Por: Andrés Julián Herrera Porras/ Cómo no hablar del Catatumbo si en Campo dos pasé momentos muy bellos en aquella navidad con algunos hermanos, caminé sus barrios y algunas de sus veredas, me encontré con sus habitantes y conocí de primera mano su testimonio de violencia y esperanza. Allá donde aún hoy tengo grandes conocidos y amigos, esa región verde, sus montañas, sus ríos y su maldita coca.
Lo primero que debo mencionar es la confluencia de muchos actores que, lejos de ser nuevos, son repitentes, reencauches de diferentes procesos que llenaron de esperanza al país y que, aunque dejaron grandes frutos, también creció en ellos la cizaña.
El Ejército Popular de liberación (EPL) es uno de los actores que mayor presencia tiene en la región. El EPL se desmovilizó oficialmente en 1991 y a dicha dejación de armas le debemos liderezas del nivel de Carmen Palencia, una de las grandes impulsoras de la restitución de tierras en este país, empero, no todo es color de rosa y las disidencias de esa guerrilla siguen delinquiendo en el Catatumbo y se nutren tan descaradamente de los cultivos ilícitos que incluso estuvieron al mando de alias ‘Megateo’.
En la región también operan hoy antiguos miembros de las AUC, desmovilizadas en 2004, solamente en 1999 esta organización paramilitar al mando de Salvatore Mancuso realizó más de 25 masacres en la región, llevando a más de 5000 campesinos a engrosar la lista de desplazados en el país. Hoy, el mismo Salvatore Mancuso es uno de los nombrados “gestores de paz” del gobierno Petro.
Además de los dos grupos ya mencionados, las disidencias de las Farc-EP se suman a los grupos que ejercen el control del área. En este caso, las Farc se desmovilizaron en el año 2017, sin embargo, la falta de cubrir los espacios que dejaron en la región permitió el fortalecimiento de otros grupos y el resurgir de la misma en cabeza de muchos que no se desmovilizaron y que incluso hoy causan terror en busca de los firmantes del acuerdo que viven en el territorio.
El otro actor, el único que aún no se ha desmovilizado oficialmente, es el Ejército de liberación nacional ELN cuyo recrudecimiento ha llevado, según cifras de la defensoría del pueblo, a tener más de 36000 personas desplazadas en este enero cruento que estamos atravesando.
Todos estos actores han hecho las veces de Estado en una zona donde la policía y el ejército siempre han patrullado con miedo. Una zona donde no puedes llegar con mercancía sin haber atravesado dos o tres retenes ilegales, donde el comercio no lo regula ninguna Cámara de Comercio, sino el comandante del grupo que tenga más influencia en donde funcione el negocio, una región donde la coca ha llegado incluso a ser moneda de cambio.
Desde el Centro Nacional de Memoria —antes del huracán Darío Acevedo — se publicó el gran texto ¡Basta YA!, precisamente allí se encuentra claro, desde el 2013, que “Esta violencia no es fruto de lazar sino de estrategias políticas y militares, y de complejas alianzas y dinámicas sociales que involucran a los grupos armados, pero también al Estado y a muchos sectores de la sociedad”.
También, en un ejercicio de memoria, dentro del Informe final Hay futuro si hay verdad de la Comisión de la verdad se dice con claridad “El conflicto no fue en su origen una guerra por el negocio del narcotráfico. Los narcotraficantes sobornan y asesinan para proteger o ampliar el negocio, pero no dan la vida por lo que consideran el bien común o el ideal revolucionario. Otra cosa es que los narcotraficantes entraron en la guerra para legitimar el negocio y la guerrilla entró en el narcotráfico buscando financiamiento”.
El Catatumbo sigue y seguirá llena de violencia mientras el Estado no llegue con todo lo que se requiere, no se trata solo de militarizar y estabilizar la zona, eso es importante pero no lo único. Se trata de buscar soluciones estructurales, inversiones profundas para transformar la zona y brindar a los niños, niñas y adolescentes horizontes que los lleven a tener la posibilidad de quedarse en su territorio para engrandecerlo sin alinearse a ningún tipo de órgano armado.
Apuntaciones
- El Senador Miguel Uribe es un demagogo y cínico. Se atreve a decir que porque “sobre voló” la zona del Catatumbo tiene un listado de supuestas soluciones que si uno las revisa una por una no son más que populismo bélico. Debería bajarse y hablar con la población, ¡pendejo!
- La muerte de Luis Alfredo Santos no puede quedar impune. El ciclismo, cómo lo dije en mi columna anterior, puede llegar a salvar vidas y no debería quitar ninguna por culpa de algunos conductores irresponsables.
- El Catatumbo sigue esperando la Universidad que prometió el presidente Petro, ojalá lleguen ese y muchos proyectos más que permitan dignificar la vida de los habitantes de la región.
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*Abogado. Lic. Filosofía y Letras. Estudiante de Teología. Profesor de la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
Twitter: @UnGatoPensante
Instagram: @ungato_pensante
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).