Por: Manuel Fernando Silva Tarazona/ A pesar de ser una nación con una gran diversidad política y cultural, Estados Unidos se enfrenta una vez más a la elección entre dos candidatos, ambos con serias deficiencias en términos de visión, liderazgo y moralidad. ¿Cómo es posible que, de un país de más de 330 millones de personas, se reduzca la contienda a dos candidatos tan cuestionables?
El sistema electoral estadounidense: una breve explicación
Para entender cómo se llega a esta situación, es necesario echar un vistazo al sistema electoral estadounidense. A diferencia de muchas democracias en el mundo, Estados Unidos opera bajo un sistema de Colegio Electoral, donde los votantes técnicamente no eligen al presidente directamente. En cambio, votan por electores en cada estado, que a su vez votan por el presidente. Este sistema ha sido criticado por no reflejar el voto popular y por dar un peso desproporcionado a ciertos estados llamados «swing states» o estados bisagra.
Además, el sistema bipartidista, dominado por el Partido Demócrata y el Partido Republicano, limita significativamente la aparición de terceros partidos o candidatos independientes. Aunque hay terceros partidos, como el Libertario o el Verde, su influencia en las elecciones es mínima debido a una combinación de reglas de acceso a las boletas y falta de recursos financieros. Esto deja a los votantes con una opción binaria, que muchas veces no refleja la complejidad de sus creencias políticas o sus necesidades.
Trump, el favorito improbable
En este contexto, la figura de Donald Trump ha vuelto a emerger como el candidato favorito para el Partido Republicano, a pesar de su tumultuosa presidencia y de haber sido el primer presidente en ser sometido a dos juicios políticos. Su popularidad se ha mantenido sorprendentemente sólida entre su base, debido en gran medida a su capacidad para conectar con ciertos sectores del electorado que se sienten ignorados o despreciados por la élite política.
Trump representa, para muchos, un desafío al status quo. Su retórica de confrontación, su estilo de liderazgo poco ortodoxo y su disposición a desafiar las normas establecidas han consolidado su posición como un líder populista. Para sus seguidores, Trump es un campeón que lucha contra un sistema corrupto y una clase política desconectada. Para sus detractores, representa una amenaza a la democracia y a los valores fundamentales de la nación.
La ironía de la elección limitada
Lo irónico es que, aunque Trump se presenta como un «outsider» o forastero dispuesto a romper con el sistema, su candidatura es un testimonio de cómo el mismo sistema está diseñado para limitar las opciones reales de los votantes. Su prominencia en la contienda refleja más la inercia del Partido Republicano y su incapacidad o falta de voluntad para proponer alternativas viables, que un verdadero apoyo popular universal.
Del lado demócrata, la situación no es mucho mejor. Las opciones parecen igualmente limitadas, con candidatos que luchan por energizar a un electorado cansado y desencantado. En lugar de ofrecer una visión inspiradora o una alternativa clara al trumpismo, muchos demócratas parecen más centrados en preservar el status quo o en apelar a una base que se siente igualmente desconectada de la realidad política.
¿Dónde está el futuro de la democracia estadounidense?
La democracia en Estados Unidos se encuentra en una encrucijada. El sistema actual, con su enfoque en solo dos partidos y un mecanismo electoral que no siempre refleja la voluntad popular, está fallando en proporcionar elecciones que verdaderamente representen la diversidad y la complejidad del electorado estadounidense. La continua prominencia de figuras como Trump, a pesar de sus evidentes deficiencias, es un síntoma de un problema más profundo: un sistema que limita la verdadera elección y que deja a muchos votantes sintiéndose impotentes.
Para revitalizar su democracia, Estados Unidos necesita una reforma electoral significativa que permita la entrada de nuevos partidos y candidatos, que refleje verdaderamente la voluntad del pueblo, y que ofrezca opciones más allá de un simple binario. Hasta que eso suceda, el electorado estadounidense seguirá enfrentándose a elecciones que no son realmente elecciones en absoluto, sino más bien una selección entre lo que perciben como el «mal menor». Y eso, en una democracia que se enorgullece de su libertad de elección, es verdaderamente una paradoja.
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