Por: Carlos Mario Gómez García/ Ad portas de culminar el año lectivo en el año 2022 se avizoran los resultados de cada estudiante en el cual se obtendrán los resultados de haber aprobado o no el año académico y continuar con el proceso en al año 2023, este hecho causa revuelo en las comunidades académicas puesto que al ir finalizando cada año lectivo los estudiantes con dificultades académicas muestran cada vez mayor interés por que los profesores puedan brindar ayudas académicas para poder aprobar el año que se está cursando y esta práctica es más común en el bachillerato que en la primaria.
Pero se puede definir en un periodo académico todo lo no alcanzado en tres periodos anteriores, podría decirse que sí, el modelo de evaluación colombiano está basado en competencias, es decir si el estudiante en un determinado ciclo adquirió las competencias necesarias para el siguiente grado, estas competencias se valoran a través del desempeño del estudiante dado en cuatro niveles, bajo, básico, alto y superior; este resultado es el que se da al final del año académico y por ende determinar por la autonomía de cada institución si alcanzó lo necesario para aprobar el año.
Este modelo de evaluación puede determinar realmente que tanto un estudiante es competente o no, lo complicado es poder evaluar de una forma correcta la competencia y es aquí donde se evidencian una de las falencias que se tienen en el modelo educativo, el no poder determinar la forma de evaluar, en ocasiones puede ser justa pero también puede ser injusta, pero quien determina este calificativo, si se le dijera a los estudiantes si la calificación es la correcta frente a lo evaluado algunos dirán que si otros dirán que no, todo depende de la situación en particular.
Evaluar es un proceso complejo, se debe tener claro el que se pretende evaluar, como se pretende evaluar, que debo tener en cuenta en la evaluación, estos aspectos son generales y algunos específicos de cada asignatura evaluada, a esto de igual forma se deben incluir los criterios propios del docente, lo subjetivo, aquello que tiene en cuenta pero que en muchas ocasiones no se manifiesta, lo que conocemos como el factor actitudinal del estudiante.
Luego de un proceso valorativo viene lo complejo de todo esto y la asignación de un valor numérico y aquí es aún para muchos esta valoración es injusta, porque no se tienen en cuenta acciones como el esfuerzo, las trasnochadas, entre otros aspectos que para ellos son importantes y que a la hora de valorarlas no se tienen en cuenta según lo pueden manifestar.
Lograr un equilibrio en la evaluación es tan complicado, porque el proceso evaluativo aunque es claro, depende de la variable humana, de la percepción que tienen cada agente en el proceso es decir el evaluado y el evaluador, es allí donde ingresa otra variable que es el padre de familia, entonces ya no son dos agentes en el proceso si no tres, aunque es necesario que el padre se involucre muchas veces estos hacen que este proceso se convierta en una batalla para lograr que un estudiante alcance lo mínimo para que se promueva de año que es lo importante así no lo haya demostrado lo necesario.
Por otro lado, a las instituciones educativas se les exige como proceso de calidad el número de estudiantes reprobados por grado, para realizar tasas de medición y determinar si lo procesos académicos son buenos o no, y desde allí se empiezan a realizar las valoraciones respecto a si el docente es malo o bueno, para las secretarias de educación y el mismo ministerio el docente es bueno cuando no le pierden muchos, pero es malo si pierden muchos, para los padres de familia el docente es bueno cuando llena cuadernos y malo cuando no los llena, para los estudiantes el docente es bueno cuando es relajado y no “jode” y malo cuando exige
En todas estas valoraciones siempre se califica con bueno y malo, de esta manera aunque se requiera buscar un modelo de evaluación por competencias se hace necesario empezar a cambiar los paradigmas de bueno y malo como valoraciones de los procesos evaluativos, porque no solo lo hacen desde el ministerio, las secretarias de educación , lo padres o lo estudiantes, también el docente cae en estos términos al valorar a los estudiantes como bueno y malos según sus propios criterios, propiciando aún más en la crisis de los procesos evaluativos.
Entonces el evaluar es un proceso complejo, porque debe ser planeado y estructurado, partiendo desde allí se empiezan a quitar las variables con la estructuración de criterios que permitan tener claro aspectos a evaluar y que lo que se pretende evaluar sea en concordancia con lo que se enseña.
El resultado de la evaluación al final de todo puede ser justa o injusta, por las variables mencionadas, lo que muchas veces pretende determinar la calificación es el nivel de su desempeño, en otras palabras como su usted actuó durante el aprendizaje, la evaluación no puede pretender determinar si Ud. es bueno o malo, si sabe o no, porque de lo contrario se volvería a tiempo anteriores y la evaluación del aprendizaje también debe involucrar la forma de evaluar; docentes con mejores competencias en evaluación, padres con pensamiento diferente al momento de analizar los resultado, estudiantes que comprendan que el proceso evaluativo es eso y no es un solo resultado, son lo que conllevaría a que el mejoramiento de las competencias se evidencie día tras día.
Pretender analizar el resultado y no el proceso es como decir que el atleta obtuvo una medalla solo por correr y nunca por prepararse para la competencia, por eso el fortalecer la capacitación docente en evaluación es fundamental para que el evaluado al finalizar el año lectivo se sienta satisfecho con su resultado y no este como algunos estudiantes solicitando una ayuda para pasar el año.
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*Licenciado en educación, especialista en pedagogía y didáctica, titulado en Derecho con especialización en Derecho Constitucional, 20 años al servicio de la educación pública y formador en instituciones privadas para los nuevos profesionales de la docencia.
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