Por: Andrés Julián Herrera Porras/ En esta época del año en que todos estamos pensando en regalos, he decidido reflexionar un poco en la evolución —si es que se le puede llamar así— de los regalos para niños y niñas. El cambio generacional es cada vez más abismal y creo que poco nos damos cuenta de este. Justo por este motivo, respetados lectores, los invito a despojarse de cualquier tipo de prejuicio que se tenga frente a lo buenos o malos que son los juguetes de hoy, para que tratemos de reflexionar objetivamente sobre los mismos.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que cada generación trae consigo cambios, algunos más complejos que otros, en todas las áreas que se puedan comparar y los juguetes no son la excepción. Mis juguetes fueron completamente diferentes a los de mis abuelos y los de ellos fueron radicalmente distintos a los que hoy les dan a mis primos más pequeños.
Cada uno de nosotros responde a un tiempo determinado, somos sujetos históricos y no tenemos culpa alguna de la época que nos corresponde vivir. Empero, si tenemos la responsabilidad de asumir dicho lugar en la historia para responder a las exigencias que el mismo nos hace como individuos y como especie. Un ejemplo claro es que nuestros abuelos disfrutaron de un medio ambiente completamente diferente al que hoy tenemos y, a su vez, nosotros poseemos avances tecnológicos que ellos ni siquiera imaginaron.
Ahora bien, el tiempo transcurrido hace que las posibilidades aumenten; por ejemplo, mis juguetes de infancia fueron mucho mejores que los de mis abuelos, sin embargo, algunos de mis juguetes —Obviamente me refiero al tipo de juguete más que al modelo en si— se pueden conseguir también hoy. Es decir, la generación de niños de hoy puede tener los juguetes que hubiesen querido diferentes generaciones que los precedieron y los suyos propios, los que antiguas generaciones no osaron soñar.
Con todo lo anterior, y este es el punto que me hace escribir en ultimas sobre este tema, es muy fuerte observar el cambio, cada vez más profundo no solo entre juguetes sino entre juegos posibles con los mismos. Me refiero al uso necesario de la imaginación que se daba cuando, con los juguetes míos y de mi hermana, jugábamos a vender comida debíamos organizar la cocinita y otros elementos para poder luego atender a los Max Steel que servían comensales. Hoy, venden ya lista toda la estructura del supermercado, cerrando la posibilidad de imaginar más allá, dejando de lado la capacidad creadora de la infancia, limitando los caminos que podría proponer cada niño y llevándolos por el camino “seguro” que más le conviene a la industria.
Quizá todas las generaciones se quejen de lo mismo, pero siento que los cambios son cada vez más abismales y que hoy nos enfrentamos a unas generaciones con bajísimo estímulo a la imaginación que nos cobrará factura en no pocos años. El aumento inmenso en la variedad de juguetes juega un serio cambio en el desarrollo de las capacidades que podían resultar de la imposibilidad de tener el juguete que encajaran directamente en el juego deseado, puesto que llevaba a los niños a imaginarse buena parte de su juego, adecuando los juguetes que se tenía posibilidad de tener.
No es lo mismo tener que armar la cancha con bolsos y jugar con un tarro de tampico como balón que tener incluso porterías portátiles para jugar.
No quiero que esto suene a queja, es muy bonito ver a un niño con el regalo anhelado y que existan nuevos y mejores juguetes es apenas coherente con los avances tecnológicos que van aconteciendo. Por otra parte, no podemos dejar de reflexionar en nuestra responsabilidad histórica para con los niños del hoy y del mañana, la necesidad de formarlos como seres capaces de imaginar, de soñar.
Si no hacemos un alto y pensamos en la estimulación de la imaginación, en la capacidad que los niños deben adquirir para emplear su racionalidad de forma creativa condenaremos a las futuras generaciones a la repetición exacta de sus problemas, serán hijos de Sísifo, condenados a cargar la misma piedra de forma eterna.
Apuntaciones
- Los cargos diplomáticos de Colombia pocas veces han sido algo para sacar pecho, lejos de ello, la mayor parte de las veces están llenos de cuotas políticas. Es inadmisible que el gobierno “del cambio” siga esa misma línea y nombrando a Daniel Mendoza como embajador —Gracias a Dios rechazó el cargo tras la presión mediática— . Ahora, más allá del escándalo reciente, ¿qué méritos o experiencia tiene para asumir tal cargo?
- Los desórdenes en Cali son simplemente nefastos, hace falta mano dura con todo aquel que dañe la fiesta del futbol.
- Ahora que Bucaramanga parece poder sacudirse al “Bukele” de Real de Minas, ¿seguirá el Trump de Quebrada Seca?
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*Abogado. Lic. Filosofía y Letras. Estudiante de Teología. Profesor de la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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