Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ En el año 2004 tenía unos 11 años y cursaba quinto de primaria, me recuerdo como un estudiante promedio que desde esa época gustaba más la clase de sociales que otras. Recuerdo que tenía un compañero al que todos se la “montábamos”, no diré su nombre, pero tengo presente que yo también fui parte del problema.
Sigo evocando momentos, en el 2006, dos años después, cursaba séptimo en otro colegio e infortunadamente tengo presente a otro compañero que sufría los abusos de los demás. En este caso, era un colegio más grande y el niño sufría matoneo no solo de sus compañeros de curso sino de todos los grados séptimo que eran cuatro. Recuerdo que yo también participaba del matoneo y que una vez lo encuellé en medio de una discusión. Nunca he sido el más violento o el más valiente, pero confieso que esa vez la euforia me llevó a ese extremo.
Ya en el 2009, también teníamos un compañero al que todos se la montamos. Era otro colegio, otra ciudad y a pesar de ello sucedía lo mismo, todo el salón en contra de un solo individuo. En este caso particular recuerdo haber participado en comernos lo que llevaba para el descanso. Aunque era un compañero con menos recursos que yo, no me importó, lo importante era ser parte del grupo.
Estas memorias, que fácilmente podrían convertirse en relato, no me hacen sentir orgulloso. Seguramente más de uno de los que me lee sabe que ha sido parte de procesos similares, sea como víctima o como victimario, incluso hoy hago esfuerzos para no caer en la facilidad de agradar a los grupos sociales con los que convivo a costa de atentar contra la dignidad de aquel que es excluido por cualquier razón. Se trata de un mal que no se supera con la edad, que está presente en todos los grupos sociales, que no respeta condición económica ni intelectual. Pareciera que es natural segregar y atacar al que nos parece “más débil”.
Aunque el término “bullying” esté normalizado actualmente para todo este asunto, a mí, este anglicismo realmente me dice poco y las pocas veces que he podido hablar del tema con jóvenes prefiero hablar de matoneo o de acoso. Sin embargo, más allá de una denominación, lo que debería cuestionarnos es su naturalización en nuestras sociedades, ¿cómo hacemos para que no sea normal que, “el vivo vive del bobo”?
Creo profundamente que nuestros problemas sociales tienen una cierta conexión interna con todo el tema del matoneo y la normalización del mismo en las instituciones educativas a través del tiempo. Hemos sido educados para pasar por encima de los otros, nuestras instituciones educativas se enfocan siempre en los “cuadros de honor” o sostener promedios que muestren excelencia. Estoy convencido que esa forma de educarnos es una de las causantes de la violencia constante en nuestra sociedad, en la vida fuera de los colegios no le hacemos matoneo a alguien en particular, bueno a veces sí, en la calle gritamos al que conduce otro vehículo, al peatón o a cualquiera que haga algo que simplemente reprobamos.
Cuando voy en la bici y se me atraviesa un carro se me puede salir un madrazo y a veces me dan ganas de alcanzar el vehículo y atravesarme también, es una pulsión irracional constante que se ve excesivamente promovida por la falta de educación vial de algunos conductores del SITP.
Son muchas las lecturas sobre este tema, desde las aulas, pasando por los hogares y hasta en las calles. A pesar de ello, espero que esta columna no se quede en una lectura más, la intención no es otra que reflexionar sobre nuestro compromiso con la humanidad de mejorar las condiciones de vida de todos los que nos rodean, el primer paso para el cambio es darnos cuenta de la necesidad del mismo. Es tiempo de promover una cultura de la paz desde nuestros hogares, colegios, universidades, ¡en el país!, es tiempo de pensar y repensar este y muchos temas de nuestra cultura violenta, si queremos un país en paz urge desmontar nuestra cultura de odio y transformarla por una del amor, esta transformación solo se hará a través de la educación.
La invitación es al compromiso, de mi parte prometo ser más tolerante en la vía, incluso tener paciencia con los SITP.
Apuntaciones:
Está columna va dedicada a Jerónimo Arias, un niño valiente que conocí hace unos años cuya inteligencia y carácter admiro profundamente.
Ojo con el mundial de voleibol femenino que iniciará el próximo 23 de septiembre, nuestras campeonas se preparan para hacer una gran presentación.
En Argentina se conmemora hoy (29 de agosto) el día del abogado en honor al natalicio de Alberdi, uno de los más grandes pensadores de su tiempo y base fundamental para la construcción de la identidad nacional de su país y de toda América latina.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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