno 2025, resulta inconcebible que una herramienta legal tan potente como el Comparendo Ambiental siga siendo tratada como un simple papel, archivado entre decretos y buenas intenciones, sin operatividad real.
Este mecanismo, reglamentado por la Ley 1259 de 2008, obliga a los municipios a implementar sanciones efectivas para conductas que afectan el ambiente urbano: disposición inadecuada de residuos, escombros, basuras y comportamientos que atentan contra la limpieza del entorno.
Y sin embargo, en Bucaramanga y su área metropolitana seguimos viendo calles convertidas en botaderos, quebradas enfermas y barrios enteros asfixiados por la desidia institucional.
La Ley 1259 de 2008, que regula esta herramienta, busca algo tan simple y a la vez tan poderoso como sancionar a quienes afecten el entorno con malas prácticas: botar basura en la calle, dejar escombros, no separar los residuos o afectar las quebradas.
Es una ley que promueve cultura ciudadana, sostenibilidad y responsabilidad ambiental. Pero en la práctica, su aplicación ha sido tímida, errática y, en muchos municipios, inexistente.
La situación en Bucaramanga, Floridablanca, Girón y Piedecuesta es preocupante. Las Secretarías de Salud y de Medio Ambiente parecen más ocupadas en aparecer en televisión durante Semana Santa que en garantizar una gestión ambiental real y permanente. El control ambiental no puede depender del espectáculo ni del «like» en redes sociales.
Tomemos el ejemplo de Floridablanca. En barrios como La Cumbre, El Carmen y el centro del municipio, la problemática ambiental es evidente: acumulación de residuos, quebradas contaminadas y una notoria ausencia de controles eficaces. Lo mismo sucede en Bucaramanga, Girón y Piedecuesta. La inacción de las autoridades es un factor agravante para la sostenibilidad ambiental de toda la región.
Lo más grave es que no hay un control político serio sobre este tema. Los concejos municipales han pasado de largo, ignorando su deber de implementar y vigilar la aplicación del comparendo ambiental. Mientras tanto, seguimos ahogándonos en basura y en excusas.
Esto no es un ataque a los funcionarios que trabajan desde contratos por prestación de servicios. Este es un llamado a los líderes: alcaldes, concejales, secretarios de despacho. ¿Dónde está el control sobre el uso de los recursos ambientales? ¿Dónde están los resultados? El sector ambiental no puede convertirse en un escampadero laboral ni en un escenario de improvisación técnica.
La gestión ambiental debe ser seria, rigurosa y liderada por profesionales formados, no por recomendaciones políticas. Se necesitan planes con trazabilidad, indicadores, metas claras. Y, sobre todo, se necesitan sanciones reales para quienes contaminan.
Sí, educar es importante. Pero educar sin sancionar es como tener una ley sin dientes. Es momento de aplicar multas efectivas, no solo económicas, sino también sociales: limpieza obligatoria, trabajo comunitario, acciones visibles que devuelvan algo al territorio que se ha dañado.
No es justo que sigamos viendo calles convertidas en basureros, esquinas con montañas de escombros y quebradas que huelen más a cloaca que a agua. No es justo para quienes pagamos impuestos, para quienes luchamos por un territorio más limpio, más justo, más habitable.
Este no es un llamado al populismo ambiental, ni a campañas de maquillaje institucional. Es un llamado a la acción, a la coherencia, a la responsabilidad. Si no se controla la gestión ambiental desde ya, seguiremos pagando con nuestra salud, con nuestra economía y con la imagen de nuestra ciudad.
Queridos lectores: el medio ambiente no es un discurso bonito. Es un tema urgente. Nos afecta a todos. Y si no lo entendemos así, seguiremos perdiendo. No permitamos que Bucaramanga se hunda entre la basura y la indiferencia. Exijamos acción, resultados y compromiso real.
Bucaramanga no necesita más slogans de «ciudad bonita». Necesita autoridades con carácter, ciudadanía con conciencia y políticas ambientales que se ejecuten de verdad, no que se maquillen para Instagram.
Este no es un llamado decorativo: es una exigencia ética, técnica y ciudadana. Exijo —como ingeniero, como profesional y como habitante de este territorio— que el Comparendo Ambiental se active con todo su rigor. Que las Secretarías cumplan su rol, que los concejales controlen, que los alcaldes lideren, y que la gestión ambiental vuelva a tener dientes, alma y propósito.
Porque no estamos hablando solo de residuos. Estamos hablando de dignidad, salud pública, justicia ambiental y calidad de vida. Y quien no lo entienda, simplemente no debería estar ocupando un cargo público.
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*Tecnólogo ambiental, ingeniero ambiental.
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