Por: Rubby Flechas/ A propósito de la conmemoración del día de la mujer, es buen momento para hablar sobre el feminismo radioactivo, una sombra de la que cada vez se hace más referencia y empieza a plantear nuevas corrientes.
Pareciera que el feminismo se reduce a un sinónimo de odio o exigencia hacia los hombres. ¿Ese es el real asunto del que trata el feminismo? Hemos perdido el camino o es el tinte feminista reactivo de algunos discursos lo que ha hecho tan impopular hablar sobre un tema que nos concierne a todos.
Cualquiera que sea la respuesta, algo empezó a desviar la opinión general y la percepción sobre la razón de ser, no solo de un movimiento, donde lo importante no es la palabra sino la idea; la decisión de vida donde hombres y mujeres deben tener derechos y oportunidades iguales. Sí, pero no así.
No se puede esperar igualdad en todo el sentido de la palabra en un mar de vasos conectores que nos unen y de diferencias insalvables que naturalmente separan los dos – y más – géneros que biológicamente no son iguales y que no podemos esperar que lo sean; sin embargo, esa desigualdad no puede ser excusa para la inequidad. Y esto aplica para todos, porque al final del día, todos merecemos las mismas oportunidades de vivir sin prejuicios ni creencias medievales.
La búsqueda de equidad, e igualdad de derechos nos ha permitido abrir espacios y cerrar brechas, pero no podemos contar con transitar esta lucha sin consecuencias. Si toda acción tiene una reacción, ¿es posible que hayamos comprometido algo sin darnos cuenta? ¿Podríamos saber qué hemos perdido en el camino?
Puede que hayamos perdido la capacidad de mantener el rumbo de la discusión, el respeto a las diferencias y la coherencia con lo que significa ser hombre y mujer. Las mujeres nos exigimos y medimos con la misma regla y contamos con tener exactamente la misma ‘vida que un hombre’. Pero y ¿qué puede significar tener una ‘vida plena como mujer’? Cuando nos medimos con estándares ‘masculinos’, en vez de construir y cultivar nuestros propios estándares acorde a una visión sistémica y dinámica sin caer en los mismos vicios del enemigo al que enfrentamos.
Es difícil hablar en contra del sistema machista, donde una de sus banderas es perpetuar estereotipos y prejuicios, mientras construimos unos nuevos sobre la sombra de los que queremos derrumbar. Estereotipos que afectan la capacidad de desarrollo de hombres y mujeres, y que, en vez de ser diluidos, son reencauchados en una versión invertida.
Si antes las mujeres debían casarse y tener hijos jóvenes para poder cumplir su rol en la sociedad, ahora y cada vez con mayor intensidad una mujer exitosa preferiblemente no debería casarse joven ni tener hijos, pero al final quienes no se casan ni tienen hijos son medidas con la antigua regla de construir un hogar. Antes estábamos contra la espada y la pared, ahora contra la pared y dos espadas.
En los dos casos hay un estereotipo, en las dos situaciones hay un problema. Pero el problema no es que legítimamente una mujer esté o no interesada en construir una relación a largo plazo o experimentar la maternidad, el conflicto está en que haya una presión social para cumplir unos estándares insanos donde las mujeres debemos ser iguales a los hombres y en donde terminamos entre líneas sacrificando nuestra alma. Y a pesar de ello, terminamos siendo juzgadas por no cumplir nuestro principal rol en la sociedad al no casarnos y tener hijos, como en los viejos tiempos. ¿Es esto lo que hemos comprometido?
La libertad para vivir nuestra propia experiencia se diluye con cada mujer que siente que debe cumplir un objetivo, tener una brillante carrera profesional; y que para ello debe darle la espalda a todo lo demás, especialmente si es del terreno personal, y a pesar de esa mutilación del espíritu, vivir con el fantasma de lo que debería ser la vida personal y familiar. Decir que la vida laboral, y personal pueden convivir tranquilamente solo es posible en textos.
Muchas mujeres han dado su vida por sacar a más de la mitad de la población de la jaula de hierro del machismo. ¿Dónde estamos ahora? Parece ser que, en otra, tal vez más grande, linda y brillante.
La liberación femenina se ha vuelto una jaula de oro para las propias mujeres que creemos y defendemos un mundo equitativo, con igualdad de derechos y respeto a las diferencias. Una lucha y un camino necesario, pero lleno de trampas; que por un lado nos impulsa a romper antiguos prejuicios y estándares, y por el otro empieza en silencio, pero a simple vista a establecer una lista de nuevos estereotipos y supuestas metas por cumplir que muchas veces limita y entorpece la propia vivencia de la experiencia de ser mujer.
Que este ocho de marzo sea una oportunidad para que los avances y las nuevas realidades de equidad e igualdad no nos hagan creer ciegamente que vamos por el camino indicado sin antes volver sobre nuestros pasos y recalcular la ruta. Que la convicción y perseverancia por un mundo mejor, más equitativo y bondadoso – sobre todo con nosotros mismos – nos acompañe.
*Economista, especialista en gobierno, gestión pública, desarrollo social y calidad de vida.
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