Haití despidió al que fue su presidente hasta el pasado 7 de julio. Ese día, el político conservador Jovenel Moïse, fue asesinado en extrañas circunstancias en su residencia oficial, algo que ha generado un terremoto en un país acostumbrado a una constante crisis política.
El sepelio estuvo impregnado por el clima de tensión constante que vive el país desde esa fecha. Cap-Haitien, ciudad natal del mandatario, fue la encargada de acoger la ceremonia entre las protestas de cientos de sus seguidores, que pidieron Justicia durante horas en las calles. Estas protestas de hecho retrasaron el funeral hasta dos horas debido a la violencia.
La despedida tenía la intención de ser de carácter privado en la residencia de la familia. A ella acudió su viuda también al grito de «Justicia» y se observaron escenas de dolor entre los asistentes, que se concentraron junto al ataúd.
Durante la misa se escucharon de fondo los gritos de las protestas y los enfrentamientos. Las autoridades locales se vieron obligadas a enfrentarse con los manifestantes con gases lacrimógenos y agua a presión. Esos mismos gases penetraron durante el oficio de la misa e hicieron que cundiera el nerviosismo entre los asistentes, que al finalizar tuvieron que salir de ahí lo antes posible.
Entre sus partidarios hay mucha molestia sobre cómo las fuerzas de seguridad actuaron esa noche. Muchos opinan que fue una conspiración extranjera contra el expresidente y lamentan que decenas de colombianos entraran al país sin control solamente para ejecutar el magnicidio.
Cuando iniciaron los disturbios, una delegación estadounidense de alto nivel encabezada por la embajadora de EE. UU. ante las Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, se retiró abruptamente. El asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, dijo que su país estaba «profundamente preocupado» por la situación en Haití, tras anunciar que la delegación estaba a salvo.
Un vacío de poder en Haití
Al funeral acudieron el recién nombrado primer ministro, Ariel Henry, y todo su Gobierno. Henry fue designado para el cargo apenas dos días antes del asesinato de Moïse y ahora se enfrenta a una situación en la que el país carece de jefe de Estado de una forma indefinida, ya que el Parlamento también está cerrado desde inicios de 2020.
La situación política de Haití en la era Moïse no era buena y la tensión alcanzada durante su mandato había llegado a cotas límites en un país habituado a las constantes crisis de poder.
Moïse guardó una intensa lucha contra la oposición desde su subida al poder y se negó a abandonar el poder a principio de 2021 arguyendo que la Constitución amparaba que las elecciones deberían celebrarse en 2022 y no 2021.
Ante la situación, son numerosos los países y organismos internacionales que han pedido a Henry que convoque elecciones para encauzar la falta de poder tras el magnicidio. Pero a estas alturas es prácticamente una incógnita lo que hará el primer ministro Henry y en que derivarán las crecientes protestas.