Por: Yessica Molina Medina/ Las buenas noticias están llevando a un peligroso relajamiento social frente a las medidas para contener la pandemia de covid-19. Después de varios meses de cifras de contagios y de muertes altas, de encierros en diciembre, de pico y cédula, etc., en febrero llegaron las buenas noticias: primero, el comienzo, aunque lento, de la vacunación. Segundo, la drástica reducción de los contagios, que en los últimos días no han pasado de 4000 por jornada, una cantidad alta, pero muy inferior a los más de 20.000 que alcanzamos en el segundo pico.
La respuesta de los gobiernos locales ha sido el levantamiento de algunas medidas, no sin dejar de advertir que debemos evitar aglomeraciones, usar el tapabocas, lavarnos las manos y mantener el distanciamiento. Incluso Bogotá y Medellín levantaron el pico y cédula y se siente un peligroso aire de normalidad, de relajamiento.
Claro, muchos ciudadanos, después de un diciembre encerrados y llenos de incertidumbre, parecen estar entendiendo que la pandemia ya pasó. Y esta sensación se sustenta y aumenta con el levantamiento de las medidas mencionadas.
Aunque es comprensible que los gobiernos relajen ciertos controles y confíen en el buen comportamiento de sus ciudadanos, la verdad es que el mensaje es bastante peligroso porque muchos de ellos están “captando” mal la realidad que estamos viviendo. Y entonces cada vez es más común ver gente sin tapabocas en las calles o bares llenos de gente, como si el virus ya estuviera controlado.
Pero la realidad no es esa: cierto es que, por fortuna, hay unos 30.000 casos activos en el país. Quizá poco en apariencia y, en todo caso, muchos menos que los más de 100.000 que alcanzamos en el segundo pico. Así que, hasta aquí, está bien que tengamos algunas libertades, pensando en la reactivación económica y en la salud física y mental de todos, tan afectadas por el dañino encierro.
Sin embargo, el virus es un bicho raro y rebelde, que después de más de un año no se ha dejado dominar. En cualquier momento, si nos relajamos irresponsablemente y actuamos como si nada pasara, puede tomar fuerzas y regarse, como ya ocurrió en los dos picos que nos azotaron. Ya Martha Ospina, directora del Instituto Nacional de Salud, ha hablado de la posibilidad de un tercer pico para Semana Santa. Hay que tener en cuenta, además, que es posible que estén circulando o que en cualquier momento entren al país las nuevas cepas, algunas más contagiosas y, por tanto, difíciles.
Sí, el virus sigue vivo y coleando. Sin ánimo de ser ave de mal agüero, a la vuelta de un par de meses podemos volver a 20.000 casos diarios y 300 muertes. Así que no es momento de irresponsabilidades. Aprovechemos, después de tanto encierro, la posibilidad de compartir y estar en algunos lugares, pero con más responsabilidad todavía, justamente para mantener este gozo de una libertad que hace seis meses no teníamos.
Estamos a tiempo: sí, podemos mantener este ritmo de vida en medio de la pandemia (mientras sigue el programa de vacunación que le pondrá fin, de verdad, a la pandemia) con responsabilidad, con esas medidas que ya todos tenemos clarísimas y a las que, además, ya nos hemos habituado.
*Master en comunicación estratégica, profesional Comunicadora Social- Periodista, asesora política y relacionamiento público y experta en marketing político.
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(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).
