Por: Sergio Julián Santiesteban Herrera/ El campesino no necesita que le regalamos nada, solo que le paguemos la cosecha a precio justo y esta razón es la que día a día a dejado el campo sin agricultores, sin trabajo para la juventud del campo, por ello migran a la cabecera de municipios a buscar un mejor porvenir. Años atrás a Venezuela fueron a parar, cultivando en tierras ajenas. En nuestras ciudades algunos tratan de salir adelante en diversas labores, como vendiendo «líchigo» verduras, frutas, en las plazas de mercado, en tiendas etc.
Nuestros campesinos golpeados ante las inclemencias del clima, pierden sus cosechas, ¿quién les compra al fiado? mucho menos les va a prestar para semillas, insumos, los fertilizantes cuestan tanto que comparados con los 16.000 del jornal diario es un precio paupérrimo que lastima e indigna a quien labra la tierra por ganarse el plato de comida a diario. So pena, el clima le arruina no solo las cosechas, en el peor de los casos, sino también las vías terciarias les impide sacar sus productos al mercado.
Nuestros campesinos deben ser asociados o agremiados. Recuerdo cuando ingresaba a reuniones con quien en vida fue mi suegro, como a las de Fedearroz y a subastas de ganado y allí escuchaba a los asistentes hablar fraternalmente de quienes eran de la cooperativa, así como hemos escuchado que la unión hace la fuerza, el cooperativismo les brindaba una mano amiga. También recuerdo cuando asistía con mi padre siendo industrial y con él mismo a la Caja Agraria del Parque Centenario, luego siendo docente industrial, haciendo parte de la Cooperativa de Educadores…
Esto señores, es para significar que desde años atrás quienes forjaron e hicieron empresa, industria, transportaban los productos del campo, fueron quienes se unieron y fueron solidarios, generado empleo y progreso a lo que hoy llamamos ciudades. Ahora ya no hay cooperativismo, por ello recurrimos a los bancos, donde egoístamente en lugar de haber solidaridad y colaboración, está el interés y no solamente monetario.
Y volviendo a nuestros orígenes, en la ciudad, en el trabajo del comercio de productos e intercambio se nos olvidó el campo. Qué bueno que en estos días al comprar la papita realmente todos pensáramos, ¿qué sería de nosotros sin el campo?
Mi propuesta desde los zapatos de nuestros campesinos y de quienes apreciamos y valoramos el campo. Ideas encaminadas hacer que nuestra amada patria sea parte de la gran despensa del mundo, ¿qué debemos hacer?
Primero, reconocer con humildad y valorar los alimentos que gracias a nuestros campesinos tenemos a diario en nuestras mesas para alimentarnos.
Segundo, dejemos de presumir olvidando nuestros orígenes, somos campesinos o nuestras raíces vienen del campo.
Tercero, somos emprendedores, laboriosos y pujantes porque somos hijos de unos «verracos». Nuestros padres y abuelos y más aún, quienes fraguaron nuestra patria a ‘capa y espada’ con el ánimo de brindar un mejor provenir a sus herederos y ellos somos nosotros, por ello debemos dejar de ser una sociedad que solo consume, debemos rediseñar como les decía a mis alumnos: “Jóvenes, ustedes abrieron los ojos y lo tienen todo”.
Cuarto, una invitación a desarrollar nuestra creatividad y el emprendimiento al servicio de nuestra sociedad, mejorando nuestro entorno, como decía mi abuelo materno el señor profesor: «Quien no vive para servir, no sirve para vivir».
Una quinta o primera apreciación es fortalecer los valores, el respeto, la ‘Urbanidad de Carreño’. Para quienes no la conocieron, era un manual de comportamiento basado en valores. Por ello les digo, como de vez en cuando escribía en el tablero: «En nuestra pasantía por la vida debemos servir a nuestra sociedad y por ende Dios nos remunerará». Pasantía, porque vivir la vida es la práctica del vivir, de servir, de hacer, de sentir, de realizarnos, de ser cada día más humanos de la mano del Creador.
Por último, si fortalecemos el campo, donde quienes se formaron y estudian cursos, carreras técnicas, tecnológicas, universitarias pertinentes, concernientes, afines al campo, a la transformación de la materia prima; trabajen de la mano con nuestros campesinos, que se hagan cooperativas por gremios para que se les garantice la compra de sus cosechas, que se les vendan insumos tales como semillas, fertilizantes, abonos, etc., a precios cómodos, que el estado les ayude en créditos a tasas que no los lleve a la «quiebra», a bajos intereses.
Que la agroindustria les brinde el valor agregado a sus productos, donde el embalaje, el trasporte, el comercio sea una cadena de empleo y comercio a lo largo y ancho de Colombia y por supuesto del mundo para hacer de este país una tierra de progreso siendo la gran despensa mundial.
Yo me le apunto a creer en lo nuestro ¿y tú?
*Mecánico de mantenimiento de plantas industriales y docente industrial.
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