Por: Juan David Almeyda Sarmiento/ Próximamente, Bucaramanga va a retomar una lógica que se presenta cada cuatro años y de la que no se salva, para bien o para mal, ningún espacio del territorio colombiano: la época de elecciones de alcaldía y gobernación.
Elegir siempre es un acto complicado y, al momento de entrar en el campo de la política, las consecuencias que trae consigo pueden llegar a ser catastróficas para una comunidad, por este motivo, meditar a la hora de tomar partido en la elección de un administrador publico, como lo es el alcalde y el gobernador, no es una alternativa, sino una obligación de todo ciudadano que tenga un mínimo de sensatez.
La política colombiana deja mucho que desear en cuanto a los métodos utilizados a la hora de hacer campaña política, no es difícil encontrar los escándalos pre, durante y post elección. Además, la crisis actual ha configurado un fatalismo sobre el espectro político colombiano y la mayoría de los ciudadanos son más proclives a la falta de compromiso con lo que respecta a su propia comunidad. Así, es pertinente tomarse un momento para analizar el juego político desde una perspectiva que aborde una alternativa a esa manera configurada de votar donde la falta de responsabilidad predomina.
Es por esta razón, que recurro a una metáfora utilizada por Friedrich Nietzsche, según la cual: «Hay que estar entrenado en vivir sobre las montañas – en ver por debajo de sí la miserable charlatanería actual acerca de la política y del egoísmo de los pueblos». El filósofo alemán, en una implementación del recurso climático (el frio, lo helado como característica principal del sujeto escéptico), permite apreciar la dinámica que debe tomar el ciudadano frente a la mentira política que constantemente se asoma en la temporada electoral; no es un llamado a la indiferencia absoluta o al mero desinterés por lo político, es una manera de salir del lugar común en que se encuentra instalada la política.
Este modo de aproximación a la política en tiempo de campaña es una forma de impermeabilidad que se habilita para el ciudadano, es una figura de resistencia frente a la lógica preestablecida de la mentira política que impregna todo lo que se encuentra a su paso y que desemboca, a la larga, en una crisis como la que ya se esta atravesando. Vivir sobre las montañas es un distanciamiento cauteloso de la anticuada estrategia de la lechona, método popular de hacer campaña en múltiples sectores del país, es un sano escepticismo frente a todas las propuestas que presentan los candidatos y sobre las cuales solamente podemos tener aproximaciones vía imaginación, pues la certeza no es algo que se tenga, o se pueda garantizar, en tiempos de crisis política como la actual.
Nietzsche, invita a la mirada de la duda, esa que se pierde cuando las necesidades abundan y las soluciones deben ser inmediatas. La distancia propuesta quiere que el ciudadano vea a los candidatos por debajo de sí, es decir, desde un espacio despejado donde sea perceptible con claridad aquello que el ruido de la mentira y la charlatanería no permiten: la posibilidad de actuar con responsabilidad. Votar, requiere desembarazarse de la creencia, la misma que ha construido estructuras de costumbre donde no se da lugar a una nueva mirada política.
El votar bajo un parámetro de responsabilidad requiere un escepticismo hacia la estratagema de la campaña, pues el hacer caer en el engaño es un objetivo que se persigue en temporada electoral. Además, se necesita de una indiferencia hacia las pasiones que esta última tiene la potencia de levantar, en palabras del mismo autor, se necesita una voluntad de aletargamiento gélido que permita oídos nuevos para música nueva, ojos nuevos para lo más lejano, conciencia nueva para las verdades que se han mantenido mudas y donde el peligro que entraña el desenfreno de las pasiones, al ser detonadas y manipuladas por otro, no tenga lugar.
Con todo, propongo la mirada sobre las montañas como un experimento en las elecciones por venir. El sano distanciamiento del ruido ensordecedor de las mentiras que se repiten en la temporada de campaña puede ayudar a despejar esos sesgos que subyacen en la población a la hora de votar. La voluntad de aletargamiento gélido es una perspectiva que me permite mantener mis pasiones bajo control a fin de no ser afectado por el desenfreno político, permite un quietismo reflexivo que abre lugar para una votación consciente de lo que la comunidad, y ese habitar conjunto en el que estamos obligados a existir debido a nuestra condición de ciudadanos, realmente precisa de cada uno: una decisión libre que no esté mediada por la manipulación, en otras palabras, la responsabilidad de elegir.
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