Por: Rubby Flechas/ A propósito de la conmemoración del 11 de septiembre, se me ocurrió que muchos de los grandes cambios en la historia han sido motivados por el miedo.
La muerte de Jesús fue resultado del temor ante quienes pudieran suponer una amenaza para el poder romano. El viaje de Cristóbal Colón y el descubrimiento de las Américas fue motivado por el apoyo de la corona española que temía por sus finanzas y vio la oportunidad de tener su propia ruta comercial hacia las Indias.
La primera guerra mundial tuvo sus raíces en el miedo y la desconfianza entre la Triple Ente (Gran Bretaña, Francia y Rusia) y la Triple Alianza (Alemania, el Imperio austrohúngaro e Italia), y como resultado de esta primera guerra; la firma del Tratado de Versalles y la humillación alemana construyó buena parte del camino para la Segunda Guerra Mundial tan solo veinte años después.
La construcción de la bomba atómica tuvo detrás el temor a ser vencidos militarmente, a perder poder. La geopolítica y el manejo internacional cambió radicalmente luego del 11-S a causa del miedo y la sensación de vulnerabilidad de todo un pueblo.
Y más recientemente, nuestras vidas: nuestras libertades, nuestras rutinas, nuestras preocupaciones y atención en el último año y medio dieron un giro de 180 grados, y durante meses giramos en torno al miedo ante la pandemia.
Pero el miedo también nos ha ayudado a mejorar como sociedad. El miedo a la enfermedad y a la muerte ha impulsado la medicina para investigar y desarrollar soluciones de salud. El temor a los fenómenos naturales ha dinamizado los sistemas de monitoreo, predicción y prevención de desastres.
Todos estos acontecimientos han marcado hitos de la historia, y ya sea como causa o consecuencia el miedo siempre está presente.
El miedo, que se genera en la amígdala como una respuesta emocional es la que ha marcado parte de nuestra historia como sociedad. Este ha sido usado igualmente como fuente de control.
Las iglesias ha sido la institución más antigua y eficiente en usar todo tipo de discursos de terror para tener el control de las masas. El infierno, el pecado que debe ser perdonado para no tener consecuencias, el apocalipsis.
Las dictaduras se basan en el terror para mantenerse. Ya sea terror psicológico o físico. Pero igualmente hemos visto aumentar los discursos del miedo y terror en democracias tan sólidas como los Estados Unidos, especialmente desde hace veinte años.
El miedo que generaron los eventos del 11 de septiembre de 2001 no sólo afectó la realidad socio política de un país. Conmocionó al mundo entero y nos cambió en gran medida la forma en la que interactuamos con los temas de seguridad que vemos nuevamente debilitados por una pandemia y por actores que creíamos diezmados.
Pero si donde el vecino no escampa, en nuestra casa no deja de llover. Aunque estaba cantado que la inseguridad iba a dispararse como consecuencia de la pandemia: por las restricciones a la movilidad, el aumento del desempleo y el recrudecimiento de la pobreza con la que terminamos el 2020, realmente nada podía prepararnos para evitar o afrontar lo inevitable.
Estamos viendo cómo saltan las cifras de inseguridad y, sobre todo, cómo se agudizan las formas de violencia. Robos en restaurantes, atracos en zonas que creíamos seguras, pero, sobre todo, aumento en la percepción de inseguridad: Miedo.
Los discursos basados en los miedos de la gente venden muy bien, tienen el poder de convencer a los escépticos y de reafirmar seguidores. Pero el miedo no es más que una incertidumbre de lo urgente, en vez de ser certezas para lo importante.
Un miedo que tiene el poder de llamar más miedo y que nuevamente puede hacer que cambie nuestra realidad, porque si bien estamos aún a un año de elecciones, todo lo que pase en estos meses va a definir la preferencia en votación de muchos ciudadanos.
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*Economista, especialista en gobierno, gestión pública, desarrollo social y calidad de vida.
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