Por: Javier García Gelvez/ No todo es tan malo; nuestra idiosincrasia al igual que nuestra eterna desconfianza por los frutos que emanan del jardín parlamentario, siempre los adoptaremos como dijo Rudolph cual palo cagado; y estos calificativos no son gratis… pero este no es el tema de mi columna.
La dulzura del año nuevo trajo consigo la Ley de Crecimiento que entreverados trae aspectos muy dulces y otros amargos, no obstante, si observamos el vaso medio lleno encontraremos golosinas que afectaran las lánguidas finanzas de los colombianos.
El primer bom bom lo paladearán los empresarios que verán reducido el impuesto de renta en forma gradual, hasta el 30% en el 2022, que seguramente lesionará las finanzas del fisco, pero que fomentará la creación de nuevas empresas y el fortalecimiento económico de las ya existentes.
Y como si fuera poco la bicocadita que significa la deducción del IVA pagado en la adquisición de bienes de capital, que se podrá deducir en la declaración del impuesto de renta, este postre le significa al erario $6 billones de ingresos menos al país.
No es ninguna pera en dulce la reducción en la contribución a salud de los pensionados de un salario mínimo que se hará en forma escalonada, empezando en 12% y bajando al 8% para 2020 y al 4% en los siguientes años. La porción de torta será menor para los pensionados de dos salarios mínimos que se reducirá del 12% al 10%. Este bocadito tendrá una incidencia fiscal de $450.000 milloncitos.
Y como para acabarnos de empalagar, el tiramisú lo conforma la devolución del IVA para por los menos 2,8 millones de familias que no tienen para una golosina, este manjar le va a costar a las finanzas públicas una cifra cercana a los $1,2 billones y que en manos del pueblo durará menos que un merengue en la puerta de una escuela.
El caramelo mayor les corresponde a aquellas empresas que vinculen en su primer empleo a personas entre 18 y 28 años, podrán deducir el 120% por concepto de salarios en su declaración de renta, buscando con esto la disminución del desempleo y así endulzando la vida a la muchachada.
Quedarán enmermelados hasta el pescuezo y tendrán que declarar las personas naturales con ingresos superiores a $46,4 millones al año o que tengan ingresos mensuales de $3,8 millones; Ah… declarar no quiere decir que siempre se tenga que pagar, ojo… esta dulzura de impuesto también aplica cuando se tiene un patrimonio mayor a los $149,2 millones al cierre del año anterior.
Bueno y a los que tengan bienes por más de $5.000 melones les tocaran aportar el 1% a título de impuesto de patrimonio, con esto el estado pretende recaudar $200.000 milloncitos para saciar la diabetes presupuestal.
La cereza que le faltaba al postre la constituyen los tres días sin IVA al año, ‘gangazo’ que aprovecharán los creativos de la evasión y que en otros países que la han implementado ha demostrado no generar efectos de crecimiento y mucho menos fiscales, pero sí se armará una melcocha en la gestión tributaria.
La papa caliente se la chutan a la clase media y alta, cuando el verdadero meollo es la evasión como hija putativa de la corrupción, tras su aprobación, el estatuto tributario sigue siendo una colcha de retazos.
Además, se basa en un muy buen comportamiento de la economía y en un recaudo impulsado por mayor eficiencia de la Dian, algo que no está garantizado; prevalece la eterna normalización que lleva cinco años de amenazas sin que se evidencien resultados de la misma… así las cosas, este documento plasma en forma dulce los cambios más relevantes que regirán la tributación de nuestra Colombia a partir del 1 de enero del presente año.
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