Por: Javier García Gelvez/ En mis tardes de tertulia que mejor que sentarme a tintiar con los que saben; dije yo y me dirigí a una de mis principales fuentes inagotables de conocimiento callejero; héroe de mil batallas académicas y superviviente de la filantropía cognitiva.
Con seguridad el profesor Sandro Borras hizo un curso intensivo y acelerado de infectología, vaya sorpresa me quedé súpito cuando en forma solemne me dijo “se ha declarado una situación de alarma por el brote de coronavirus, no salgo de casa sin mis EPIs”, no me quedó de otra que preguntar que eran los “EPIs” … Muchacho no es otra cosa que mi mascarilla, mis guantes y mi gel hidroalcohólico”, me aclaró.
Y eso no es nada; mi abuelo nos gritaba desde el solar que no nos juntáramos con los muérganos del frente (los Gómez), porque nos iban a prender los piojos y niguas. Y casi quedo patas arriba cuando el profe me sale con el cuento que es preciso mantener la “distancia social” para evitar la “propagación comunitaria de persona a persona” … Vaya mucho al carajo le dije yo.
En una de esas se me salió un estornudo con mocos y todo, de lo más complicado de aguantar y el profe me dice sin reparo “cuídate esa insuficiencia respiratoria”, ¿Cuál insuficiencia respiratoria?, un estornudo no lo ataja ni la madre, dije yo y me respondió: ah entonces eres “asintomático” … Me dejó peor.
Cuando empezó a hablarme del vector me sentí como pez en el agua, pensé para mis adentros, este si se la gano, es como volver a las clases de matemáticas de la escuela: vector, recta, magnitud, escala, longitud… Sin embargo, me dice: “tú puedes ser un vector viral o vector de contagio y multiplicar en forma exponencial la magnitud del brote”. No supe si me insultó o me echó un piropo.
El profe me dejó callado cuando dijo que la pandemia había visibilizado a los invisibles, que la ciudad sigue estando limpia, que los pedidos siguen llegando a casa, que aun somos una ciudad segura, que los alimentos no se cultivan por sí mismos, que tenemos agua potable en nuestros grifos, que la basura no se recoge sola, que las grandes superficies siempre están surtidas, que nuestras dolencias son atendidas y que difícilmente esto se lleva a feliz término a través del teletrabajo. Estos son nuestros héroes a los que jamás se les hace un reconocimiento a pesar de sacrificar su integridad y la de sus seres queridos.
En lo que si nos pusimos de acuerdo es que esta situación no la estábamos pidiendo y nos llegó; no descubrimos el agua tibia cuando coincidimos en que al gobierno le importa un pepino nuestras vidas y las de nuestras familias, sino la de sus propios negocios; como dicen por ahí, estamos pal perro y ni siquiera salimos a pelear cuando cierran hospitales o cuando volvieron la salud pública un negocio privado o cuando le quitaron recursos a la salud y se los dieron a la guerra.
Lo más verraco es que nos hacíamos los ciegos cuando subían las cifras de las muertes por razones “sin importancia” como el hambre, los desplazados, los líderes sociales porque eso jamás nos tocaría… Y vea, nos toca contar todos los días nuestros muertos en una carrera a la inversa… Gana el que menos muertos ponga en su municipio; lo bueno es que ahora pedimos por el bienestar de todos y no solamente por el de nosotros.
Como dijo el Papa, estamos en la misma barca; de qué sirve la gente exitosa, los grandes banqueros, los acaparadores, los millonarios si no se tienen el mas mínimo ápice de condolencia por los demás…Esta será sin duda la gran ganancia que nos dejará la pandemia, concluyó el profe.
*Contador Público y Especialista en Revisoría Fiscal y Contraloría.
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