Por: Javier García Gelvez/ Si bien es cierto que en Colombia se ha perdido la moral institucional, está en nuestras manos recuperarla; no es una tarea fácil, pero en una mirada optimista y de cara a las próximas contiendas electorales, tenemos la oportunidad de cambiarlo en las urnas. Es preciso advertir que la democracia se basa siempre en la idea central de la dignidad de los hombres, impregnado de un toque romántico que significa cultivar valores morales y universales, vivir en la verdad, tener compasión, entender el significado de la belleza.
Sin embargo, hay en Colombia los que practican democracia de masas, una especie de fascismo criollo, la ley del borrego; no les interesan esos valores, es una sociedad completamente vacía, basada en el cultivo de nuestros instintos más básicos.
Esta práctica entra en crisis cuando las personas se sienten traicionadas. Un ejemplo de ello es Trump; Hay que entender que el fascismo es una religión laica, y que Trump se presenta como un nuevo mesías que promete resolver todos los males sociales y ante la imposibilidad de resolverlos siempre busca culpables, los fascistas necesitan la crisis, el miedo, el odio y los chivos expiatorios tal y como sucede en Colombia.
Detrás del fascismo no están las ideas, solo hay personas que quieren poder y poder y poder. Odian la democracia y el debate político. Un líder fascista es un mentiroso patológico, no está interesado en la democracia, en la educación o en el progreso del pueblo, es populista y camorrero por naturaleza.
Colombia no es un país fascista, pero hay unos poquitos que sí. El problema es que la élite colombiana se la creen y la pequeña burguesía es altamente susceptible a la politización de extrema derecha porque ve en la distribución del poder una posibilidad real de ascenso fácil y rápido.
Quizás las nuevas subculturas del fascismo criollo han sido los más afectados en los últimos años, sin embargo, se les tiene tan medido el aceite que se cuenta con estos manojos para futuras contiendas políticas y de paso para la obtención de réditos electorales.
Las élites no están interesadas en cambiar la sociedad, porque si lo hacen, perderán su posición dominante inmediatamente, solo les importa que voten por ellos, que compren sus cosas y que consignen en sus bancos porque así pueden ganar dinero a expensas de los pobres. Las mejores mentes de nuestra generación están por ahí, vagando, la mayor parte del tiempo se encuentran aisladas, escribiendo libros que no van a ser publicados o poesía que nadie leerá.
No todo está perdido, lo que debe hacer todo el mundo es darse cuenta de que solo tenemos una vida y que no sabemos cuánto tiempo vamos a estar aquí, lo que hay que hacer es que la vida merezca la pena haciendo algo que nos satisfaga, cuando encontremos el modo correcto de vivir, podremos contribuir a una buena sociedad.
No puedo imaginar una vida significativa sin libertad, esperando que otros decidan por nosotros, si no somos libres; somos esclavos, no es fácil ser libre, es más fácil obedecer, ser sumiso, agachar la cabeza etc. Pero la nobleza de espíritu es algo que todo el mundo puede adquirir, no hace falta dinero, está ahí. Solo hay que hacerlo.
No obstante, una cosa piensa el burro y otra el que lo enjalma, vendrá un nuevo día en donde el romanticismo prevalecerá, viviremos en el empalago de las buenas palabras, caerá la venda y con razón y convicción se elegirá, y se dará catedra de buenas costumbres, no son palabras de un soñador, son frases que hacen eco del sentir del pueblo en las calles que pregonan el fin del fascismo criollo.
*Contador Público y Especialista en Revisoría Fiscal y Contraloría.
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