La primera vez que sonó el nombre de Rodolfo Hernández Suárez a nivel nacional, fue el 15 de diciembre de 2017, y no fue por acabar la corrupción en la ciudad bonita, sino todo lo contrario, por hacer parte de ella.
Corrillos, el principal medio independiente del oriente colombiano, reveló en exclusiva los detalles increíbles de cómo su hijo Luis Carlos y su esposa Socorro Oliveros, por orden suya y en concierto con varios personajes de dudosa reputación, entre ellos un posible narcotraficante; habían suscrito un acuerdo de corretaje en el que acordaban repartirse varios cientos millones de dólares por un negocio por debajo de la mesa.
La prueba reina -el contrato notarizado- destapó el podrido negocio entre los amigos cercanos al entonces alcalde de Bucaramanga y la empresa Vitalogic, una concesión a 30 años para que la empresa creada para tal fin, hiciera uso de los residuos sólidos para transformarlos en energía y comercializarla.
El problema, además del acto de corrupción generado por el corretaje, es que, en ese entonces, las normas colombianas impedían el uso comercial de las nuevas tecnologías.
De ahí en adelante, Hernández Suárez se convirtió en protagonista de primer orden en los medios nacionales, poniendo en vergüenza a los bumangueses, quienes creyeron en sus promesas pero que tuvieron que conformarse con su prematura salida de la Administración.
Rodolfo, como los gatos, siempre cae de pie
En medio de una tormenta de acusaciones e investigaciones, Rodolfo Hernández, renunció a su cargo como alcalde de Bucaramanga el 16 de septiembre de 2019, un poco más de tres meses para que terminara su mandato.
La decisión la tomó luego de recibir una nueva suspensión por parte de la Procuraduría General de la Nación por presunta participación en política.
Varias veces suspendido y reintegrado a su cargo, Hernández supo destacarse no precisamente por los logros de su gestión sino por una serie de polémicas derivadas de presuntas faltas disciplinarias, así como actos claramente indebidos como insultar a opositores en público y uno que otro comentario ofensivo.
De hecho, un año después de su dimisión, la Fiscalía lo acusó formalmente por presuntas irregularidades detectadas en la celebración de un contrato de consultoría para implementar nuevas tecnologías para el manejo de basuras en el relleno sanitario de El Carrasco.
Según el ente acusador, habría intervenido para direccionar el contrato de consultoría 096 de 2016, suscrito entre la Empresa de Aseo de Bucaramanga (EMAB) y el ingeniero Jorge Hernán Alarcón Ayala, quien de acuerdo al material probatorio recaudado tendría relación con la empresa Vitalogic, paradójicamente la misma por la que se suscribió le acuerdo de corretaje.
A la fecha, el ingeniero y candidato presidencial tiene a sus espaldas un juicio oral en el proceso penal por Vitalogic, tres fallos disciplinarios en contra (dos de ellos en segunda instancia) y 26 procesos más que duermen en los anaqueles de la Procuraduría.
Un populista que cree que la política es un hobby
Para los expertos, Rodolfo Hernández -quien ahora marca tercero en la intención de voto para la presidencia- es un déspota, con rasgos violentos de su personalidad probados en sus hechos y sus dichos. Es hábil y exitoso empresario, pero burdo y simplista en la concepción de la vida pública y social, y esto es peligroso.
Los bumangueses, que sufrieron en carne propia su comportamiento asocial, reconocen en él que también es mentiroso y expresa sus falsedades en medio de risas.
Su discurso es limitado. Si bien la corrupción es un problema monumental del país, no es el único, y el gobierno no se puede reducir tan solo a este flagelo. De hecho, tal como sucedió en la ciudad que administró, no podrá acabar la corrupción tan solo con bravuconadas.
En cuanto a su trayectoria pública, solo tiene para mostrar un período como alcalde de Bucaramanga. Su dicho es que hizo una alcaldía perfecta e impoluta. Pero esta afirmación exagera de manera astronómica sus aciertos y esconde sus pecados.
La promesa que hizo en campaña de construir “20 mil hogares felices” a las familias más vulnerables de Bucaramanga, es prueba de que es capaz de prometer hasta su propia alma por ganar las elecciones.
La ciudadanía votó por él porque como ingeniero y dueño de una constructora, creyeron en su propuesta. No obstante, cuando quedó electo dijo que no serían viviendas sino lotes con servicios, y para cuando iba a terminar su mandato atinó a decir que esa había sido una treta para ganar las elecciones.
Un lobo con piel de oveja
Rodolfo Hernández vuelve a figurar en las encuestas de intención de voto, igual sus pecados.
Su manera de hablar sobre la corrupción y su insistencia en mostrarse como un candidato de la gente pese a que es un millonario, sumado a la promesa de que si llega al poder va a fortalecer a la Jurisdicción Especial para la Paz, ha hecho que muchos intelectuales de izquierda lo consideren como el candidato que mejor interpreta los deseos de cambio de Colombia.
Sin embargo, hay otros que aseguran que es el verdadero gallo tapao de Uribe. Para afianzar esta tesis sacan a colación no solo su temperamento autoritario sino también sus frases machistas y despectivas. De hecho, en una entrevista que el ingeniero dio hace unos años, sale diciendo que él siempre ha “admirado a un pensador alemán que se llama Hitler”.
Hernández ha tratado de decir que fue un lapsus lingueae y que se confundió con Einstein. Sin embargo, eso de considerar a Hitler y Einstein como dos grandes filósofos sin decir lo que realmente fueron, demuestra que más que un candidato de la extrema derecha, es un millonario inculto y demagogo.
Hernández en realidad no es el gallo tapao de nadie sino de él mismo. Detrás del ingeniero solo está el candidato y su ambición de poder. Es un candidato sin ideología, para él la política es un negocio más que se mide por los costos y los beneficios.
Es imposible encontrar un candidato más parecido a Donald Trump que Rodolfo Hernández. Empezando por esa simpleza burda de ver lo público y llegando a cosas tan banales como su pelo implantado y pintado.