Por: Jorge Norberto Ferreira Ballesteros/ El gran impacto es que, además de provocar el descongelamiento de los glaciares y el incremento en el nivel del mar, provoca otros cambios climáticos como la desertificación y el aumento de fenómenos extremos como huracanes, inundaciones o incendios. Todas estas alteraciones causan daños incalculables, gracias a los gases de efecto invernadero, uno de estos es el dióxido de carbono, que procede en gran parte del sector energético (que incluye la generación de electricidad).
La transición energética se define como un cambio estructural a largo plazo de un sistema energético. A través de la historia de la humanidad han transcurrido varias transiciones energéticas, pero la actual surge por la necesidad de acciones climáticas comunes para mitigar el calentamiento global, como se acordó en el Acuerdo de París.
En este momento es inaplazable detener las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2050. Esto nos implica descarbonizar los sistemas energéticos, es decir, abandonar los combustibles fósiles como el petróleo, el gas natural, el carbón y reemplazarlos por fuentes que no generen o generen bajas emisiones como el combustible nuclear (uranio) y las fuentes de energía renovable eólica, hidroeléctrica, solar, geotérmica, marina, undimotriz y otros.
Es importante que la ciudadanía y los gobiernos asuman la responsabilidad y el reto de alcanzar el compromiso de lograr la llamada Carbon Neutrality para el 2050, siguiendo los lineamientos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, realizada en el 2021 en Glasgow (Escocia), donde concurrieron 120 líderes mundiales, más de 40.000 participantes y 3.886 representantes de los medios de comunicación. Allí se acordaron las siguientes acciones: 1. Reconocimiento de la emergencia, 2. Intensificación de la acción por el clima, 3. Abandono de los combustibles fósiles, 4. Financiación para la acción climática, 5. Incremento del apoyo a la adaptación, 6. Compleción de las normas de aplicación del Acuerdo de París, 7. Atención a las pérdidas y daños.
Pero todos estos acuerdos no es posible cumplirlos si no hay un compromiso real y cierto de parte de los países más industrializados, como lo afirmó Antonio Gutiérrez, Secretario General de las Naciones Unidas “Los textos aprobados constituyen un compromiso, reflejan los intereses, las condiciones, las contradicciones y la voluntad política en el mundo actual. Suponen un paso importante, pero, desgraciadamente, la voluntad política colectiva no ha sido suficiente para superar algunas contradicciones fuertemente arraigadas”.
Para cumplir como sociedad la transición en nuestro país debe ser amplia, sostenible y democrática, tal como lo expone el profesor Luis Álvaro Pardo Becerra, quien plantea “un verdadero cambio basado en el interés general presupone la transición por un camino diferente al impuesto por la llamada normalidad pre pandémica” y en ese sentido propone realizar la apuesta por “una transición amplia que viabilice una verdadera transformación socioeconómica para sembrar las bases de una vida digna, justa y equitativa para todas las personas”.
Es decir, para poder lograr los objetivos mundiales al 2050, tenemos que empezar por cambiar nuestros hábitos, cambiar nuestra cultura consumista y transformar nuestro modelo socioeconómico. No podemos ser ajenos a la necesidad de proteger nuestro planeta de la peor amenaza que la humanidad haya tenido que afrontar a la fecha y esto tenemos que hacerlo rápido, el futuro de nuestra casa común depende de todos nosotros.
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*Ingeniero Electricista- MBA Administración de Empresas
Correo: Jnferrer06@hotmail.com
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).