Por: Camilo Andrés Maldonado Bautista/ Salir en Bucaramanga a realizar diligencias y recorrer sus calles, se puede observar con profunda tristeza, cómo están totalmente cerrados locales comerciales, restaurantes, salones de belleza, bares, entre tantos negocios que hacen parte de la vida cuotidiana de los santandereanos y lógico es imaginar que muchos de estos luchadores de pequeños y medianos comerciantes que depositaran todo su esfuerzo y esperanzas de mejor futuro para sus familias, hoy para muchos ya terminaron sus sueños y otros están a punto perderlo todo.
Son inciertas y preocupantes las consecuencias que las restricciones impuestas tendrán sobre la demanda del comercio y la industria, puesto que, sin una salida pronta a la pandemia, las economías locales seguirán estancadas y sabemos que en nuestra región en su mayoría son pequeñas y medianas empresas y comerciantes, quienes no pueden resistir este coletazo, que, de no tomarse medidas urgentes, se verían expuestos a la quiebra e insolvencia.
Y, también preocupa la pérdida del empleo para numerosos conciudadanos, pues el despido de trabajadores sigue aumentando, y las cifras de desempleo, se calcula, pueden llegar a la preocupante tasa de un 20%, quienes quedarán cesantes y sin ninguna otra posibilidad de ingresos para suplir las necesidades básicas de sus núcleos familiares.
Así mismo, se impone tener muy presente y tener en consideración, que la gran mayoría de habitantes, subsiste de una economía informal (“rebusque”) totalmente paralizada y pueden integrar hasta el 50% de la fuerza laboral. Quienes muy seguramente ya agotaron sus pequeños capitales o “plantes” y necesitan salir a buscar la forma de mitigar las afugias primordiales, por falta de un apoyo a su paupérrima pobreza. Recordemos que ellos viven del día a día -como el hombre de la tercera edad que salió en Bogotá con su carrito a buscar su sustento y fue víctima de una fuerza policial innecesaria y abusiv-. Esa es la cara de la realidad colombiana en estos momentos.
Es imperativo que los gobernantes asuman la responsabilidad, de propender para salir del confinamiento social en forma racional, para que el comercio pueda reactivarse lenta pero responsablemente, sobre todo, se debe preservar la salud a sus trabajadores, porque el Covid-19 sigue en nuestro entorno y no podemos bajar la guardia frente a este reto.
O sea, el Estado debe asumir el reto de respaldar la economía como un todo, no solamente a los dueños de las riquezas como los bancos, las grandes empresas y constructoras a quienes ha prodigado todas las ventajas, y si bien se han generado algunos programas que han mitigado de manera cortoplacista las necesidades de la población, medidas de primeros auxilios como los bonos alimenticios que son asistencias de subsistencia, subsidios a los servicios públicos, pero con la paradoja de no tocar las empresas de agua, luz, gas, comunicaciones, que el único aporte que hicieron en esta crisis fue subir el valor de los servicios indiscriminada y exageradamente, pensando simplemente en sus finanzas y en modo alguno coadyuvar a la superación de la crisis, como la Electrificadora de Santander -que de santandereana no tiene nad -, de la cual el Departamento en socio y no ha dicho ni pío.
Esperamos que en el segundo semestre se empiece a dar una recuperación paulatina de la economía, pero para lograrlo el gobierno debe asumir un costo fiscal alto, como lo es el subsidio a las nóminas, pero debe involucrar efectivamente a personas naturales y jurídicas de pequeñas y medianas empresas, que aportan la mayor parte de empleos, que no cuentan con un musculo financiero fuerte.
Otra renglón importante deben ser los créditos que se han anunciado por el Presidente, Líneas de crédito Bancoldex, pero deben los bancos de primer piso dejar de lado por un momento su avaricia y brinden las garantías para que se pueda acceder con facilidad y responsabilidad a estos recursos, algo que nunca les han exigido a los intocables multimillonarios banqueros de este país que poco o nada aportaron, sólo sus grandes e insaciables bolsillos para seguirse enriqueciendo bancarizando todos los recursos del estado para los programas y cuya ayuda es cobrar una indolente comisión.
Todos sabemos los costos que este virus ha dejado en todos nuestros hogares, por esto cuando hay una recesión o una guerra, la primera acción que se debe tomar por parte de los gobiernos es endeudarse y gastar sin corrupción, para soportar el golpe que han recibido en sus finanzas, dado que también se han derrumbado los ingresos de los municipios y departamentos – estos anuncian una disminución del 50% – pues no hay ventas y sus principales recaudos son sobretasas a la gasolina, licores, vehículos, juegos de azar, entre otros.
Y, si viene una época de gran endeudamiento, no hay que caer en pánico fiscal, en crisis hay que darle frente con responsabilidad, a futuro se debe estructurar una reforma tributaria que ayude a pagar esta gran emergencia, con el mismo crecimiento económico, cuando las aguas retornen, aunque esto nos debe dejar la enseñanza de que las reformas que se den en el mediano plazo, sean equitativas, pues no podemos seguir llevando a los pobres a volverse más pobres, ni seguir permitiendo que se acentué la inequidad e injusticia, por el contrario, corregir la mala distribución del ingreso.
En conclusión, gobernador, alcaldes, concejales y diputados, tienen la responsabilidad de aprobar planes de desarrollos consecuentes con la crisis, que tengan en sus contenidos las metas e indicadores de resultados, el desarrollo de la economía regional, a la altura de este momento histórico y de crisis para todos.
*Economista y Especialista en Gerencia Pública.
Twitter: @camilo36858836