Por: Laura María Jaimes Muñoz/ Tenemos que confiar en que las elecciones del próximo 17 de junio van a marcar el inicio de un proceso orientado a la transformación integral del país, en un momento coyuntural.
Llevamos mucho tiempo enfrentados a la violencia: Nueve guerras civiles de impacto nacional y varias constituciones en el Siglo XIX; el asesinato de Gaitán, la violencia política, el surgimiento de los grupos terroristas en el Siglo XX, y, hasta el día de hoy, muchos otros fenómenos negativos que han destruido nuestro país.
La violencia, de alguna manera, se convirtió en una forma de vida, con consecuencias funestas para todos; es más la violencia atrae y más si algunos de nuestros dirigentes la motivan dividiendo al pueblo, queriendo repetir la historia.
Tenemos que desmontar ese modelo de vida, porque, como ha quedado demostrado, una y otra vez, no ayuda a resolver los problemas de nuestra sociedad, que son muchos y muy grandes.
Por otra parte, si hemos de pensar en que el proceso de paz firmado con las Farc ha de tener consecuencias positivas —como Estado— se tiene que adoptar las medidas necesarias para dar cumplimiento a los acuerdos, eso sí, sin perder la autoridad, pues como dice el dicho popular “al ratón que se le da galleta, después viene por la queso”.
Es decir, tenemos que corregir la fallas que, a juicio de muchos colombianos, causaron o sirvieron de pretexto para el conflicto que duró casi sesenta años, o que, mejor, dura todavía, porque se sigue actuando de espaldas a la voluntad de paz de la mayoría de los ciudadanos que confiaron con esa esperanza.
En el llamado posconflicto, del cual se viene hablando con mucha persistencia, el desafío es para el Estado, pero también para la sociedad.
Para el Estado, porque tiene que asumir sus compromisos en serio y corregir problemas tan graves como la desigualdad social, la corrupción que afecta a todos los poderes públicos, la crisis económica que genera tanta frustración en los ciudadanos y, por supuesto, la degradación moral en el ejercicio de la política, que es, en gran medida, la causante de la situación que enfrentamos: si se supone que la política debe ser el motor del desarrollo en todas las facetas sociales, las desviaciones de poder político son causantes del desbarajuste integral del país.
No hay fórmulas mágicas para enfrentar esta situación, pero se podría decir que la lucha por la recuperación nacional y la transformación de Colombia en un país digno comienza con la clase dirigente que desempeña posiciones de responsabilidad en las instituciones y continúa con todos y cada uno de los ciudadanos.
El buen ejemplo será decisivo para cumplir los sueños de transformación integral de Colombia.
Pero seamos claros: La recuperación sólo será posible cuando la colectividad decida respetar al otro como una persona de derecho, el estado debe tomar en serio la educación para la democracia desde el jardín infantil, para inculcar a las nuevas generaciones un nuevo modelo de convivencia que le reste fuerza a la violencia y a todos los vicios sociales que nos han traído a la situación de desesperanza que enfrentamos en la actualidad.
No podemos concluir, como lo han hecho algunos, que la situación del país no tiene remedio, que somos una sociedad violenta sin solución, incapaz de cumplir la ley, condenada a la autodestrucción sin salida posible: ese puede ser el deseo de quienes quieren seguir sacando partido del desorden, y eso sin contar con aquellos que solo critican, nada les sirve, son agresivos con quien no está de acuerdo, pero la realidad es “miran los toros sobre la barrera” pero nunca se han tomado la tarea, ni siquiera lo han intentado, de buscar la manera en ayudar al “otro”, porque simplemente prefieren seguir pensando que estar en contra de todo es la solución y así muchos perfiles que buscan una forma para participar.
Pero no podemos admitirlo, tenemos que tener esperanza en que el cambio siempre será posible, un cambio con personas buenas- y buenas- que nunca hayan tenido la cobardía de hacer daño en cualquier manifestación de violencia al otro, con la excusa que es la única forma de lograr que los escuchen.
Llevamos casi 200 años enfrascados en guerras, formulación de constituciones nuevas, arreglos políticos y otras acciones que han buscado resolver, apenas a medias, un problema de convivencia que es estructural.
A lo largo de este tiempo, los pactos políticos han favorecido, de manera exclusiva, a los políticos, pero no a los ciudadanos: Es hora de corregir ese absurdo que ofende nuestra dignidad.
La solución de fondo tendrá que venir con una educación para la transformación de nuestra cultura y nuestro mundo-país, de modo que dejemos de matarnos entre nosotros y de sacar ventaja de nuestras deficiencias, pues si revisamos muchas historias del común, nuestros padres, tíos o abuelos, hablan de la época de la violencia, cuando los de un grupo definido como “la chusma, los que portaban la peinilla azul o la peinilla roja” uno de ellos eran los “malos” y con ese argumento, asesinaron a muchas personas inocentes.
Hoy no importa quién eres como persona, pero si en este momento haces parte de un partido X o Y cuestionado, entonces entras a ser parte de los “malos”, es la misma historia, con la diferencia que ahora mejoró un poco la tecnología y todo está para publicar en redes sociales y poder señalar sin pudor, es más una persona puede llegar al poder, sólo “manejando redes” ósea califican a los líderes por el que mejor publicidad o estrategia tenga, mejor dicho, el que más pueda pagar, ya que mantener redes sociales y que lleguen a muchas personas, cuesta y cuenta mucho
Y así se termina eligiendo al que muestre algo diferente, así sea una “payasada” pero que convenza que va a ser el cambio -realmente todo es igual- pero se necesitan personas con calidad humana, con principios y valores éticos, morales que permitan constituir una comunidad dispuesta a trabajar por el bienestar general, como ha sucedido en otros países del mundo.
El Estado a hacer su trabajo, y los ciudadanos dispuestos a atender el llamado del estado para corregir lo que nos corresponde corregir, y esto es a través de la educación, sin confundir la autoridad con el amor.
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