Por: Edward Pinilla/ Un cuento de Jorge Bucay habla que un ingeniero que se llamaba Korzybski decía que, en realidad, todos construimos una especie de esquema del mundo en el que habitamos, una “mapa” del territorio, y en el vivimos. Pero el mapa, aclara bien Korzybski, no es el territorio, el mapa es apenas nuestro mapa. Es la idea que nosotros tenemos de cómo es la realidad, aunque muchas veces esté teñida por nuestros prejuicios. Aunque no se corresponda exactamente con los hechos, es en ese mapa donde vivimos. No vivimos en la realidad, sino en nuestra imagen de ella.
Las historias o storytelling, son las formas más influyentes que existen para captar la atención de la audiencia o público receptor de nuestros conocimientos. Es una de las más eficaces estrategias empleadas por oradores al momento de hacer sus presentaciones.
Este recurso lingüístico tiene una ventaja muy particular, el conectar con las emociones, base de la comunicación interpersonal.
Sin embargo, tiene sus riesgos, y está relacionado con la intención comunicativa de quien expone el storytelling. Es decir, que pretende el orador con su público. Además, es una exigencia alta para el contador de la historia puesto que le obliga a poner en funcionamiento toda su capacidad narrativa y comunicativa para llegar al corazón de las personas. De no lograrse esto, la misma historia puede causar una impresión negativa en la audiencia al punto de desviar la atención y generar una mala imagen del expositor.
Toda comunicación humana es emotiva. Es en el centro del cerebro emocional o sistema límbico, donde ocurren las primeras manifestaciones de aceptación o rechazo hacía quien se dirige a nosotros. Y, en especial, es la amígdala cerebral, la responsable de emitir las señales de aceptación o de huida en el proceso comunicativo.
Las historias además de bien narradas y expuestas, deben tener como referente la función emotiva del lenguaje. La persona que se atreve a explicar alguna de ellas, debe tener en cuenta una muy buena modulación, entonación, sintaxis, y lo más importante: brevedad. Esta es tal vez la principal característica del storytelling.
Estos elementos son empleados para conectar con las personas, algunos oradores los emplean al iniciar una charla, otros lo hacen sobre la marcha para generar un descanso en el tema y otros lo utilizan al final. Sea como sea, es indispensable incluir algunas historias en sus disertaciones para darle mayor claridad al discurso, puesto que estas historias ayudan a entender mejor los contenidos.
Nunca debe faltar una dosis de humor, puesto que está comprobado científicamente que el humor es una de las mejores formas para interactuar con otras personas. La neurociencia lo recomienda, de esta manera el cerebro se dispone mejor para escuchar y atender las señales del exterior.
El ritmo y la velocidad, son elementos que se deben manejar con mucha cautela en la emisión de una historia. A ellos sumados un movimiento corporal coherente, hacen de esta herramienta una manera eficaz y asertiva para lograr la atención absoluta de su público.
A partir de ahora, cada vez que tenga que intervenir en público, sea en el escenario que sea, jamás deje de hacer uso de esta estrategia comunicativa para acercarse más rápido y seguro a quienes se dirige. Claro, tenga presente que la historia debe estar acorde al tema que trata.
En la narración no importa si haces uso de la primera o tercera persona. Generalmente, cuando hablamos de manera graciosa de nosotros mismos (sólo en este caso), conectamos más rápidamente, pues nos colocamos a la altura de nuestros interlocutores.
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