Por: Yessica Molina Medina/ Llegó el tan anunciado tercer pico de la pandemia de Covid-19 y sus efectos están resultando más devastadores que los de los picos anteriores, a pesar de que ya los expertos, los gobiernos locales y el mismo presidente de la república lo tenían claro. Todos lo sabíamos. Desde principios de marzo los contagios, que entonces bajaron hasta 3000 diarios, empezaron a subir.
Las alarmas se prendieron, pero qué pasó. ¿Relajamos las medidas de bioseguridad?, ¿los gobiernos (nacional, regionales y locales) no fueron capaces de fortalecer el sistema de salud?, ¿o estamos enfrentando nuevas sepas, más contagiosas?
Un poquito de todo. Una mezcla mortal de todos los factores posibles nos puso en la peor etapa de la pandemia, después de un año de su inicio y cuando ya, con vacunas listas y aplicadas, pensábamos que había pasado lo peor. Este virus siempre halla la manera de sorprendernos y de ponernos contra las cuerdas, y no solo a los países del tercer mundo: también varios países poderosos, a pesar de su riqueza y de sus sistemas de salud, se han visto a gatas muchas veces.
Sin embargo, y sin pecar de cándida, creo que estamos en la parte final de la pandemia. A final de año gran parte de la población mundial ya estará vacunada y lograremos la inmunidad de rebaño. Pero como seguramente tendremos que enfrentar en el futuro no muy lejano a otros virus, es bueno analizar qué nos pasó.
Sí, es muy probable que en Colombia estén circulando nuevas cepas y que ello explique la agresividad de este tercer pico. Ya el ministro de Salud Fernando Ruiz lo mencionó en reciente entrevista radial. Y como en Europa, más contagiosas.
Pero el otro factor está en los gobiernos, sobre todo en algunos alcaldes locales, quienes levantaron todas las restricciones y, esto es lo más importante, mandaron un mensaje equivocado, seguramente sin proponérselo: que después del segundo pico, y con plan de vacunación en ejecución, había pasado lo peor, que lentamente volvíamos a la normalidad. Y es sano que los líderes manden mensajes de tranquilidad (la paranoia tampoco es útil), pero nunca dar la impresión de que no pasa nada cuando sí está pasando algo. Y así fue: la gente tomó el mensaje por la cola y parece que muchos entendieron que ya la pandemia había pasado, que, con sus adultos mayores vacunados, podían relajar las medidas (menos uso de tapabocas, menos higiene, mayor contacto social).
Y aquí entra el tercer elemento: todos nosotros. Unos más, otros menos, mas en general tuvimos un relajamiento de las medidas que aplicamos durante tantos meses, las mismas que ya conocemos de memoria y que, tal vez, ya nos tenían agotados. El agotamiento generalizado y el mensaje de tranquilidad equivocado y mal entendido se juntaron en un coctel que nos dejó en el peor pico, con el sistema de salud de Medellín desbordado, por mencionar el ejemplo más dramático, y de nuevo toques de queda de varios días ininterrumpidos.
Nos equivocamos todos. Y, reitero, estamos llegando al final de esta pandemia. De todos depende que ese final sea más o menos agresivo. De todos depende que este sea el peor de los picos y que el siguiente (o los siguientes) nos cojan mejor preparados, con las medidas de bioseguridad bien afinadas y un sistema robusto.
*Master en comunicación estratégica, profesional Comunicadora Social- Periodista, asesora política y relacionamiento público y experta en marketing político.
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(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).