Eran las 2:00 de la madrugada, fue una noche calurosa en mayo de 2001, cuando la vida de la familia Barrera Contreras cambió para siempre. Ellos residían en el barrio La Campiña, en el municipio de Girón (Santander). Todo parecía estar en calma esa madrugada. Gloria Contreras descansaba en su habitación, mientras su esposo y su hijo menor buscaron alivio del calor durmiendo en el balcón. De repente, un estruendo interrumpió la tranquilidad de todos. Lo que Gloria nunca imaginó es que la tragedia estaba ocurriendo en su propia casa.
Cuando la mujer salió a la sala para avisar a su familia, solo observó que “había humo, escombros y caos. Mi esposo estaba en el suelo, pidiendo auxilio”, relató con la voz entrecortada al rememorar ese suceso.
El miedo de aquella madrugada no terminó ahí. Al día siguiente, la familia descubrió un letrero donde decía “tienen 24 horas para abandonar su hogar”, recordó la señora Gloria. Así comenzó el doloroso proceso de abandono que los llevó a vivir entre miedo y sufrimiento; en un constante estar escondiéndose y huyendo de un peligro que parecía acecharlos en cada esquina.
“Fue difícil, nos quedamos sin nada”, afirmó Gloria, al definir este hecho que marcó a la familia. La casa que habían construido con tanto esfuerzo, la fábrica que los mantenía, todo se perdió. Sin embargo, la esperanza volvió gracias a su hija Alejandra Barrera Contreras, quien años después encontró el coraje para iniciar un proceso que cambiaría el destino de la familia.
Alejandra conoció a una señora que también había sido víctima del conflicto armado, y ella le habló sobre la Unidad de Restitución de Tierras (URT): la orientó, la animó y la acompañó para que lucharan por lo que les pertenecía. Diez años después del fatídico día, en 2011, la familia Barrera Contreras se acercó a la URT. El proceso no fue fácil. “Fueron años de espera, incertidumbre y dificultades. Pero finalmente, después de casi dos décadas de lucha, recibimos la noticia que tanto anhelábamos: el fallo estaba a favor”, expresó Alejandra.
Ahora, la familia trabaja en un proyecto productivo de zapatería, enfocado en calzado para mujer. Es la esperanza de construir una empresa que les permita rendir homenaje a los años perdidos. “La ilusión mía es sacar a mis papás adelante y ayudarlos”, afirmó Alejandra. La ilusión, después de todo, siempre ha sido más fuerte que el miedo. “Hoy lloro de alegría, le doy gracias a mi padre celestial y a todas las personas que nos ayudaron en este proceso, porque nos cambió la vida”, concluyó la beneficiaria de la URT entre lágrimas.
- Unidad de Restitución de Tierras – Dirección Territorial Magdalena Medio