Por: Melba Abril/ Colombia se ha propuesto ser el país más educado de América Latina para el año 2025 y ser uno de los tres países más competitivos en el 2032 (Conpes 3527/2008).
Según el Índice Departamental de Competitividad 2017 (1), Santander es la tercera región más competitiva del país y un gran contribuyente a este logro es el avance alcanzado en la Educación Básica y Media. Para el futuro inmediato, se ha identificado como prioridad el impulso del sector turismo, principalmente en cuanto a recibir visitantes e inversionistas extranjeros interesados en las bellezas naturales y el patrimonio cultural de la región.
En esta tarea, la educación tiene un papel protagónico en cuanto a la preparación puntual de los estudiantes, en cuyas manos esta poner en marcha las ideas que ahora aparecen en papel. Es así como el desarrollo de la conciencia de ser colombiano dentro de un contexto global es compromiso importante de educadores y educandos. Significa facilitar que los niños, niñas y jóvenes de hoy se formen como las personas responsables, informadas y activas del mañana, conscientes tanto del concepto de ciudadanía global como de las dimensiones de interdependencia, diversidad y desarrollo sostenible.
Para lograr este objetivo y estar en sintonía con el discurso universal, sistémicamente se deben fortalecer dos aspectos importantes de la educación colombiana: el currículo y la formación de docentes y rectores en todos los niveles del sistema. Incidentalmente, durante más de una década, estamentos como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han recomendado reiteradamente a los diferentes gobiernos colombianos que se centren en afrontar estos dos retos si el propósito es mejorar el impacto que la educación tiene sobre el panorama socioeconómico local, regional y nacional. Avances en educación se han hecho y en gran medida en cuanto a matricula, permanencia, inversión e infraestructura, pero en cuanto al currículo y a la formación de docentes y de rectores la problemática permanece estancada.
En la medida que no existe este marco curricular nacional y mientras se logra establecer uno para el país, la región debería proceder y consolidar sus propias proyecciones, las cuales deben reflejar las necesidades puntuales de crecimiento personal y profesional tanto de sus individuos como de la población total.
Así, por ejemplo, producto de un esfuerzo mancomunado entre los sectores público, privado y productivo, Santander podría tener un currículo que logre posicionar a sus habitantes en una situación favorable para el florecimiento del turismo internacional en Bucaramanga, pueblos, veredas y sitios de belleza natural.
Esto incluiría que todos los estudiantes aprendieran no solo a manejar con certeza, amor y respeto la información histórica y científica sobre el patrimonio cultural o natural en sí, sino a mostrarse con disposición para atender al visitante con eficacia y honradez, a transmitir información por medio del uso asertivo de lenguas extranjeras, a hacer sentir al viajero seguro y bienvenido al demostrar que se valoran las diferencias culturales, y a proporcionar información coherente y verdadera expresándose con empatía. En otras palabras que los estudiantes también adquieran sin distinción alguna, las habilidades interpersonales e intrapersonales que necesitan para ser partícipes y artífices de la prosperidad duradera y sostenible de su entorno.
El segundo reto está estrechamente relacionado con el primero, en tanto que el currículo para la formación docente (y lo mismo aplica para rectores), también debe ser cuidadosamente diseñado para que la relación enseñanza-aprendizaje sea coherente y se dé bajo los mismo principios y parámetros. La intención es que los objetivos fundamentales de la educación del docente y el rector estén encaminados a alcanzar las mismas metas y resultados de los estudiantes. En este campo, es imprescindible replantear la sinergia entre de la educación técnica, tecnológica y superior con el fin de concertar una formación balanceada y armoniosa centrada en el estudiante, en donde teoría y práctica se puedan valorar individualmente y en conjunto por su relevancia y efectividad.
Básicamente, el docente debe estar preparado tanto desde el Programa de Formación Complementaria como desde las licenciaturas para que en su aula de clase todos puedan adoptar el uso de herramientas de carácter cognitivo, actitudinal y comportamental en el desarrollo de conocimientos, habilidades y valores que también posibiliten la conexión con el entorno global. Aquí se está haciendo referencia a la importancia de poder crear en el aula una cultura de aprendizaje que cultive una mentalidad de crecimiento, es decir en donde la inteligencia sea dinámica; el reto sea una oportunidad, no una amenaza; el fracaso sea un aprendizaje; y el logro se deba al esfuerzo, no al talento.
Se ha expuesto que el fin de la educación es aumentar las oportunidades personales, profesionales y laborales del individuo, para que pueda realizar todo su potencial y contribuir al enriquecimiento de su comunidad y el progreso de la región. Sin embargo, considerando el momento histórico que enfrentamos este fin de semana con las elecciones presidenciales, la educación es también responsable de formar caracteres reflexivos, analíticos y críticos; individuos autónomos y responsables conscientes del impacto que sus acciones tienen sobre propios y extraños.
Así que este domingo tanto la educación colombiana como la cordura de los ciudadanos están bajo cuestionamiento. En esta ocasión y más que nunca, el resultado de las elecciones hará florecer o fracasar al país. Su voto por Duque es indicativo de su amor y respeto por Colombia, así como de su convicción de que el país merece y puede alcanzar un futuro brillante de talla internacional.
(1) Calculado por del Consejo Privado de Competitividad (CPC) y el Centro de Pensamiento en Estrategias Competitivas (CEPEC) de la Universidad del Rosario en el 2017.
Correo: melbapyne@yahoo.com – Skype melba-pyne