En uno de los pabellones de la Feria Ganadera, en Cenfer, Bucaramanga, estaba el pabellón de Emprendimientos y Artesanías en donde estaban los más de 150 emprendedores que eran apoyados: 66 por la CCB Cámara de Comercio de Bucaramanga, más de 30 por la Alcaldía de Floridablanca, 25 por la Gobernación de Santander y 10 apoyados por el Imebu. También estaban los independientes, que iban por su propia cuenta, algunos de ellos ya veteranos participantes de este tipo de encuentros.
El pabellón de Emprendimientos y Artesanías tenía sus secciones y después de pasar por un café que estaba a la izquierda, apenas se entraba a ese espacio se encontraba uno en ese mismo sector de la izquierda dos que parecían pantallas gigantes adosadas a la pared. Sobrepasaba la parte más baja por lo menos los dos metros porque nadie por alto que fuera minimizaba la vista. En una de esas pantallas decía Floridablanca Turismo y más adelante estaba la que decía Floridablanca Rural.
Ya les conté en anteriores notas de los emprendimientos de Mayerly Caicedo que cumplió dos años con su boutique Roxxi, también les describí el trabajo de María Alicia Castro Gómez y su emprendimiento Orgánicos Giany, de igual forma encontré espacio para que supieran de Ivana Prada y su emprendimiento Artesanías Alah. Todas esas historias están acá en el portal de Corrillos.
Los tres mencionados emprendimientos están apoyados por la Alcaldía de Floridablanca y en específico por algunas secretarías o entidades del gobierno municipal. Del emprendimiento que paso a contarles, también apoyado por la Alcaldía, lo encontré en la sección que estaba debajo de la pantalla que indicaba en letras grandes Floridablanca Rural.
Reconozco que pasé por allí varias veces, di vueltas, hasta que por fin me animé a conversar con Martha Yaneth Porras Nieto, de dulces ojos y una mueca que parecía una sonrisa agradable y tal vez lo fuera pero silenciosa, no como esas carcajadas estruendosas que terminan por ser exageradas y hasta sonar poco sinceras, pero sí deseosas de ser el centro de atención.
La de Martha Yaneth era una mueca agradable, silenciosa, pero amena para sentarse a conversar con ella. Aunque debo revelar que en todo el periplo nunca me senté y más bien sentía que hacía calor, pero lo olvidaba porque surgían conversaciones amenas, y esta charla fue agradable.
SixCocoa era el letrero de dos colores que distinguía el stand, pero luego Martha Yaneth me habló más de Getsemaní, así como suena me dijo, con g y con una t después de la e y con tilde al final. Como el nombre bíblico, pensé en ese momento. El Huerto de Getsemaní, me acordé, pero no recuerdo bien qué pasó allí, porque hace rato no leo la Biblia.
Sin embargo, para Martha Yaneth el nombre parece muy puesto de corazón, así que no me pareció que le pidiese más explicación. Además de que después de las indicaciones de cómo se escribía, que agradecí, apuntó que se trataba de un emprendimiento de un cultivo de cacao desde hace seis años, corresponde a 150 plantas de cacao de los materiales genéticos San Vicente 41 regional de San Vicente de Chucurí y Fear 5 regional de Arauca.
Con ese inicio me imaginé durar los dos días siguientes mientras escribía lo que me contaba, no obstante, con un solo lapicero y un cuaderno de los que caben en el bolsillo no supe en dónde iba a copiar todo y como tengo letra grande, que acá no se nota, me dije hasta donde quepa y no más allá y no como Lightyear que le gustaba decir al inicio de cada misión “Al infinito y más allá”.
O lo dije, no creo, o lo hice notar y Martha Yaneth me dijo el cuento es corto, pero los detalles son importantes. Y sonrío. Y continuó. Me dijo que con el cacao hago el proceso de cosecha y poscosecha que es la fermentación y secado del grano, para luego hacer la transformación del grano.
Hace, entre muchas otras cosas, o mejor produce, suena como más técnico, obtiene chocolate de mesa en bola, sin azúcar, su producto insignia: Getsemaní. También obtiene productos de cocoa, desgrasado, mantequilla de cacao, confitería y hasta colombinas de cacao pintadas a mano.
Sin olvidar la jalea de mucílago de cacao, néctar de la almendra de cacao, como una mermelada de cacao, dije, para bajarle un poco al tecnicismo y me dijo sí, como una mermelada, aunque no muy convencida, pero yo di por entendido. Y remató con que también hacía sabajón con sabor a cacao, así que me invitó un trago y me dijo, una degustación. Estaba sabroso, pero con la aclaración supuse que era solo un trago.
Martha Yaneth tiene 150 plantas de cacao, no le pregunté si las contó al sembrarlas o luego cuando ya estaban grandes, aunque me imagino que es una costumbre de los cacaoteros saber el número de plantas, puesto que este es un cultivo de largo plazo, de largo aliento, dirían los deportistas. Hoy se siembra y hay que esperar varios años para ver el primer fruto, ya luego es más frecuente la obtención del producto, pero luego de un tiempo hay que renovar los cacaotales. Ella lleva seis años, así que es probable que se pueda decir que está ante un cultivo joven.
Está ubicada en La Mesa de Ruitoque con sus 150 plantas, en comprensión de Floridablanca, y sigue con su emprendimiento después de que por años ejerció la contaduría pública, profesión que estuvo muy de moda semanas antes por aquello de la declaración, empero Martha Yaneth más que de números prefiere hablar de Getsemaní, con t después de la e, su emprendimiento que la hace mantener su sonrisa.