Por: Holger Díaz Hernández/ «Cuando envejezca, no quiero parecer más joven. Quiero lucir más feliz». Anónimo.
La población mundial envejece y crece a pasos acelerados el número y proporción de las personas consideradas adultos mayores.
Lo cual genera un impacto directo en todos los ámbitos de la sociedad, convirtiéndose en uno de los problemas sociales más complejas del siglo XXI, con consecuencias definitivas en todas las facetas de la vida de la humanidad: en la economía, la salud, la educación, la necesidad de bienes y servicios dirigidos a esta población (vivienda, transporte, seguridad social) y en el componente más importante de la base de la sociedad, que es la familia.
Desde el punto de vista demográfico esto obedece a la interacción entre la fecundidad y la mortalidad, fenómeno que se aceleró desde los años 50s del siglo pasado, cada vez se reducen más los índices de natalidad, hoy es tendencia en el mundo que las parejas jóvenes no deseen tener hijos y a cambio tener mascotas y por otro lado hay incremento en la longevidad de las personas dados los importantes avances mundiales en la promoción de la salud y prevención de las enfermedades.
Los humanos aumentamos en número muy lentamente a lo largo de los últimos 4.000 años, sólo hasta 1810 la población del mundo alcanzó los 1.000 millones de habitantes, le tomó hasta 1930 para alcanzar los 2.000 millones, treinta años más para llegar a 3.000 millones, 15 años más para los 4.000 millones y 12 años después los 5.000 millones, llegando a los 6.000 millones en el año 2.000; hoy nos aproximamos a la cifra de 8.000 millones.
Las mejores condiciones socio-económicas en el mundo han llevado a una mayor supervivencia generacional, los avances en la ciencia médica, el control de enfermedades como la hipertensión y la diabetes, la alimentación sana y los estilos de vida saludables, han sido factores que han aumentado claramente la calidad de vida de las personas.
En la historia de la humanidad no había ocurrido un avance tan acelerado de las expectativas de vida de la población como en las últimas décadas, por primera vez los adultos mayores a nivel global serán más que el número de niños, los mayores de 60 años ya hoy superan a los menores de cinco años y pasarán de 2.000 millones en el 2050.
La llamada pirámide poblacional se ha ido invirtiendo, siendo mucho más marcado el aumento de la longevidad en las mujeres, con una esperanza de vida de más de 76 años en promedio que aumentará hasta los 81 en los próximos años en los países desarrollados y hasta los 73 años en el tercer mundo.
Pero el efecto del envejecimiento de la humanidad tiene repercusiones y consecuencias en todos los ámbitos.
En la economía: en el tipo de inversiones, las tendencias del consumo de bienes, el ahorro, los empleos, los impuestos, el turismo, las pensiones donde será obligatorio por parte de los estados aumentar la edad y las semanas de cotización como único mecanismo para hacer viable el sistema. Desde lo social por la composición de la estructura de la familia, el tipo de vías y viviendas que se requieren por los riesgos para el desplazamiento de esta población y la necesidad de servicios de atención en salud hacia la prevención y manejo de las enfermedades crónicas, el cáncer y las enfermedades mentales propias del deterioro producido por la edad, que serán los mayores flagelos a atacar.
Mientras las cifras de natalidad y de mortalidad sigan disminuyendo, cada día habrán más personas de la tercera edad y eso es imparable.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró esta década como la del «Envejecimiento Saludable», orientada a promover vidas más largas y sanas.
Seremos un mundo de viejos, enfermos pero con mayor expectativa de vida, lo cual implica que necesitaremos muchos menos pediatras y muchos más geriatras.
Viviremos muchos más años, pero con frecuencia no sabremos para qué.
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*Médico cirujano y Magister en Administración.