Por: Adrián Hernández/ Vivir el aquí y el ahora. El teléfono sonó y de reojo vi que el nombre del padre de mi señora era el que aparecía como llamada entrante en la pantalla de su teléfono. De forma inmediata contestó y escuché la voz trémula de un hombre madurado por los años, que de inmediato expresó: anoche entubaron a Chiqui, lo dejaron llamar para despedirse, sólo me alcanzaron las palabras para decirle: ánimo, usted es un muchacho que ha sido un guerrero, va a salir de esta. Después, vino un silencio y sólo pude percibir sollozos muy a lo lejos. Chiqui es uno de los hijos de su segunda unión.
Técnicamente se llama tener Consciencia que, según las neurociencias y sus investigadores, ésta consta de dos dimensiones: el nivel y el contenido. El primero se refiere al estado de despierto en que una persona pueda hallarse; abarca desde el estado de sueño más profundo (en el que no somos conscientes de nada de lo que hay a nuestro alrededor) hasta la completa vigilia en la que permanecemos, como sería de esperarse durante toda nuestra jornada diaria. El segundo, es decir el contenido, se refiere a todas las emociones, sensaciones, memorias, ideas, experiencias y pensamientos que se organizan en nuestra mente mientras estamos conscientes.
Para ponerlo en el lenguaje cotidiano, vivir el aquí y el ahora, es estar viviendo en un estado de consciencia, es decir hacer uso de esa facultad única en los seres humanos que le permite constituirse en un momento personal y que le lleva por ejemplo a que a pesar de estar despierto no se pase (sin querer) un semáforo en rojo mientras conduce y que además se dé cuenta del sonido que produjo el claxon del vehículo que pasó por el lado. En otras palabras: Vivir aquí y ahora en estado de plena consciencia, es estar de cuerpo y de mente siempre presentes con la atención focalizada en lo que está sucediendo muy dentro y en el entorno.
Vivir en el aquí y ahora o vivir en consciencia es lo que nos permite no dejar ir el detalle con el que cada día viene pintado. Darnos cuenta de la abundancia en la que vivimos, de la vida de lujos que llevamos. De lo afortunados que somos.
La pregunta clave es, ¿es posible vivir en el aquí y en al ahora, en estado de consciencia? Y la respuesta que asalta de una vez es, no solo es posible, es necesario, esencial y urgente. Es posible, si le dedicamos tiempo a su práctica, es necesario porque de lo contrario no nos diferenciamos de las máquinas, es esencial porque su vivencia vale más que el mismo dinero y que todos los bienes materiales que podamos conseguir y finalmente es urgente, porque la vida se nos puede ir, sin vivirla.
Cuando escuché la conversación que sostuvieron mi señora y su padre acerca de Chiqui – que no debí hacerlo porque era una conversación privada, pero no pude evitarlo porque estaba muy cerca-, me paré pensando en qué pudo haber sido lo que produjo tal conmoción en una persona de carácter duro, recio, inconmensurable y todos aquellos adjetivos que pueda describir a un hombre nacido por la década de los 40 del siglo pasado en las inmediaciones de la cordillera oriental, es decir cerca de Tunja Boyacá.
Y hallé una respuesta: Chiqui es una persona de no más de 35 años. Esto es que hay un padre llorando a un hijo ante una eventual separación y no es la lógica natural, de un hijo llorando a un padre. Sin embargo puede que haya más: acaso, ¿el padre de mi señora se abstuvo de abrazar y besar y decirle a su hijo cuánto lo amaba?, ¿fue el hijo quien no lo pudo hacer a causa de la “dureza” de su padre? ¿Estaban tan seguros de vivir muchos años que no contemplaron la posibilidad de separarse tan temprano?, ¿estuvieron los dos tan ocupados en sus cosas que les faltó tiempo para expresarse su mutuo amor? Y unas preguntas adicionales: ¿fueron muchas veces las que se fueron a dormir sin despedirse? ¿Se quedaron los dos con los brazos abiertos al igual que los oídos sin decirse o expresarse lo que un padre siente por un hijo o lo contrario? ¿Es decir hubo ausencia de consciencia? ¿No estuvieron aquí y ahora?
No lo sé. Lo cierto es que escuché de una parte dolor, sufrimiento y profunda consternación y tristeza; me hizo falta escuchar a la otra parte. Porque también pudo haber sido, que nada de los interrogantes anteriores se dieron acá, pues todo había sido tan armonioso y tan bien vivido que al llegar el punto de quiebre (posible separación) todo el recuerdo había llegado y en forma de dolor, como lo expresó el poeta Macedonio Fernández hablando del amor: “mientras duró de todo hizo placer. Cuando se fue nada dejó que no doliera”. Plenitud de consciencia.
El tiempo de hoy, tan incierto, tan cambiante pero tan profundamente existencial nos lleva a detenernos, a situarnos en al aquí y en el ahora, no en lo que pudo haber sido y no fue, ni mucho menos en lo que podrá ser. Nos lleva a vivir en Consciencia plena, a no vivir de las añoranzas ni de los demasiados deseos, sino a gozarme la existencia propia y de mis seres amados a descubrir que el sólo hecho de estar vivo es ya una ganancia, una bendición, de poder respirar por nuestros propios medios, de oler y tomarle sabor a los alimentos; porque estas facultades se pierden con la presencia del Covid.
Propondría como ejercicios para vivir en aquí y ahora algunas pequeños tips, que las dejo a voluntad del interesado:
-Tomar el tiempo suficiente para degustar el alimento, si es en familia mejor. Eso sí, no hacerlo sin antes haber dado gracias por la gran cadena que integró la llegada del plato a la mesa: cultivadores, transportadores, quien los preparó y los sirvió a la mesa. No olvidar bendecir a la gallinita que puso los huevos para poderlos disfrutar en el desayuno.
-Acompañar con buen humor los alimentos: Sin olvidarnos de incluso verbalizar lo rico que sabe y huele, entablar conversaciones con anécdotas, chistes, cuentos, historias, relatos, episodios que hagan de este momento, algo perdurable.
-Mantener al margen cualquier elemento tecnológico al momento de las comidas: “En esta mesa los celulares, televisores, tablets y cualquier objeto que aleje el mirarnos a los ojos y sonreír, debe mantenerse fuera del alcance”. ¡Quien incumpla lava la loza!
-Al levantarse y antes de ir a dormir: Lejos de mirar los likes del Facebook o del Instagram o las deprimentes noticias, dedica un par de minutos para agradecer: que tal tres motivos distintos cada día. Y antes de dormir: siéntate cerca de tu cama o en tu cama, cierra tus ojos, lleva aire por la nariz hasta los pulmones y luego lo regresas por la boca. Luego centra tu atención en sentir este aire cómo recorre tu sistema respiratorio y ve dando orden de desconexión iniciando por las piernas hasta llegar a la cabeza.
Estos pequeños pero eficaces ejercicios han sido probados en laboratorio con resultados extraordinarios en el vivir aquí y ahora o en estado de consciencia plena, devolviendo felicidad y alegría, amor por la vida y sencillamente a estar en plenitud en aquellos que los practicamos a diario. Esto se llama Inteligencia Espiritual. ¡En la próxima entrega les contaré qué pasó con Chiqui!
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*Filósofo y Teólogo. Psicólogo Universidad Nacional. Magister en Biociencias y Derecho Universidad Nacional. MBA Inalde Bussines School. Director Programa Inteligencia Espiritual Medirex.
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